Si alguna vez te has sorprendido pensando algo que no encaja contigo, que te incomoda o incluso te asusta, debes saber que no significa que estés “mal” ni que esos pensamientos intrusivos digan nada real sobre quién eres. La psicología explica que estos pensamientos suelen aparecer sin que los busquemos, son automáticos y, en la mayoría de los casos, no representan nuestros valores ni nuestras intenciones, vamos, lo que quiere decir esto es que tener pensamientos intrusivos es completamente normal y no indica ningún problema grave por sí mismo.
La razón por la que aparecen estos pensamientos intrusivos está relacionada con el funcionamiento natural del cerebro, que genera miles de ideas al día, por lo que por simple probabilidad, algunas de ellas serán absurdas, incómodas o contrarias a nuestra forma de ser, y precisamente por eso nos preocupan o impactan tanto. El problema no es que surjan, sino la interpretación que hacemos de ellos, ya que cuando pensamos que tener un pensamiento significa desearlo o aprobarlo, es cuando aparece el malestar, aunque para gestionar todo esto y que no nos afecte mucho, debes saber que existen estrategias que te vamos a explicar en este artículo.
Pensamientos intrusivos: qué son y por qué aparecen
Los expertos explican que los pensamientos intrusivos suelen surgir en momentos de estrés, ansiedad o alta autoexigencia. No son voluntarios, van en contra de la imagen que tenemos de nosotros mismos y, en muchas ocasiones, son exagerados, irracionales o completamente opuestos a nuestros valores. Pueden ir desde querer gritar algo inapropiado en un lugar silencioso hasta imaginar un escenario catastrófico sin motivo… todos hemos pasado por eso.
En psicología se relacionan con lo que se conoce como pensamientos egodistónicos, es decir, ideas que no sentimos como propias, que chocan con lo que creemos o con cómo actuamos en nuestra vida diaria, justo los motivos por los que nos resultan tan perturbadores. El cerebro los lanza como “ruido mental”, y cuanto más intentamos bloquearlos, más insistentes se vuelven; de hecho, diversos estudios señalan que alrededor del 90% de la población experimenta pensamientos intrusivos en algún momento de su vida.
Uno de los primeros puntos para abordarlos de manera correcta es recordar que este pensamiento, por muy extraño o incómodo que nos parezca, no define para nada quiénes somos. Esto significa que tener un impulso mental no implica directamente que quieras llevarlo a cabo, y es que nuestra mente imagina, exagera y crea escenarios sin filtro, aunque no tengan relación con nuestra identidad.
Que hacer para gestionar estos pensamientos intrusivos
Antes de nada, conviene entender que aprender a gestionar estos pensamientos intrusivos no hará que se eliminen, ya que esto es algo del todo imposible, sino que podremos cambiar la relación que tenemos con ellos. En primer lugar, debemos identificarlos, pero no desde un punto de vista negativo, juzgándolos, sino que debemos observar esto que ha aparecido en nuestra mente como quien observa una nube que se mueve por el viento, es decir, que debemos etiquetarlos como un mero pensamiento, limitando con ello el poder que ejercen sobre nosotros.
Acompañado a esto, debemos normalizarlos, algo que podemos hacer hablando de ellos con libertad con un profesional o con personas de confianza, eliminando de esta forma el tabú y reduciendo la sensación de culpa. Seguro que incluso te van a decir que a ellos también les pasa o que incluso han pensado lo mismo alguna, y gracias a entender que no eres la única persona que los experimenta, podemos liberarnos de esa carga.
En caso de que queramos un tratamiento más especializado, la psicología moderna nos ofrece varios enfoques que han demostrado mucha eficacia frente a los pensamientos intrusivos, como por ejemplo la Terapia Cognitivo-Conductual, la cual nos ayuda a cuestionar esas ideas automáticas y a comprender que pensar algo no convierte ese pensamiento en verdad. En este aspecto también destaca la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), que nos enseña a observar los pensamientos sin dejar que controlen nuestras acciones.
