Aunque no ha sido el mejor verano para la cantera del Real Valladolid, varios son los jugadores con aspiraciones de alcanzar el primer equipo.
No ha sido un buen verano. Rodri, Mongil, Pesca, Javi Navas y Lolo completaron la pretemporada con el primer equipo. Iván Casado, Rubén Peña, Antonio Amaro y Rubén Díaz estuvieron con el primer plantel en la concentración en Mondariz. Pero el verano no fue bueno para la cantera.
Felipe, el llamado ‘Infante Verde’, salió en dirección a Villarreal para jugar en el filial amarillo. Nacho, mediapunta por el que debía pasar sí o sí el juego del Promesas esta temporada, le acompañó. Víctor Mongil se fue al Atlético el último día de mercado. Y Toni se fue al Getafe. Y Javi Navas… Qué decir del atropello sufrido por Navitas.
Es llamativo que el año en el que más se habla de apuesta por la cantera en el entorno del Real Valladolid salgan del club al menos cuatro de los jugadores con mayor potencial dependientes de la Fundación. Es llamativo, repetimos, pero, ¿bueno o malo? En sí mismo, ni una cosa ni la contraria.
Dice algún extremista que solo ve Los Anexos en fotos que no hay nivel, que los chicos en realidad no valían, y que, en cualquier caso, más se perdió en la guerra de Cuba. Al otro lado, otros afirman que por un verano menos funesto se ha condenado a la horca, o cuanto menos a unos azotes. Todos coinciden: más vale cerrar Los Anexos. Aunque no es la idea.
Que Felipe era un lateral por terminar de hacer era algo que sabía cualquiera que lo hubiese visto jugar con asiduidad. Los mismos, más o menos, aventuraban en él una progresión que al final puede quedarse a medias por lo inexacto de la ciencia del fútbol de formación.
Con independencia de su futuro, una cosa sobre la situación vivida en su casa está clara: fue la pescadilla a la que obligaron a comerse la cola. Al “seguirá verde si no se apuesta por él” le contestaba tajante un “no se apuesta por él porque está verde”. Y al final, entre dimes, diretes y diferentes gamas de verdes, el estado del melón lo comprobarán otros cuando no había necesidad y sí un contrato redactado.
La particularidad en el caso de Víctor Mongil yace en que él sí fue parte activa del equipo que logró el ascenso a Primera División. Cumplió cada vez que Djukic requirió de sus servicio, con la excepción del partido en el que naufragó como lateral derecho. A esa posición y con un rol residual se vio abocado hasta su salida, peculiar.
Lo es por esos minutos jugados en Segunda y porque se esperaba una cesión, y no una rescisión. Sin embargo, la opción de recuperarlo que se guarda el Real Valladolid hace que el margen de error sea escaso: si falla, adiós muy buenas; si cumple, volverá más hecho, como en su día Jesús Rueda.
Toni, como Navas, parecía hecho, o por lo menos en proceso. No tanto para la élite como para continuar progresando, quizá en unas condiciones semejantes a las ofrecidas a Quique -otra víctima más…- el año pasado. Pero prefirió salir. Y Javi Navas estuvo a punto de hacerlo, y con razón.
Es verdad que Miroslav Djukic le había pedido durante la pretemporada una mayor intensidad. También que no terminó de hacerse a ciertos automatismos del equipo a los que no estaba acostumbrado, por la forma en que jugaba en el Promesas. Pero no es el matao’ al que algunos, incluso en la prensa (¿vendettas?), quisieron vender.
Firmada finalmente su renovación, su rendimiento futuro es una incógnita por lo enrarecido que ha quedado el ambiente. Él quiere al Valladolid y el Valladolid lo quería a él, pese al conflicto que provocó su contrato. En adelante, cualquier mirada o error se verá como disgusto y ansia de vuelo. Javi Torres, experto en coaching, tendrá que emplearse a fondo para tenerlo siempre motivado.
Como Rodri, Pesca y Lolo cuando no esté con Djukic, principalmente, el de Las Navas del Marqués debe marcar las diferencias, como debía estar llamado a hacer Nacho. No entendió el concepto de paciencia que el club quería aplicar con él, cosa lógica. El tiempo dirá de quién es el acierto y de quién el erro; por ahora hay tablas.
Mediapunta fino, en cada partido en el que se aliaban los astros (esto es: en el que quería y le dejaban) demostraba su enorme calidad. Por su carácter díscolo, también en cada encuentro dejaba dudas sobre su ligazón al fútbol profesional en el futuro. Tan bueno, tan raro, tan incierto; otro melón por abrir.
Por todas estas cuestiones no ha sido un buen verano, decíamos al inicio. A ello hay que sumar que ninguno de los canteranos que han realizado la pretemporada con el primer equipo han enamorado a Miroslav Djukic, salvo quizá el extremeño Lolo. No es de extrañar, dada esa pérdida de potencial, aunque hay más factores a tener en cuenta.
La exigencia, lógica, suena excesiva para jugadores cuyo lugar natural estará a lo largo de la temporada en Tercera División, categoría más alta en la que compitieron el pasado año. Al margen de ciertos vicios y actitudes a mejorar, que los hubo y los hay, es difícil, por tanto, pedir más de la noche a la mañana. O que den más de lo que pueden dar, si se prefiere.
El de Rubén Peña es uno de los nombres que más sonó en el Grupo VIII el pasado año. Antonio Amaro, por su parte, es uno de los jugadores con mayor calidad que en él se encuentran. Tiene cada cual lo que le falta al otro para siquiera asomar la cabeza con posibilidades de sacarla. Y si Felipe estaba verde, ¿qué cabe decir de Bardanca, Iván Casado y Rubén Díaz?
Unos han acusado su juventud. Otros, su falta de intensidad o de capacidad para adquirir ciertos automatismos. Pero Djukic no es tonto. De ahí que insista. Por ejemplo, en colocar a Pesca en el centro de la defensa, aun cuando es un magnífico cabecero de área. El tiempo dirá si, como pasó con Rueda la pasada campaña y Lolo en esta misma, la reconversión da sus frutos.
No conviene ocultar los errores tras un manto de optimismo desmedido en el que la cantera sea considerada la panacea. Tampoco caer en el catastrofismo de pensar que si son diecinueve más uno es porque no hay más, y que los que han salido tampoco eran.
Por reiterativo que parezca, conviene recordar por tercera vez que el verano no ha sido bueno para la base blanquivioleta. Pero no por ello ha de caerse en extremos y pensar en el cierre de Los Anexos. Seamos prudentes, porque pese a todo lo sucedido durante el mercado estival, las cuentas salen y la cantera cuenta.
Todas las comparaciones son ciertamente odiosas, y por ende quien escribe no pretende comparar la base del Real Valladolid con la del Fútbol Club Barcelona, pero sí recordar un dato: la entidad azulgrana tiene por norma subir a por lo menos un canterano por temporada porque se gasta en su base en torno a veinte millones al año. Atención, pregunta: ¿Cuánto se gasta el Real Valladolid anualmente en sus categorías inferiores?
A falta de datos oficiales, está claro que mucho menos dinero. Y, sin embargo, la exigencia es semejante. Aun cuando en los últimos años apenas un par de canteranos han dado el salto y se han asentado. Esto es, aun cuando en los últimos años, bien por la falta de inversión o por la falta de mimbres, apenas ha dado sus frutos.
Teniendo en cuenta el gasto que realiza el Real Valladolid en su base, sea cual sea, cualquier cadena de encuentros disputados por un canterano en el primer equipo supone un éxito de gran calado. Más aún supondrá que algún jugador, siquiera uno cada dos años, se asiente. Por el momento, pese a la salida de Mongil y al ‘affaire Navas’, Lolo cuadra las cuentas como vigésimo soldado de Djukic.
También aquí conviene ser prudente. Por esos dos casos citados relativos a la pasada campaña y a este mismo verano y porque lo del extremeño -ojalá no- puede ser flor de un día. Quizá en enero todo cambie. O quizá lo haga ya en un plazo más largo, terminado este curso y antes de que se inicie el próximo. Del futuro, como de melones sin abrir, poco se puede hablar. No queda más que esperar. Y confiar en Lolo, Pesca y compañía, claro.