El jugador que no creció, paradigma de su infancia
Ha sido el jugador que nunca quiso crecer, o bueno, que nunca creció. Su marcha de Zorrilla coincide con un estancamiento bochornoso y mediocre tanto por su parte como por la del Real Valladolid. La historia de campanillas y polvo de hadas se ha esfumado para el central catalán en lo que a su futuro inmediato en España se refiere.
Cuando era niño de verdad, Marc era compañero de Messi, Piqué, Fábregas y algún otro en lo que se recuerda como uno de los mejores equipos de las categorías inferiores del fútbol español en la historia. Y era titularísimo, pieza fundamental de aquel equipo. Uno de sus compañeros acabó siendo el mejor jugador de la historia, otros ganando absolutamente todo (incluso con su selección), pero Marc, mientras, estaba en el Real Valladolid, un equipo siempre en el alero.
Sin embargo, su primera época en el club blanquivioleta fue mucho más prometedora. Después de ser muy importante en Camp Barça, fichó por el Sevilla, desenvolviéndose más bien en su segundo equipo. Cuando el ciclo allí terminó, recaló en la ciudad del Pisuerga, donde se esperaba que el jugador creciera.
Y lo hizo durante un tiempo. En la 2011/12 consiguió el ascenso y al fin de la temporada siguiente, con el equipo en Primera, Marc Valiente alcanzó su status máximo en el mundo del fútbol. Con 26 años era un central cotizadísimo dentro del fútbol español, pero no quiso crecer. No se marchó de aquí buscando el siguiente escalón y claro, los tropiezos pueden hacer que acabes rodando escaleras abajo. Tanto es así que tras el descenso y no ascenso posteriores, Marc Valiente es un jugador cuestionado en un equipo de Segunda División, un equipo que no está llorando la marcha del que alguna vez pudo ser su internacional español.
¿Arriesgado esto último? Quizás no tanto. Quizás el riesgo fue el que no tomó Peter Marc no queriendo crecer. Se conformó con ser lo que era o lo que al final no ha sido. Prefirió ser cabeza de gato que cola de ratón, rico entre pobres, Dejan Bodiroga en Europa… y lo ha acabado pagando.
No quiso, no supo o no pudo crecer y ahora es un niño de 28 años que se marcha a Israel a jugar al fútbol. Se acabó el sueño del Peter Pan blanquivioleta, que, tristemente, era también el sueño de todos nosotros. Cuando parecía que podía alcanzar el nivel profesional prometido cuando era un imberbe pipiolo despreocupado, más niño y más pipiolo pareció ser. Pudiera ser que le diera miedo el abismo personal que le separaba de algo más grande, pero no se dio cuenta del precipicio que tenía a sus pies en un equipo que, al igual que él, no creció y se despeñó por el barranco.
Marc se exilia a la tierra prometida. Sin embargo, la promesa para él se esfumó, y Valladolid fue su sentencia en el tiempo. Su adiós es la mudanza de un niño.
