El mercado de verano trajo a Julien Ponceau como un posible nuevo protagonista para darle ‘punch’ ofensivo al Pucela, pero la realidad no ha acompañado ese relato. De hecho, es de Guillermo Almada esa capacidad para encontrar acomodo a un futbolista que en sus primeros días no convencía y que, por calidad, era necesario incorporar lo más rápido posible al once. Se ha notado esa mano, de hecho.
Y es que en el Real Valladolid se necesitaban tantas cosas en verano que parece que el mercado era eterno. Incluso con muchos movimientos ejecutados, algunos más que notorios por el buen tino y la velocidad para ejecutarlos (Guilherme, Guille Bueno o el propio Ponceau), la sensación es que siempre faltaba algo. Una realidad que, tras ver a Lachuer y Ponceau, podía pensarse en esos primeros partidos de ambos jugadores. Una realidad que ha cambiado, sobre todo en el caso de Ponceau, que ha sabido leer el rol que ha visto Almada en él y que ha permitido al equipo crecer en un necesitadísimo juego interior.

La llegada de Ponceau probablemente prometía otras variables interesantes en el ecosistema ofensivo del Real Valladolid. Un futbolista que, en su trayectoria, había sido una pieza importante como elemento creativo en zona atacante, reconvertido en el motor creativo desde la base de la jugada del equipo blanquivioleta. Uno de los jugadores más deseados del mercado de verano, por su desborde y eficacia entre líneas, está mezclando esa virtud con la base.
No es cosa de capricho, sino de necesidad. Y para un jugador que podría aparecer en más portadas desde un rol como extremo zurdo, mediapunta o, incluso, delantero móvil, aparecer en ese juego poco agraciado de la creación tiene su peso en oro. El franco-angoleño ha entendido la función que necesita este Real Valladolid de sus cualidades. Una visión mucho menos ambiciosa, pero más importante.
Con un escudero como Juric al lado y manejando mejores características y habilidades que su sucesor, Meseguer, para esa zona del campo, la lectura del Pucela en estas jornadas con Ponceau como pieza en ese doble pivote asimétrico está siendo un éxito. En las últimas semanas, sin ir más lejos, el juego de Ponceau no ha dejado indiferente a nadie. Claramente es uno de los mejores del Real Valladolid por la solvencia que le da en esa zona tan clave en la que el Valladolid necesitaba un plus.

A falta de Lachuer, Ponceau
Y es que la posición de Ponceau y su función sorprende también por ser algo distinto a lo que se esperaba del exjugador del Lorient y por ser él quien ocupe un rol reservado para otro compatriota suyo. Con el peso que tiene como futbolista móvil, ágil y con lectura de juego, no es que sea una realidad completamente opuesta a su posible contribución. En absoluto lo es, pero sí choca que haya adelantado de manera tan clara a un Mathis Lachuer que, además de deseado desde el día uno del mercado de verano, ha acabado intercambiando con Ponceau la labor esperada.
Y es que Lachuer pintaba más a ser esa pieza más libre dentro de la base del Real Valladolid. Incluso se podía esperar que pudiera pelearle el puesto a Juric, por ser un mediocentro más tendente al corte de pase rival que a la creatividad en sí. A pesar de todo, Almada ha vuelto a sorprender, pues, de momento, ha sacado algo de rendimiento del ex del Mirandés como enganche, por delante de ese doble pivote formado por Juric y Ponceau.

Si bien es cierto que en Burgos tenía una función más cercana a la de interior de ida y vuelta, con mucha llegada a la frontal, Lachuer es un mediocentro de formación y más de contención que organizador. Un rol que parecía poder acercarle más a esa función que hoy, con éxito, desempeña Ponceau. Un hombre llegado para atacar, tiene la función de ordenar y el hombre llegado para ordenar, parece abocado al ataque. Un mundo al revés… que funciona.
