La incorporación de Julien Ponceau al Real Valladolid ha añadido una solución creativa y táctica a la construcción ofensiva del equipo. Este centrocampista ofensivo francés, de 24 años, firmó por tres temporadas con el club tras abandonar el Lorient. Su rol va más allá del despliegue físico, pues sabemos que puede aportar dinamismo, capacidad asociativa y olfato para alimentar a los atacantes desde posiciones interiores.
Esa versatilidad lo convierte en una pieza clave para operar entre líneas, conectar con los jugadores de punta y reactivar la circulación cuando el equipo necesita generar ocasiones claras desde el trabajo colectivo. Ponceau llegó al Pucela con un bagaje sólido de más de 60 partidos en la Ligue 1 y experiencia en el ascenso desde la Ligue 2 lo avalan. En su última temporada disputó más de 2 000 minutos e impulsó el ascenso de Lorient con goles y asistencias decisivas.
Ponceau, ¿puede ser la clave?
Su trayectoria le ha dado madurez competitiva y la polivalencia para ocupar espacios en diferentes zonas ofensivas. Almada lo visualiza como un mediapunta que se mueve libre por detrás del ‘9’, capaz de recibir en espacio y dar ritmo al ataque. Esa libertad interpretativa incluye rotaciones hacia la banda o caídas al centro del campo para sumar una conexión fluida entre líneas.

Su papel es fundamental en un equipo que busca reactivar jugadas con sentido en contextos cerrados. En fases donde los rivales se repliegan ordenadamente, Ponceau ofrece desmarques inteligentes, segundos apoyos y pases filtrados que agitan la estructura rival. Además, su lectura del espacio lo convierte en receptor protegido, facilitando la circulación desde puntos de presión y evitando pérdidas innecesarias. Esa facilidad para acelerar el ataque sin perder compostura encaja con la idea de Almada de un fútbol vertical pero controlado.
“Tenemos que evolucionar en el volumen de juego”, decía Almada al término del encuentro contra el Córdoba. Y, más allá de lo táctico, el francés puede llegar a demostrar que es la pieza perfecta para darle ese punto al proyecto del Pucela en la 25/26. Tras una llegada llena de motivación tras dejar Francia, parece que el ’21’ quiere asumir un rol relevante una vez se solventaron sus problemas físicos. En una segunda división exigente, una pieza como la suya refleja liderazgo creativo y una vía de confianza.
Conectado con la idea y con el equipo
Su predisposición para aceptar un nuevo reto, a pesar de tener alternativas en su país, refleja actitud y compromiso. Aunque estuvo al margen por una lesión en el cuádriceps que le impidió arrancar desde el primer día, su llegada supone una esperanza para reforzar la creatividad. Un jugador que, una vez recuperado e inscrito, tiene un futuro enorme dentro del equipo blanquivioleta.

Su incorporación permite ajustes tácticos para un Almada que necesita ese catalizador. El galo tiene talento para acompañar un mediocampo que ha demostrado ser sólido, pero no creativo. Con la llegada de Lachuer para dar un paso adelante y pausa en ese doble pivote, así como descaro en función del contexto, Ponceau puede ser una parte esencial dentro de esa ecuación. Si hay espacios que aprovechar, Ponceau deberá leer sus trayectorias y adelantar su posición para aprovecharlas. Su movilidad y agilidad en esa zona les dará flexibilidad para multiplicar las opciones ofensivas sin romper el equilibrio defensivo.
Que Julien Ponceau haya aterrizado en Valladolid es un paso adelante claro. Es un mediapunta versátil, creativo y con experiencia y un eslabón intermedio que conecta el centro del campo con los delanteros, capaz de aportar tanto pausa como atrevimiento y unir esa facilidad para crear juego con la esperada pieza de Lachuer y la fuerza de Juric.
Su rol añade un argumento más al estilo de juego pautado por Almada, aportando poso técnico, visión de juego y capacidad para dar soluciones desde el interior. Con él en zonas intermedias y siendo el jugador que se espera, el Pucela ganará una alternativa útil para desarmar la defensa y generar juego desde el control.
 
			