Javier Pardo habla de los canteranos que son ejemplo en la primera plantilla para la base y de cómo el Promesas debe aprovecharse del ascenso a la primera división.
Por fin. Por fin puedo escribir estas líneas con el ascenso y el retorno a primera división. Tantos días sonando con que llegara este día y ahora no parezco saber qué escribir sin que me tiemble la voz -o en este caso el pulso-, algo que me hace rectificar cada palabra como si estuviera aprendiendo de qué va esto de escribir en un teclado.
Y como siempre, mi mente se vuelve a transportar casi inmediatamente y de forma inconsciente desde las gradas del estadio a Los Anexos del Nuevo José Zorrilla. A esos campos de hierba artificial, esas gradas solitarias y esos ecos de los balones que durante el año sonaron y seguirán sonando durante muchas más temporadas.
Parece que la tabla de salvación económica es el ascenso y es la primera división, pero no debemos olvidar que la tabla de salvación deportiva y ante esa economía de guerra deberá llevarnos casi sin quererlo a Los Anexos, a la cantera, a la juventud, el descaro y la inexperiencia.
Y la verdad, que analizando esta situación, es una pena el no ascenso del Promesas a la categoría de bronce del fútbol español, pues será la excusa perfecta para algunos para vestir la falta de apuesta en la cantera con una imposibilidad competitiva entre la primera y la tercera.
Éstos deben olvidar que Onésimo, Eusebio o Lázaro subieron desde esa categoría ahora defenestrada, y que en el último periplo por Segunda B sólo Asenjo dio el salto directamente aun siendo juvenil. El otro superviviente de aquella época es Jesús Rueda, que ha tenido que pasar por una cesión, media temporada en la grada y una reconversión para poder demostrar que es un jugador de primera división, si le dejan claro.
Los otros canteranos en el equipo son Óscar y Baraja. Uno subió desde el juvenil y se echó a su espalda a todo un equipo de primera división y del capi poco puedo escribir más que no sea una alabanza permanente a la cantidad de situaciones, no todas buenas, a las que ha tenido que enfrentarse en su recorrido por la primera plantilla.
El no ascenso del filial es una oportunidad perdida, pero la apuesta no puede depender de circunstancias temporales. La apuesta es una idea de club, una línea, una hoja de ruta a seguir por el club. Mi deseo es que por fin, y tras cantidad de brindis al sol en muchos veranos , sea la de poner a los canteranos, de contar con ellos, de que nuestros jóvenes valores entiendan el Somos ‘Valladolid’ y de poder ver la famosa frase de “plantilla de 21-22 más cantera”.
Mis deseos, una vez cumplido el ascenso, es ése. Que por fin, el filial sea el proveedor del primer equipo y podamos nutrir la plantilla de canteranos y pucelanos.
