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Por la borda

por Jesús Domínguez
11 de diciembre de 2011
en Noticias
Gol Hércules

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El Real Valladolid desperdicia una renta de dos goles en el Rico Pérez ante un Hércules que luchó por los tres puntos, pero que únicamente creó peligro real a balón parado, incluso después de la expulsión a Nauzet Alemán.

 

Aganzo
Foto: Marca

Hace ya casi seis años que aquello sucedió. Por culpa de un blues y un daiquiri nadie o casi nadie lo recuerda, pero aquel ajuste de cuentas fue, probablemente, el más necesario jamás cometido. No hubo tragedias. Sí buena música.

Aquel dos de febrero será por siempre recordado como el día en que Quique González perpetró su mayor obra, con permiso de la grabada en Nashville, Tennesee. Monstruos como Enrique Bunbury, Miguel Ríos, Iván Ferreiro o Jorge Drexler fueron cómplices. La obra, tan magna, lejos de ser penada, es reconocida todavía hoy como una genialidad.

En su transcurso, entre clásico y milagro, Carlos Raya hizo sonar unos acordes al son marcado por el batería. A los oídos de Rebeca Jiménez, por entonces pareja del cantautor madrileño, llegó una canción que bien podía referirse a ella o al Real Valladolid. “Hay veces que lo bordas y hay veces que lo tiras por la borda”, decía.

Teniendo en cuenta que don Enrique es seguidor del Real Madrid, y no del Real Valladolid, parece poco probable que la fuente de inspiración fuesen los colores blanco y violeta. Si quienes hacen de ellos bandera habitualmente se inspiraron en la letra de González está por ver, aunque en ocasiones así lo parece.

Y es que, mal que pese a Djukic y a sus jugadores, en Alicante los vallisoletanos volvieron a entonar, por tercera vez esta temporada a domicilio, aquella letra descarnada. Volvió, después de un primer periodo aceptable, a hacer honor a Quique y a ser de nuevo su mayor enemigo, permitiendo al Hércules igualar un partido que de inicio se les había puesto franco.

Apenas transcurridos nueve minutos de encuentro, Óscar González recuperó un balón en la zona ancha y, después de aguantar la tarascada de Diego Rivas, puso un servicio de terciopelo a Víctor Pérez, que acuchilló con un gran pase entre líneas a la defensa blanquiazul en dirección a Javi Guerra, que remató cruzado a gol.

El disparo, de fogueo, pareció en décimas de segundo no entrañar demasiado peligro, pero el meta Falcón sufrió un inoportuno resbalón que le impidió evitar que el balón, manso, se alojase en su red y colocase en franquicia a su rival.

El Hércules, como en los minutos precedentes, buscó monopolizar el balón ante un equipo agazapado, que se defendía como gato panza arriba y salía a la contra con la fiereza del tigre. El ‘Plan B’, consistente en aprovechar la velocidad de Nauzet y Jofre en los costados, funcionó a medias, ya que las más peligrosas aproximaciones fueron para los de Djukic.

El Real Valladolid no mandaba, pero sí dominaba a un equipo que se perdía en tres cuartos, frente a Rueda y Valiente y a las espaldas de Nafti y Víctor Pérez. Precisamente el jugador manchego sería quien, a falta de seis para el final del primer periodo, pondría el cero a dos en el marcador.

Rompió con la línea de presión propia, más posicional que real, para provocar que el colombiano Abel Aguilar perdiese un balón en zona de peligro. Se lo llevó hasta el interior del área, sin oposición, y anotó de tiro cruzado, bien colocado al poste contrario al meta.

Al descanso, el tanteo relativo a la posesión no iban en consonancia ni con el marcador ni con el juego ofrecido por uno y otro contendiente, ya que el sesenta y tres por ciento de posesión herculana apenas se había materializado en ocasiones. El Valladolid no tuvo muchas más, pero sí dejó, al menos, una mayor sensación de peligrosa comodidad.

A la vuelta de vestuarios Juan Carlos Mandiá dio entrada a Adrián Sardinero por Diego Rivas Míchel abandonó definitivamente la banda y tomó posiciones centradas, lo que aportó desde el primer minuto un punto más de mordiente al ataque local.

Así, apenas transcurridos cinco minutos de la reanudación, uno de esos ataques terminó propiciando el enésimo saque de esquina alicantino. El centro, de Carlos Calvo, fue embocado por Abel Aguilar, que se aprovechó del habitual desconcierto blanquivioleta en este tipo de envíos para acortar distancias.

Lo mismo haría David Aganzo en el minuto cincuenta y seis, con una salvedad: en esta ocasión el gol traía aparejada la expulsión de Nauzet Alemán, según el acta arbitral por una ostensible protesta de una decisión del colegiado que por ningún lado se vio.

Lejos de ser encajados como una lluvia de piedras, que diría González, los tantos y la roja al canario provocaron que los soldados del almirante Miroslav se multiplicasen en labores defensivas y las acometidas alicantinas se quebrasen como esas olas de mar que lo hacen antes de arribar a costa.

Tiago Gomes y Míchel obligaron a Jaime a sacar lo mejor de sí, como antes había ocurrido en la primera mitad, si bien los hombres hoy vestidos de negro no dejaron de intentarlo y dispusieron de sendas oportunidades en las botas de Jofre o Manucho.

En las postrimerías del encuentro, Juan Carlos Mandiá recurrió -nueve meses después de su grave lesión de rodilla- a Tote en lugar de su habitual desatascador, Urko Vera, pero el otrora jugador albivioleta no pudo hacer ya nada para deshacer la igualada.

Tampoco pudo hacerlo Javi Navas, el capitán del Real Valladolid Promesas, en su debut liguero con el primer equipo. Intentó inquietar a su par en repetidas ocasiones, pero sus galopadas no encontraron la suerte necesaria como para permitir que la alegría, pese a la enésima remontada, se alojase en la hinchada blanquivioleta.

Tres puntos sobre los últimos nueve posibles es el bagaje actual de un equipo que se ha convertido ya en el que más iguala de toda la categoría. Un conjunto que sigue alojado en los puestos altos de la clasificación y que continúa viendo cómo sus rivales no logran imponer su juego frente al propio, pero que, en ocasiones, tira incomprensiblemente por la borda puntos tan prematuros como necesarios para aspirar, como se quiere, a todo.

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