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Puntos insípidos

por Jesús Domínguez
4 de diciembre de 2011
en Noticias
Foto: Arturo Posada

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El Real Valladolid no es capaz de doblegar al Deportivo de La Coruña a pesar de dominar el encuentro, especialmente durante el segundo periodo. El colegiado andaluz Melero López anuló, de forma errónea, un tanto legal a Javi Guerra a instancias de su asistente por un fuera de juego inexistente.

 

Manucho
Foto: El Norte de Castilla

Servirse de puntos finales para cerrar historias de amor dista bastante de colocar un punto seguido al rock’n’roll. Los de sutura, tardan más en aliviar que aquellos que dejan las agujas usadas en acupuntura.

El punto y coma abre una tensa espera. Tres unidos, cuando son llamados suspensivos, pueden ser un simple suspiro, o bien literatura en la voz rota de Sabina.

Cuando se trata de fútbol, nunca tres son multitud. Tampoco desde la alejada línea blanca que separa a los triplistas de la fibra y la penetración. Raqueta en mano, sirven para alcanzar la gloria, más aún si eres español.

Para levantar la ensaladera son necesarios Pancho, Perico y Andrés, precisamente tres, como tres suman la piedra, el papel y la tijera. Tres cambios, que no puntos, son aquellos de los que dispone un técnico de fútbol a lo largo de noventa minutos.

Tres permutas realizadas por Miroslav Djukic frente al Deportivo de La Coruña con el afán de endulzar la boca de sus aficionados, quienes sin embargo debieron conformarse con un nuevo punto insípido -y sí, ya van tres- a pesar del dominio y el buen juego de los blanquivioletas.

No fue tan en la primera mitad, o por lo menos preciosista. El tan manido como a veces inofensivo recurso de colocar a dos extremos a pie cambiado provocó una congestión en la zona central con la que colaboró el escaso margen que dejaban uno y otro equipo entre líneas.

En la maraña de piernas, un mago hizo de ilusionista. Juan Carlos Valerón, uno de los precursores de un estilo de juego que hoy triunfa en nuestro país, se perdió a la sombra de un dromedario tunecino que corrió y corrió y jamás se cansó. Nafti campó a sus anchas durante el primer periodo buscando facilitar su juego a Óscar, el otro hombre con chistera del encuentro.

El salmantino intentó llevar de un costado a otro el cuero, y de cuando en vez hacérselo llegar a Guerra, pero ni éste estaba todo lo fino que se desea y se espera ni ayudó que su espacio terrenal fuese constantemente invadido por un hombre pequeño y otro llamado por un diminutivo de su nombre.

El partido no era un dechado de juego preciosista y oportunidades, aunque Bruno Gama -casi inédito, como Guardado- dispuso de una tímida de cabeza para adelantar al Deportivo. El Pucela, mientras tanto, pudo ponerse en franquicia gracias a otro testarazo de Mehdi Nafti a la salida de un córner y a un lanzamiento al larguero de Sisi tras un barullo en el área.

En éstas llegó el descanso, como suele ser habitual, momento para la reactivación vallisoletana. Después del dominio alterno -preferentemente local- del primer periodo, desde el inicio de la segunda mitad los de Djukic se hicieron amos y señores del balón. La defensa dio dos pasos atrás para huir de la presión deportivista y, entonces sí, llegó el fútbol.

Con él lo hizo Nauzet, que trajo consigo a la amplitud necesaria para generar juego indistintamente por dentro y por fuera. Próximo a la linea de cal puso un servicio al segundo palo, lugar al que se había desplazado Javi Guerra, para que éste rematase a la jaula. El gol, de bella factura por la finalización y el centro, fue anulado por un fuera de juego inexistente del malacitano.

Oltra buscó la reacción primero con el contraataque y la velocidad que ofrece Diogo Salomão y más tarde, con la entrada de Borja Fernández, con el anhelo de detener el ritmo de juego que imponía el Real Valladolid en uno de sus mejores ratos de la campaña.

Estos instantes de brillantez no bastaron para que los de Djukic se llevasen los tres puntos. Más bien al contrario. De no haberse topado el cabezazo de Colotto con la cepa del poste, podrían ni tan siquiera haber logrado un empate que bien podría haber deshecho Manucho -o no, cierto es- de haber entrado antes.

Lo hizo en el tiempo de descuento, ante el desconcierto propio y ajeno, y ya nada pudo hacer para romper una igualada que habría hecho justicia de haberse postergado durante todo el encuentro el juego ramplón de los primeros cuarenta y cinco minutos. Dado el punzón en que se convirtió el Real Valladolid en la segunda mitad, el empate sabe más bien a poco o nada.

Paradójicamente, las ocasiones más claras llegaron cuando peor era el juego. Cuando el cuero circulaba a una mayor velocidad, faltó precisión no ya para convertir, sino incluso para poner en aprietos a Dani Aranzubía, segundo meta consecutivo que cierra su portería ante un equipo que sigue dominador y en un auge que irá a más cuando vuelvan los goles.

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