Existen los puntos finales. También los suspensivos. Los punto y seguido y los dos puntos. Los hay de sutura y cardinales. Los que dejan un regusto agrio, y los que sacian cuando los logras. Uno de éstos es el logrado en El Montilivi por el Real Valladolid. Porque lo cierto es que, por más que llegase líder allí, en Cataluña el equipo no hizo méritos para mucho más.
Los soldados de Miroslav pusieron voluntad, pero no movilidad. Ni la suya ni la del balón. Manejaban el cuero, pero faltó circulación en un equipo que, mal que pese a muchos, notó en exceso la falta de Álvaro Rubio. Entró Javi Baraja en su lugar, más activo frente al Nàstic de lo que estuvo el compañero de Iker y Xavi en el Mundial sub-20 ante el Córdoba la pasada semana.
La permuta, quizá realizada con la intención de jugar más directo y favorecer las ayudas defensivas que Jorge Alonso no ofrece, no surtió demasiado efecto a la hora de cortar las líneas de pase rival. Tampoco sirvió de demasiado en ataque, si bien se debió ello más a la inactividad de los jugadores de tres cuartos en adelante.
La entrada de Nauzet provocó el desplazamiento de Sisi al costado zurdo, puesto donde lleva tiempo demostrando no sentirse cómodo. Además, el canario no fue el mismo jugador que entre semana hizo cuatro tantos, y el hecho de que en el perfil zurdo hubiese siempre un diestro impedía qu hubiese la amplitud de otros días.
A pesar de todas estas imperfecciones, hasta ahora desconocidas en los blanquivioletas, fueron los de Djukic quienes se adelantaron en el marcador con un tanto de Óscar González, que llegó tras un centro de Carlos Peña que Alberto Bueno no alcanzó a rematar ni defensa alguno a despejar.
Transcurrieron nada más que ocho minutos entre el gol del salmantino y el del zaguero local Migue, que a cinco minutos del descanso remató a gol un córner botado por Juanlu. Un minuto antes, Jaime impidió que fuese Dani Nieto, el mejor de los suyos durante todo el encuentro, quien llevase la igualada al tanteador y al tiempo de asueto.
En la caseta se quedó Jorge Alonso, con lo que el Pucela pasó a dibujar una 4-1-4-1 que tampoco favoreció una más fluida circulación de balón más allá de un arreón inicial que sirvió para aproximarse a las redes de Santamaría, pero en ningún para poner nervioso al ex de Málaga y Osasuna.
Todo lo contrario ocurrió con el Girona, que en el segundo periodo fue de menos a más hasta el punto de gozar de oportunidades para alzarse con su primera victoria de la temporada. Fue buena la lectura -una más- del partido de Raúl Agné, que introdujo a Moha y Ion Vélez para aprovecharse del novel Tekio y de Jesús Rueda, desacertado durante todo el encuentro.
El Valladolid recurrió a Guerra, pero éste, recién salido de una lesión, apenas pudo aportar nada en los veinte minutos que estuvo sobre el césped en el lugar de Alberto Bueno. El madrileño se mantiene una semana más como pichichi de la categoría, a pesar de ponerse de manifiesto que no se desenvuelve bien como referencia única de un ataque que de por sí adoleció de movilidad durante los noventa minutos ante un equipo muy bien plantado y que en ningún momento permitió que los vallisoletanos jugasen con la comodidad de los partidos previos.
El propio desacierto catalán y el buen hacer de Jaime terminaron por hacer bueno un resultado que no sirve para seguir encaramados en la tabla clasificatoria, pero sí para percibir errores a subsanar y mantenerse invictos, cosa que ningún candidato, salvo el Elche, puede presumir en las escasas tres jornadas disputadas.