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Qué fue de…Dejan Drazic

por Jacobo Herrero
29 de abril de 2020
Drazic || Foto: Sergio Sanz

Drazic || Foto: Sergio Sanz

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El jugador vino a formarse al Real Valladolid bajo la etiqueta de promesa de futuro. Un doblete en Copa del Rey fue su mejor y casi única aportación en Zorrilla

 

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Drazic || Foto: Sergio Sanz

Hace no tanto, allá por la temporada 2016/2017, el Real Valladoid contaba en su plantel con una de las crestas más puntiagudas de todo el panorama fútbol. Ni Arturo Vidal, ni Pogba, ni siquiera el conocido El Shaarawy podían igual su look al de este protagonista.

No había gomina suficiente en toda Pucela ni secador con tanta potencia capaz de sostener ese pelo los noventa minutos de partido. Claro que, la mayoría de veces, no llegaba si quiera a jugarlos.

Dejan Drazic, aquel joven serbio de pelo en pincho, dibuja la historia de esa pequeña gran promesa que parece que sí y luego no, y se queda a medio camino. Un poco al estilo Gourcouff, Bojan o Afellay, de esos que debutan con el Petit-suisse en la mano.

Drazic pasó por la liga con más pena que gloria y aun sin cumplir los veinticinco –tiene veinticuatro– marchó a las antiguas tierras yugoslavas como el que regresa a casa tras un largo periplo europeo. Lo de Drazic, más bien, fue un viaje en Interrail. O un Erasmus, en todo caso, puesto que, apenas cumplida la mayoría de edad, el Celta de Vigo se hizo con los servicios del joven balcánico para intentar dar forma a ese pedazo de arcilla virgen procedente de las categorías inferiores del FK Teleoptik, el FK Partizan y el OFK Belgrado; este último, el club en el que debutó como profesional un 21 de septiembre de 2013.

Los vigueses, que veían en esta cresta rocambolesca un filón para sustituir a un Santi Mina recién fichado por el Valencia, no tardaron mucho en darse cuenta de que a ese pedazo de arcilla le hacía falta bien de agua y cariño. En otras palabras, que estaba un poco verde, lo cual explica que buena parte de su estancia en Galicia la pasara jugando con ficha del filial.

Pero, antes de recalar en el Celta B a las órdenes de un Rubén Albés que supo sacarle su máximo jugo, el extremo se enfundó la blanquivioleta. Y lo hizo como cedido en un verano seco, al estilo de la temporada que vendría después, pues aquel curso el equipo comandado por Paco Herrera no fue capaz ni de entrar en la promoción de ascenso. Drazic no atinó en su presentación. “Vengo a sumar minutos y a ayudar al Real Valladolid a subir a Primera”. Casi que ninguna de las dos cosas.

Tras trece encuentros disputados con el Pucela, Drazic solo brilló en un partido de Copa del Rey contra el Tenerife. Fue en octubre de 2016, en un Zorrilla con poco público y en un choque en el que el futbolista anotó dos goles de gran belleza, pero que acabarían convirtiéndose en meras anécdotas.  Aquella noche se vistió de héroe, decantando la eliminatoria en la prórroga. Al día siguiente, en cambio, ya era un mortal más. Y Paco Herrera decidió usarlo en contadas ocasiones.

Finalizado el año, y sin llegar a acumular 300 minutos, regresaría a Celta para ayudar al segundo equipo a clasificarse para los play-off. Después vino un tímido adiós. “O club quere expresarlle a Drazic o seu agradecimiento pola profesionalidade, o compromiso e o gran comportamento mostrados na súa etapa celeste, así como desexarlle o maior dos éxitos no seu novo club”. Pues eso, que gracias y hasta la vista. Año 2018 y Drazic ya no se peinaba con cresta.

Desde entonces, el jugador es propiedad del Slovan de Bratislava, aunque el pasado mercado de invierno se marchó como cedido al Zagłębie Lubin, donde ha disputado tres partidos. Lejanos quedan sus carreras por los campos españoles y sus tiempos mozos –permítase la expresión– cuando su flequillo apuntaba al cielo como si acabara de acalambrarse. Eléctrico era, desde luego, aunque para muchos carecía de esa chispa necesaria para el despegue que pudo ser y no fue. Al menos en Zorrilla.

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