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Quién sabe dónde

por Jesús Domínguez
3 de septiembre de 2010

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“¿Dónde está Ángel Félix?”, podría preguntarse alguien después de su ‘no despedida’ ante los medios. Sin embargo, ni los más cercanos parecen acordarse ya de un hombre que trabajó para el Real Valladolid durante casi diez años y conoció nada menos que ocho entrenadores.

 

%C3%81ngel F%C3%A9lix 3.2Muchos han sido los servicios prestados por Ángel Félix Ibáñez (Bahía Blanca, Argentina, 1947) al Real Valladolid. Éstos cesaron este lunes, tras la destitución de José Luis Mendilibar, quién había convertido en su mano derecha a un hombre que antaño ya lo fuera de toda una institución en el fútbol mundial, como es el rosarino César Luis Menotti.

Con ‘El Flaco’ estuvo seis meses. Veinticuatro había estado anteriormente con Ángel Cappa, uno de los máximos exponentes del menottismo. Con Jorge Valdano arribó a Tenerife en 1993, antes de pasar por el Real Madrid y el Valencia. Fue ‘El Filósofo’ quién lo recomendó a Nacho Lewin cuando éste se convirtió en presidente del Real Valladolid. Llegaba para dos años. Estuvo casi diez.

Con él, en la casa blanquivioleta han trabajado (o mejor dicho, él ha trabajado con) Pancho Ferraro, Pepe Moré, Fernándo Vázquez, Antonio Santos, Sergio Kresic, Marcos Alonso, Alfredo Merino y el hombre del que ahora debiera haberse ido de la mano, José Luis Mendilibar.

Y decimos debiera porque, al contrario que el preparador físico Toni Ruiz, Ángel Félix no estuvo con quien en él depositó su confianza durante casi cuatro años en el momento de su despedida, aun pudiendo ser más emotiva si cabe la despedida que él mereciera después de tanto tiempo como asalariado pucelanista.

Sin embargo, no ha trascendido que haya acudido a las oficinas a despedirse de aquellos con los que hasta este lunes ha trabajado. Ni aficionados. Ni prensa. Nadie lo ha visto. Parece que ni los jugadores. Más de uno ha pensado incluso en apelar al ya extinto programa que conducía en TVE Antonio Lobatón, “Quién sabe dónde”, para saber de su paradero… o no.

Resulta cuanto menos curioso que su ‘no despedida’ haya sido igual de silenciosa que su estancia en el club, ya que poco o nada se ha hablado de él en el puñado de años que ha pasado en Valladolid. Y es que si una virtud se podía reconocer a Ángel Félix era que sin duda no manchaba (aunque hubo un día que hablando de Caparrós en que…). Sin embargo, muchos en los medios le reconocían también un grave defecto: El no limpiar.

Esta misma temporada ha quedado constatado, en los momentos en que Mendilibar ha sido “menos él”, que la figura de un segundo entrenador como Ángel Félix podía considerarse como mínimo sospechosa, ya que en ningún momento se ha visto al argentino dirigiéndose aparte de forma prolongada y reflexiva con ninguno de los jugadores que mayor controversia han generado hasta el momento.

Quizá sea eso por lo que los medios, las pocas veces que han convertido a un hombre tranquilo en noticia, le que han criticado. O quizá que en los momentos de bloqueo mental del de Zaldibar no fuese él quién aportase una salida. Aunque, cierto es, quizá no fuera esa su función. Pero entonces, ¿cuál era?

Aquellos que han seguido los entrenamientos del ya ex entrenador blanquivioleta a lo largo de su periplo pucelano, a duras penas habrán visto a Ángel Félix aportar demasiado, más allá de un entrenamiento de porteros sin ningún tipo de ejercicio fruto de su imaginación. No cabía tampoco esperar otra cosa, teniendo en cuenta que como jugador fue ‘goalkeeper’. Nada tiene que ver, pensarán. Y pueden acertar, pero tengan en cuenta que la posición y el entrenamiento de un guardameta es algo muy específico y que no cualquiera puede (o, quizá, debe) desempeñar.

Ése ha sido casi el único oficio que se le ha conocido en los últimos tiempos. Beneficios pocos más se le conocen, salvo si los menos críticos quieren reconocerle mérito alguno en la formación de Sergio Asenjo o Jacobo, o incluso en la gestación del bebé de primera que Mendilibar en nueve meses fecundó.

Quizá sea por ésto por lo que en un día tan emotivo como el de ayer, pese a todo lo anterior, uno echase en falta su presencia. Con sus virtudes o defectos, con sus acciones u omisiones, también él formaba parte de un proyecto que a todo en el pasado había ilusionado. También él formaba parte de un proyecto que ayer fue homenajeado por trescientos aficionados que no merecían como desplante la no comparecencia de uno de los amigos que ahora se van. Porque, ¿acaso no era amigo?

Los motivos y la respuesta, sólo el hombre tranquilo que amaba pasar desapercibido los sabe. En cualquier caso, suerte, Ángel Félix.

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