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Sandro saca al Real Valladolid de la inopia

por Jacobo Herrero
23 de febrero de 2020
Foto: La Liga

Foto: La Liga

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Un gol del delantero canario cambió el guion del partido ante el RCD Espanyol, en el que dominó el Pucela, pero sin causar mucho peligro

 

Sandro
Sandro conduce el balón || Foto: La Liga

Estar en la inopia: estar distraído o no enterarse de lo que sucede alrededor. Esa es la definición de un síntoma que parecía sufrir el Real Valladolid hasta el minuto 77´ del partido ante el RCD Espanyol.

Fue entonces, a cerca de diez para el final, cuando un joven canario llamado Sandro Ramírez se convirtió en el más listo de la clase y cazó un mal despeje de Diego López para inaugurar un marcador que ampliaría su compañero Guardiola apenas cinco minutos más tarde. Ganó el Pucela; ganó un equipo que da un salto de gigante hacia la permanencia, aunque el monólogo descafeinado que aturdió al José Zorrilla hasta bien entrada la segunda parte restó épica al cruce que se esperaba.

Como dos cocodrilos al sol, como dos púgiles cada uno sentado a cada esquina del ring y a la espera del sonar de la campana, los primeros minutos del encuentro dibujaron un duelo con unos contendientes acongojados; tímidos por el miedo a fallar en vez de ir a por tres puntos vitales. Ganar o irse al barro: esa era la consigna.

El soliloquio pucelano, que se inició desde los primeros compases, estuvo encabezado por un buen Rubén Alcaraz. Un jugador que, exceptuando sus tiros desde la frontal, más próximos a la grada que la a portería, se fue al vestuario con la sensación del deber cumplido. Más que otros, al menos.

No pudo decir lo mismo Míchel, errático durante todo el partido, ni un Toni al que parece faltarle una marcha y que acusó esa inopia en ocasiones desmedida que, de usual en Valladolid, parece haberse interiorizado. Tal es así, que ni la expulsión de David López en el minuto veinticinco logró trastocar un guion que se mantuvo inmóvil hasta después del intervalo. Por si fuera poco, la mejor la tuvo el Espanyol, en un cabezazo de Calleri dentro del área, que golpeó blando, a las manos de Masip.

Tras el descanso, la misma sensación. “Falta un poco más”. Faltaba mucho. Faltaba tanto que los cocodrilos, de tanto sol, podrían echarse la siesta. El revulsivo aguardaba en la caseta y, llegado el minuto 63, saltó al verde el delantero con el número veinte a su espalda. Sandro por Míchel: ese fue el cambio de tornas, y el partido que se fue avivando, aunque sin excesos, pues claro, despertar lleva lo suyo. Hasta tuvo que entrar Hervías para darle ese ‘punch’ definitivo.

Fue Raúl Carnero, de los mejores del conjunto local, quien con un potente disparo hizo que el cuero se escurriese de las manoplas de Diego López que nada pudo hacer, más que contemplar cómo el rechazo caía a los pies del citado Sandro, el cual, tras una mini pausa, lanzó un chut que se fue para dentro. ¡Anda, si había partido! ¡Y de los gordos! Pues vaya, ochenta minutos después. En efecto, ochenta minutos después, Sandro sacó al Pucela de la inopia.

Rota la barrera psicológica, al partido lo inundó una bocanada de aire fresco que varios futbolistas del Real Valladolid utilizaron para liberarse de unas cadenas con las habían sido incapaces de correr hasta el momento. Así, con el juego más abierto, poco hubo que esperar para que Ünal cediese a la contra un regalo a Sergi Guardiola, que ponía el 2-0 a escasos minutos final.

El equipo de Sergio González atrapaba así una victoria, no sin que antes el colegiado, con ayuda del VAR, pitase una mano en el área de Kiko Olivas que concedía un penalti al equipo blanquiazul. Embarba, desde los once, reducía distancias y dibujaba en el marcador un 2-1 con el que Zorrilla se alzaba victorioso muchos meses después, desde el mes de noviembre para ser más precisos.

Al final, victoria en Valladolid. Victoria que evita cantar eso de “no hay que llorar, que la vida es un carnaval”, pues no se lloró, porque se logró un triunfo. Pero a muchos les hubiese gustado que el cocodrilo blanquivioleta hubiese enseñado más sus fauces. Sandro trajo café a un Pucela que pasó por el césped sin pena ni gloria. Lo que importa, todo hay que decirlo, es que no hubo pena. Y la gloria, ya se verá. De momento, está mas cerca.

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