El delantero del Real Oviedo es el último en regresar al club asturiano tras probar suerte en otros equipos. Antes lo hicieron, entre otros, Cervero, Esteban o Michu

Hace un par de semanas, en medio del parón navideño, el Real Oviedo anunciaba la llegada de su primer refuerzo invernal: Saúl Berjón. Los rumores se confirmaban, y el delantero asturiano regresaba así al club que le había visto crecer. Este fichaje, más allá de su innegable calidad, supone un paso más en la filosofía que el club carbayón lleva aplicando en los últimos años. Aquel canterano que decidió hace doce años probar suerte lejos del Tartiere volvía a su casa.
Los que, como el propio Saúl o quien escribe, estamos lejos de la ‘tierrina’, recordamos muy a menudo esa parte de nuestro himno que dice “¡quién estuviera en Asturias en todas las ocasiones!”. La morriña, que dicen nuestros vecinos gallegos. Unos versos que bien pueden haber resonado en la cabeza del ahora delantero azul, como en su día también puede haberles sucedido a Cervero, Esteban o Michu.
Y es que Berjón no es el primero, ni probablemente sea el último, de esa lista de futbolistas que regresan a sus orígenes. No es que sea, ni mucho menos, una situación paradigmática que solo se dé en el Real Oviedo, pero en este club se valora de una manera muy especial el tener raíces azules.
La explicación, si es que un sentimiento la tiene, bien puede remontarse a los años más turbios del conjunto azul. Cuando el Real Oviedo pululaba entre la Tercera División y la Segunda B. Cuando cada pretemporada era una ilusión que terminaba por desvanecerse nada más que el balón imponía su ley. Cuando el barro, la mofa y el miedo a desaparecer eran el pan nuestro de cada día de una hinchada a la que solo le quedaban unas lágrimas, las de alegría, que parecían empeñadas en no querer aflorar jamás.
Fueron años en los que llegaban nombres que, al finalizar su contrato, habían pasado por el Real Oviedo con más pena que gloria. Una lista en la que se echaba de menos a aquellos que se habían ido lejos para intentar triunfar: Mata, Cazorla, Michu, Esteban, Adrián, el propio Berjón… Años, en definitiva, en la que la esperanza estaba ya tan perdida que, de naufragar, era preferible hacerlo en un barco cuyos timoneles sintieran los colores.
Que un futbolista quiera regresar al club que le vio crecer es normal. Que quiera acabar su carrera en casa, en su tierra, más aún. Que rechace mejores ofertas y descienda varias categorías para hacerlo parece, a todas luces, una locura. Quizás el caso más representativo sea el de Esteban, que hace dos temporadas abandonaba el Almería –en Primera División– para conseguir el ascenso a Segunda División con el Real Oviedo. Junto a él está Michu, que este verano se incorporó a la disciplina azul tras una temporada en las filas del Langreo para intentar llegar en la mejor forma posible.
Aunque antes que estos dos, estuvo él. Diego Cervero, símbolo de la afición carbayona en los momentos más oscuros. Juró que no se iría del Real Oviedo hasta devolver al equipo al fútbol profesional, y así lo hizo. Formado en las categorías inferiores, abandonó el Tartiere en 2006, lugar al que regresó seis años más tarde. Cervero es el ejemplo más claro de que querer es poder. Aunque en sus dos últimas temporadas estuvo muy lejos de ser el que un día había sido, el delantero siguió ocupando un puesto especial dentro del vestuario. Incluso su salida al Fuenlabrada, que esta vez parece ser la definitiva, fue especial. A oviedismo pocos le ganan.

Foto: El Comercio
Calidad y amor a los colores, de la mano
Y ahora llega Saúl Berjón, cuyo desempeño sobre el césped es de sobra conocido. Tras su paso por el Barça B, Murcia o Eibar, entro otros, el delantero asturiano probó suerte en la liga mexicana. Las cosas no le salieron demasiado bien en México, y Berjón decidió que era el momento de regresar a casa. Rescindió su contrato y aunque le llegaron ofertas de equipos de Primera, como él mismo reconoció en un diario asturiano hace un par de días, Berjón decidió firmar con el Real Oviedo.
Apenas ha disputado dos partidos con el conjunto azul y ya ha dejado varios detalles que anticipan lo que puede llegar a hacer cuando coja totalmente el ritmo. Su debut en la segunda parte contra el Sevilla Atlético, cuando los carbayones perdían 0-3, sirvió para que el equipo se viniera arriba y comenzara a competir como no lo había hecho hasta ese momento.
La semana pasada ante el Elche, en la que fue su presentación ante la parroquia azul, Berjón saltó al césped del Tartiere como titular y cuajó unos más que notables 75 minutos. Proporcionó al equipo la profundidad y la verticalidad que tanto se echaba de menos y dio la asistencia a Toché en el primer gol del Real Oviedo. Además, se asoció a la perfección con sus compañeros, especialmente con Susaeta, y dejó a la afición soñando con la sociedad Michu-Berjón.
Más que un revulsivo para el equipo, que también, el Real Oviedo ficha un símbolo. Alguien que sabe lo que es luchar y sentir los colores. Puede parecer una tontería, algo sin la más remota importancia, pero en un club como el Oviedo se valora de una forma especial. No quiere esto decir que el haber sido canterano esté por encima del desempeño sobre el césped pero, si como en el caso de Berjón, ambas cosas van de la mano, mejor que mejor. Lo que es indudable es que el sentimiento de pertenencia carbayón tira. Y mucho.
