Frío, ‘Juego de Tronos’, Esparta… y Real Valladolid. Todo eso y más en una nueva columna de Jesús Moreno, perteneciente a su sección ‘Líneas de cal’.
Se acerca el invierno. A Valladolid. Como si se tratase de las frías tierras de Invernalia y lo viniera anunciando un cuervo procedente de Desembarco del Rey. No ese invierno marcado por las heladas, atardeceres prematuros y noches gélidas. Ese invierno que nos deja días de sol sin sol y brillo sin brillo.
Nos hemos acostumbrado de tal manera a este tiempo de grises, marrones y verdes que, a base de sufrirlo, le hemos cogido cariño hasta el punto de añorarlo durante los días de calor sofocante pues, no en vano, es otro de los pilares que cincelan ese carácter tan nuestro, frío en unas ocasiones y seco en otras como el clima que nos acompaña a diario. Serio, honesto y sincero, y tan poco dado a la sonrisa que se diría que su solo esboce tiene tanto valor como la firma de un notario.
Pero no, no se nos viene ese tipo de invierno. Nos llega, con esa angustia helada del que está obligado a ir a una guerra que no es la suya, el tramo más duro de la temporada. Aquel que no concede súplica a los cobardes ni éxito a los valientes. Pero que al disputarlos, esos partidos colocan al Real Valladolid en el lugar que le corresponde y del que nunca más debe salir. Partidos que se deben afrontar como se hacía antaño, en los viejos tiempos, en los buenos tiempos. En los tiempos del todo o nada, que dicen en Sin City. Cuando el dinero gastado por el rival no era sinónimo de derrota, sino que insuflaba mayor arrojo para conseguir la victoria. Choques a cara de perro y público entregado. Partidos donde habría que esculpir en la bocana de vestuarios, como hicieran en Anfield, la expresión “Esto es Zorrilla” o, si lo prefieren, “Somos Valladolid”. Declaración de intenciones y aviso para navegantes: Nadie entra aquí y sale vivo para contarlo.
Resuenan tambores y cornetas mediáticas. En el horizonte ya se avista con el mismo resplandor que las tropas persas del rey Jerjes camino de la batalla de las Termópilas, al más poderoso entre los poderosos, cuyo único objetivo será hacer hincar la rodilla a un Real Valladolid dispuesto a vender cara la derrota, como hicieran en su momento el espartano Leónidas y sus trescientos.
Un Real Madrid, actual dueño del Trono de Hierro liguero, que llega a Valladolid resarcido en su orgullo y con bríos renovados tras espantar de un plumazo sus miedos y temores a costa de su víctima favorita y que tiene en un renacido Cristiano Ronaldo su particular Jaime Lannister -el ‘matarreyes’- que trató al Atlético de Madrid como William Munny usaba las latas viejas, para afinar su puntería. Auténtica leyenda del indomable con un ego aún mayor que su enorme talento, que le puede hacer morir como a Narciso si no ve reflejada su figura en un balón de oro.
En frente el Real Valladolid, alejado de los focos y los medios, desconocido para el gran público que tilda de sorpresa cada una de sus victorias. Con una plantilla tan corta y tan acosada por las lesiones que casi ha tenido que llamar a filas a todos los campesinos y niños con edad suficiente para empuñar un arma. Un Real Valladolid -de crecimiento exponencial a cada partido y a cada entrenamiento- descarado, valiente y sólido que, como si del pueblo galo de Astérix se tratara, solo teme que el cielo se derrumbe sobre su cabeza.
El Real Valladolid afrontará el partido del sábado con el convencimiento de que la gloria está a noventa minutos de distancia y, como decía Aquiles a sus mirmidones, solo tienen que cogerla. Sin miedo porque nada tienen que perder, con afán y con entrega y, quién sabe, tal vez sea a nuestro rival a quien se le acerque el invierno.
