Tras el cero a tres de la ida frente al Numancia, el Real Valladolid buscará en Zorrilla subir el último peldaño que le devuelva a Primera cuatro años después
Cuando el árbitro pitó el final, nadie podía contener las lágrimas que significaban ni más ni menos que un ascenso a Primera División después de dos años en la categoría de plata. Con prórroga y con remontada incluida tras un gol del Alcorcón que, por un momento, disolvió las esperanzas. Pero esa historia solo podía tener como desenlace el triunfo. Fue el 16 de junio de 2012. Seis años después -casualidad o no, el mismo día– el Real Valladolid quiere vivir otro final feliz.
Es cierto que provoca hasta cierto sentimiento de extrañeza, sorpresa o incluso de melancolía saber que, después de tantos disgustos, el Real Valladolid puede estar a veinticuatro horas de desalojar la residencia donde ha vivido los últimos cuatro años. Con sus encantos, porque Segunda también los tiene, pero, por supuesto nadie esconde el deseo y la ilusión de mudarse a la máxima categoría del fútbol español.
En Los Pajaritos, los de Sergio González ya dieron la señal. No es para menos con el cero a tres de la ida que otorga cierta comodidad, aunque ni mucho menos conformismo ya que la eliminatoria no estará sentenciada hasta que el árbitro pite el final. Al fin y al cabo, un piso no queda comprado hasta que no se plasma la rúbrica en el papel.
Y el Real Valladolid tiene la fortuna –si se le puede llamar así– de que eso se hará en casa. En el José Zorrilla (este sábado a las 20:30 horas), un estadio que, por tercera vez consecutiva estará a rebosar, pleno de confianza –desde luego, los suyos les han dado motivos para tenerla– y con el sueño de repetir el éxito cosechado frente a Osasuna y Sporting.
Aunque, esta vez, a lo grande, con la posibilidad de revivir un ascenso, de volver a disfrutar una noche como aquella frente al Alcorcón que tantos buenos recuerdos dejó.
Será difícil, porque en un deporte como el fútbol en noventa minutos todo es posible, pero no tanto por dos razones. En primer lugar porque queda demostrado que la comunión entre club y afición –al menos desde la llegada de Sergio González– es invencible y, en segundo lugar, porque los pucelanos tienen una ventaja considerable.
Los goles de Kiko Olivas, Hervías y Plano en Los Pajaritos, además de la superioridad mostrada frente al Numancia durante la mayor parte del encuentro, hacen pensar que es un resultado –casi– imposible de remontar. Aun así, a estas alturas de la temporada ya nadie duda de que el Real Valladolid –el de González– saldrá a ganar el encuentro porque está en su ADN.
Aunque, pese a que Arrasate hablara de una eliminatoria “semi-imposible” al finalizar la ida, tres días después eso no se contempla en Soria. Porque no se rinden: “Es el último partido de la temporada y debemos terminar con las botas puestas”, sostiene el técnico. Se quieren aferrar al precedente de la temporada 2010/11, cuando consiguieron ganar por 0-4 a la Ponferradina. Esa fue la última vez que los numantinos consiguieron un resultado así.
Zorrilla busca su día de gloria tras cuatro años de agonía
Pero el Pucela quiere su final feliz, que serviría para coronar el idilio por el que atraviesa el equipo desde la llegada de González. Porque tras meterse en play-off, ha ganado los tres partidos y, además, de forma convincente, con un Hervías en estado de gracia y un Mata que no quiere dejar la categoría de plata sin marcar su gol treinta y cinco, aunque solo sea por la rima.
Seguramente, ambos estén en ese último once inicial de la temporada, aunque la última palabra la tendrá el técnico blanquivioleta, que dispone de un plantel de veintiún jugadores: Masip, Becerra, Moyano, Antoñito, Kiko Olivas, Rotpuller, Calero, Nacho, Borja Herrera, Anuar, Javi Pérez, Borja, Hervías, Gianniotas, Ontiveros, Toni, Mayoral, Óscar Plano, Chris Ramos, Toni Martínez y Mata. Por su parte, Míchel, Deivid, Luismi y Cotán se quedan fuera por lesión.
Esa última alineación que formará el técnico blanquivioleta esta campaña puede pasar a la historia y quedar en la memoria de los más de veinticinco mil aficionados que acudirán al encuentro decisivo con el objetivo de, por fin, disfrutar.
Quieren gozar de un buen partido y, sobre todo, de una fiesta que haga olvidar los cuatro años de travesía en el desierto en Segunda División por el que ha pasado su equipo. Para dejar atrás a Luis César, a ese conjunto que se quedó a un suspiro de meterse en play-off la temporada pasada y al que a punto estuvo de dar un susto hace dos amenazando con bajar.
Es momento de hacer borrón y cuenta nueva e iniciar un nuevo camino en Primera tanto tiempo después. Nunca ha estado tan cerca. Tan solo a un partido, a noventa minutos de hacerse realidad. Y después de todo lo que ha costado, qué bonito sería.