Oda al fútbol tradicional; al fútbol que describía las tardes de domingo en el Estadio José Zorrilla; una costumbre casi olvidada, pero rescatada en el próximo partido liguero
-Abuelo, ¿por qué preparas con tanta ilusión la bufanda esta tarde? Es un partido más… como otros tantos que juega en casa el Real Valladolid.
-No hijo, no. Este es especial.
– ¿Y por qué?
-Vuelve el fútbol los domingos a las cinco, aunque sea una vez a la temporada…
Hace no mucho tiempo, los partidos se jugaban a las cinco de la tarde de domingo. Todos, o al menos un carrusel de ellos, seguidos, cómo no, con el transistor pegado a la oreja.
Se dejaban dos o tres para el sábado y uno para las nueve de la noche que emitía Canal+, fuera el equipo que fuera, no siempre el Barcelona o el Real Madrid como hacen siempre ahora. Entiendo que sean los clubes que más tirón mediático tienen, pero tendrían que saber que las aficiones de los demás equipos también existimos y que tenemos derecho a ver a los nuestros al igual que blaugranas y madridistas lo hacen.
Daba gusto cuando los domingos, cada quince días, tenían el plan establecido desde que salieran los horarios. Fútbol a las cinco y ya echabas la tarde allí. ¡Qué tiempos aquellos… y qué felices éramos! Recuerdo perfectamente lo que hacía: me levantaba, desayunaba y a misa de doce. Después, sus buenos vermuts en el bar de la plaza con el resto de familia o amigos y a comer a las tres. Que si cocido un día, que si paella otro, ensaladilla rusa cuando ya el calor empezaba a apretar por estas tierras de Castilla y a las cinco… a las cinco sentado como un clavo en la butaca de mi querido estadio. . Allí estaba yo con mi bufanda, la misma que ahora tengo entre mis manos.
El que me ha visto ser niño, adolescente, joven y mayor. El que ha permitido que ría y llore de alegría a una misma vez, donde he visto ascensos y dolorosos descensos. El mismo que ha permitido que conociera a tu abuela y lleváramos a tu padre y ahora te llevaré a ti siempre que pueda. Ahora sigo yendo, claro. Un amor así no se puede abandonar hasta que Dios quiera llevarme, pero no lo hago como antes. Cada quince días.
Ahora, con estos horarios infames y los achaques que tengo, y mis 86 años llenos de aventura,s no me permiten asistir todo lo que quisiera. Partidos a las ocho, nueve o diez de la noche en estos inviernos en la meseta no son convenientes para mi salud, y por mucho que quiera a mi equipo, ya no estoy para esos trotes.
-Pero, ¿por qué ya no hay partidos a esa hora? ¿Y por qué no se juegan todos juntos?
-Las televisiones, el fútbol negocio y todo lo que rodea a esto. Nos quieren echar del estadio poco a poco… por mucha televisión e Internet que exista. Como se ve desde tu sitio, sea preferencia o tribuna, fondo o palco, no se ve en ningún sitio. Te lo digo yo, que ochenta años de fútbol en vivo y en directo dan para muchas cosas.
-¡Qué envidia abuelo! Cómo me gustaría haber vivido eso que cuentas y no tener que estar yendo por la noche al estadio a pasar frío. Y no solo eso, muchos días no me deja ir mi papá porque al día siguiente tengo cole muy temprano.
– Venga, vamos, coge tu bufanda, que si seguimos de cháchara no llegaremos… las cinco se acercan…
