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Siete pecados

por Jesús Domínguez
4 de junio de 2012
en Noticias
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El Real Valladolid cosecha su sexta derrota de la temporada ante un voluntarioso Guadalajara en un partido carente de tensión competitiva alguna, en el que los blanquivioletas jugaron con el freno de mano echado ante la proximidad del play-off y el previsible empate finalmente dado en Balaídos.

 

GuerraLujuria. Algunos la conocerían la pasada noche en Vigo, aunque para desgracia de la nueva ciudad de primera división, en nueve meses allí no habrá el baby boom provocado por el tanto de Iniesta en Londres o por su gol de todos. El motivo, tan sencillo como que el partido disputado en Balaídos -llámenlo ‘X’- terminó en coitos interruptus por carecer de todo tipo de tensión y fútbol. Hubo celebración, como hubo alegría, pero sin hacer de menos ningún tipo de victoria, celebrar sin ganar es menos celebrar.

 

Gula. Más allá del estruendo prometedor que provocó el que Óscar adelantase al Real Valladolid apenas arrancado el envite, el Pucela careció de ella ante el Deportivo Guadalajara. Hubo ocasiones, sí, aunque, como ha ocurrido ya en unos cuantos partidos, no parecieron consecuencia de una excesiva avidez de sangre goleadora.

No porque el equipo no tenga sed de victoria, sino porque en ocasiones oculta bajo su fútbol el hambre de gol, pecado que, a falta de un ascenso directo que llevarse a la boca, a buen seguro la doce blanquivioleta habría perdonado e incluso festejado al son de la nación de zombies. El conjunto alcarreño, por su parte, mostró todo lo contrario: hizo tres tantos, pero pudieron ser más.

 

Pereza. Mostrada por los soldados de Djukic y palpable especialmente Nauzet Alemán y Javi Guerra, quienes lejos de refrescar el ataque lo enquistaron aún más. Jesús Rueda, Peña o Balenziaga se mostraron fallones y faltos de tensión competitiva alguna, como el canario y el malagueño cuando el serbio les dio entrada, algo que si bien -por el contexto competitivo- no ha de considerarse siquiera un lunar, sí dista del mensaje que se había transmitido a lo largo de toda la semana por parte de la plantilla y su entrenador. No obstante, la inercia de quien tiene calidad pudo hacerles marcar algún gol más, probablemente inmerecido.

 

Ira. En algún sector de la afición, consecuencia de la pereza. La apatía mostrada por los habituales titulares, acompañada del partido malo de solemnidad de Marquitos, Jofre y en menor medida Juanito, Nafti o Javi Baraja hizo que sobre el césped se escuchase en algún momento música de viento, hecho que, por otra parte, apenas sirvió para espolear a los afectados.

Los pitos no fueron continuos y quizá tampoco numerosos, pero cuando aparecieron fue en clara respuesta al desacierto que mostraban los vallisoletanos como fruto de la ausencia total de tensión competitiva, incluso en los jugadores que menos salidas de inicio han sumado a lo largo del año, que lejos de reivindicarse reinaron en la desidia.

 

Gol GuadalajaraEnvidia. La que en algún blanquivioleta puede despertar el Guada. Un escaso pero ruidoso número de aficionados alcarreños se desplazó a Valladolid para acompañar a su equipo en la despedida de la temporada. Bien por rendir tributo a sus fieles o por las simples ganas de cerrar el curso con buen sabor de boca, los de Terrazas fueron capaces de dar la vuelta al tempranero gol de Óscar González y de llevarse los tres puntos sin desplegar un fútbol de excesiva belleza, pero sí comprometido y eficaz. No conviene, en cualquier caso, hacer demagogia con esta cuestión: la entrega del Depor ayer es descanso hoy; el hecho de que el Pucela jugase con el freno de mano echado hace presumir un necesario y obligado acelerón en las eliminatorias por el ascenso.

 

Soberbia. En ocasiones, unida a la ira. Mostrada con intención o sin pretensión por aquellos aficionados capaces de disociar el enorme esfuerzo físico y anímico realizado por la plantilla del Real Valladolid a lo largo de toda la temporada y la irrelevancia del partido. En esta ocasión el equipo no fue Valladolid, no cabe duda; pero por soberbio que parezca decirlo, quizá tampoco fuese el día.

El hincha, soberano, está en su pleno derecho de mostrar su desacuerdo cuando quiera y como quiera, pero igual que el deber del equipo es ser honesto y luchador, el aficionado debe ser justo; porque quizá los soldados careciesen ante el Guadalajara de ímpetu y entrega, pero el encuentro fue una lógica excepción en el mar de compromiso que ha sido el campeonato regular.

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