El próximo fin de semana, el Sporting de Gijón volverá a Valladolid para enfrentarse a uno de sus enemigos típicos en las últimas décadas de fútbol profesional. La conocida rivalidad entre Gijón y Pucela añadirá un capítulo más en la jornada diez de LaLiga Hypermotion, en plena reconstrucción anímica del equipo asturiano.
La llegada de Borja Jiménez parece tener como objetivo esencial aspirar de manera más firme y seria al lógico objetivo de la lucha por el ascenso a Primera División y la realidad es que puede no estar tan lejos de lo que parece. Es cierto que los puntos del equipo rojiblanco no son del todo convincentes, pero las sensaciones que han dejado en las ocho jornadas de Asier Garitano al frente del equipo no han sido tan malas como marcan los resultados.
Es cierto que esa mala dinámica de derrotas ha acabado por matar las esperanzas y la paciencia con el técnico vasco, pero la realidad es que el Sporting tenía una base mucho mejor de lo que decían los números. Ciertamente, las estadísiticas hablan de un equipo mucho más dominante de lo que acababan siendo sus marcadores e incluso de un equipo capaz de generar peligro, aunque ha costado demasiado convertir esa realidad en rentabilidad.
Una racha que condenó a Garitano
Lo cierto es que los números no iban con el ya extécnico del equipo asturiano. Desde el 6 de septiembre al 5 de octubre, el Sporting no consiguió sumar un solo punto para la causa. Fueron cinco derrotas seguidas que hablaron rápidamente de crisis a pesar del comienzo esperanzador de las tres victorias ante Córdoba, Ceuta y Cultural.

Una etapa que dejó al equipo sin victorias y con la sensación de haber perdido parte de la solidez que lo caracterizaba en el arranque de curso. La racha, tan prolongada como dolorosa, desgastó la confianza de un vestuario que no terminó de encontrar respuestas en los momentos clave. Garitano probó distintos matices tácticos, pero los resultados se le escaparon entre errores puntuales y una evidente falta de eficacia en el área rival.
Hubo partidos en los que el Sporting llevó la iniciativa y dominó la posesión, pero careció de mordiente y pagó caro cada desconexión defensiva. Aun así, no se trató de un equipo derrumbado y mantuvo la estructura, siguió compitiendo y mostró una disposición táctica coherente con lo que su técnico venía construyendo, aunque la falta de gol y la fragilidad en los últimos metros terminaran condenando sus aspiraciones.
En medio de esa mala dinámica, también se percibieron señales que invitan a matizar la lectura. El conjunto rojiblanco no se descompuso en su idea de juego y, pese a las derrotas, intentó mantener una circulación más elaborada desde el centro del campo, con mayor protagonismo de los interiores y una apuesta más constante por las bandas.
Se vieron fases de buen trato de balón, especialmente en los primeros tiempos, y una actitud competitiva que no decayó incluso cuando los marcadores eran adversos. Garitano logró que su equipo siguiera corriendo, presionando alto y tratando de imponer su ritmo, aunque el acierto no acompañara. Esa coherencia táctica y la intensidad mantenida, aun sin premio, dejaron entrever que el proyecto no estaba vacío de contenido futbolístico, sino que le faltó el golpe de fortuna y la eficacia que separan la continuidad del revés.

Con la llegada de Borja Jiménez, el Sporting encara una etapa de reconstrucción inmediata que pasa, antes que nada, por recuperar la confianza y redefinir las prioridades del juego. El nuevo técnico hereda un equipo con buena base, pero lastrado por la irregularidad y la falta de contundencia en los metros finales. Su primera misión será ajustar las distancias entre líneas y dotar al bloque de mayor verticalidad sin perder equilibrio.
El nuevo entrenador tendrá que recuperar la conexión emocional con una grada que, pese al desencanto, sigue respondiendo. Ese vínculo será crucial para generar un entorno de estabilidad que acompañe al proyecto. Borja Jiménez ha demostrado en anteriores etapas que sabe construir equipos competitivos desde la intensidad y el compromiso, pero para que el Sporting aspire realmente a pelear por el ascenso deberá optimizar el talento que ya tiene y que, incluso con Garitano, supo mostrar por momentos.
