Dentro de unos años, muchos no nos creerán cuando les contemos que hubo un tiempo en el que el streaming era un nirvana especial para ver contenidos. Barato, sin anuncios y con todo el catálogo del mundo a golpe de clic. En ese entonces, será un hecho el giro argumental de las plataformas con respecto a sus suscriptores.
Como en toda buena historia, el nudo se torció por el camino para darnos un destino inconcluso e indeterminado. De hecho, ver series sin interrupciones ya te puede costar casi el doble de lo que nos costaba hace unos años. No, no nos cuesta tanto como un fin de semana en la playa, pero sí que nos está haciendo valorar si merece o no la pena en realidad. Esas mismas plataformas que prometieron liberarnos de la televisión tradicional han terminado copiando sus peores costumbres y dándonos un servicio peor… por más dinero. Algo falla, desde luego.
Las principales plataformas ya están cambiando
No se ha hecho esperar que plataformas como Netflix, Disney+ y Prime Video empiecen ya a molestar a sus suscriptores con lo que, para ellos, sin duda ha sido como encontrar la fórmula mágica del capitalismo audiovisual. Además de subir los precios, te venden la publicidad como “una opción más económica” para disfrutar de contenidos a un precio algo menos encarecido que la opción sin anuncios.
Es decir, simplemente pagas más para ver menos anuncios y, encima, te quieren hacer creer que te hacen un favor. Con ese discurso de mantener la calidad del contenido, las plataformas han aprendido a disfrazar los recortes como mejoras para unos suscriptores que, ahora sí, parecen más dubitativos con las plataformas de contenidos.
El resultado no es bonito. Actualmente se desata un panorama digno de telenovela con tarifas al alza, catálogos inflados de títulos que nadie termina y usuarios atrapados entre dos males: pagar más o tragarse los anuncios. De hecho, en España la tendencia es clara: el bolsillo manda. La mayoría ya se ha pasado a las versiones con publicidad para volver a una realidad que ya vivieron con la televisión tradicional, con la única ventaja de poder elegir qué ver. Una consigna simple pero injusta: o pagas más o aceptas que metamos anuncios.
Netflix, que aterrizó en nuestro país con ese espíritu revolucionario ya ha pasado de 11,99 a 19,99 euros en el plan Premium. De hecho, su opción con anuncios, la que parece ser actualmente su “alternativa popular”, también ha subido, de 5,49 a 6,99 euros al mes. Disney+ no se corta tampoco, con un plan estándar que cuesta 9,99 euros y cuyo formato premium ya está en 13,99 euros. Por su parte, otra de las gigantes, como HBO Max, se ha sumado al festival de subidas con un ya clásico ajuste de tarifa relacionado con los anuncios, que significa anotar los 10,99 euros que debes pagar al mes desde octubre de 2025 para poder seguir viendo todo sin anuncios.
Los suscriptores lo prefieren: antes verlo barato que de seguido
Y no, en España las cifras no engañan. Según los datos, más de la mitad de los suscriptores de Netflix y Disney+ en nuestro país ya se mueven en planes con publicidad para evitar esa drástica subida. De hecho, en usuarios de Prime Video, la pionera en este sentido, se estima que el 78% ha hecho lo mismo, resignados a escuchar un spot de detergente antes de prescindir de su serie favorita o elevar el gasto mensual.
Detrás de todo esto hay una lógica empresarial tan fría como un algoritmo, pues las plataformas se enfrentan a costes de producción cada vez más caros y a una competencia creciente que no deja de multiplicarse sin cesar. Meter publicidad no es una ocurrencia, sino una maniobra para seguir ganando dinero sin perder a quienes no pueden pagar más, por lo que la reducción de usuarios es mínima y apenas se nota.
