Iñigo Ruiz de Galarreta, uno de los fichajes de relumbrón del FC Barcelona B, tratará de reafirmar su gran nivel mostrado el pasado curso en Numancia

Dicen que cuando el río suena agua lleva y que cuando un equipo como el FC Barcelona desembolsa una gran cantidad de dinero por un futbolista no es ni mucho menos casualidad. Si Numancia resistió durante años al asedio romano, los sorianos no pudieron frenar la salida del que fue uno de sus grandes estandartes la temporada pasada.
Porque el mercado estival posa sus focos sobre las grandes estrellas y las cifras de sus fichajes alargan los ceros casi de forma interminable. Sin embargo, los equipos de divisiones inferiores igualmente trabajan para reforzar sus planteles, aunque sea manejando presupuestos más modestos.
Aun así, abonar la cláusula de un jugador al contado siempre despierta cierto revuelo entre los medios, de la forma en la que ocurrió el pasado mes de julio con la noticia del fichaje de Iñigo Ruiz de Galarreta, que ponía rumbo a la ciudad condal después de un fantástico año bajo las órdenes de Jagoba Arrasate.
De Soria a ‘Can Barça’ y sin opción a negociar los términos: 700.000 euros acabaron en las arcas del club castellano. A los culés se les puso entre ceja y ceja el incorporar a este jugador que forjo su fútbol en las tierras de Lezama. Contrato por dos años, temporada opcional y blindaje de cláusula, todo en apenas días y que puso de manifiesto la obsesión barcelonista por sumar a un joven que cambiaba el rojo por el grana y pintaba rayas azules sobre su antigua camiseta.
El Numancia se quedaba cojo y el Athletic Club de Bilbao, el equipo al que estuvo ligado la mayor parte de su carrera, fruncía el ceño, quizás comenzando a arrepentirse de dejar salir a un chaval que, dado su rendimiento reciente, ha despertado pasiones en numerosas escuadras.
Y es que en allá donde se erige San Mamés aún suenan los fantasmas de casos como el de Beñat, Aduriz o Mikel Rico, entre otros jugadores que tuvieron que salir del País Vasco para demostrar a los bilbaínos que se habían equivocado. Evidentemente, traerlos de vuelta supuso un esfuerzo a mayores, que de haberse acogido a la paciencia o a la perseverancia bien pudo evitarse.
El caso es que Ruiz de Galarreta ya nada tiene que ver con los rojiblancos, ni tan poco con los numantinos. A todos los efectos el centrocampista de veinticuatro años es jugador del Barça y mamará del fútbol de La Masía, pues este curso formará parte del filial blaugrana, al menos hasta próximo aviso.
Los que le siguen de cerca avisaron hace años de su potencial y algún que otro entrenador con el que ha compartido vestuario también entendió su nivel estaba por encima del resto de los canteranos. Marcelo Bielsa, por ejemplo, hizo al cachorro debutar un catorce de diciembre de 2011 ante el PSG y en el Parque de Los Príncipes. Aquel día, ‘El Loco’ Bielsa no lo fue tanto y Galarreta consiguió meter la zarpa en una gran cita, lástima que las lesiones le impidieran hacerlo en más ocasiones.
Desde su primer gran contratiempo físico en la temporada 2012/13 el eibarrés siempre ha danzado sobre el césped con el temor a romperse en un paso de baile. El haberse caído de los onces en tantas ocasiones ha impedido que su fútbol crezca con regularidad.
Por eso, su maleta siempre estaba a medio hacer, pues la estabilidad no parecía llegar de ninguna de las maneras y cada año el lugar de destino abría un nuevo hueco en la agenda. Su carrera se desarrolló en Miranda, Zaragoza, Leganés, en calidad de cedido, hasta que puso rumbo a los Pajaritos en la 2016, ya desvinculado del conjunto vasco.
Con los rojillos llegó la tan ansiada consolidación. Su calidad, técnica y visión de juego enamoraron a la grada soriana, tanto que, al final del año, la afición no dudo en entregarle el premio de mejor jugador de la plantilla. Galardón que sumó al premio de mejor recuperador de la Liga 1|2|3.
Clave para salvar la categoría, Galarreta se presentó como el gran organizador del equipo, sorprendiendo por su juventud, reflejada únicamente en su rostro, ya que la calidad que mostraba parecía labrada por la experiencia.
No extraña, por tanto, que un club como el Barcelona, interesado en el mimo del balón y el trato a la pelota, haya hecho un denotado esfuerzo por traer al mediocentro. Menos extraña su fichaje teniendo en cuenta quién manda ahora en el banquillo del primer equipo, Ernesto Valverde. ‘El Txingurri’ lo conoce de primera mano y es consciente de sus capacidades. Capacidades que no dudará en utilizar, vistos sus antecedentes con otros canteranos.
De momento su sitio está en el filial, por lo que tendrá que lidiar con los Sarnasedas, Paik, Vitinho y compañía, aunque de su parte está el gran curso cuajado el último año, su conocimiento de la categoría y su enorme e indudable talento, aunque esto último es lo único innato por mucho que en su nueva casa intenten explotarlo al máximo.
Si el cuerpo le prorroga la tregua que parece haberle concedido, Iñigo Ruiz de Galarreta está llamado a convertirse en uno de los grandes nombres de esta Segunda División. Una que ya calienta motores y que se prepara para ver en acción a un deportista que vale su peso en oro. O si no, que se lo digan al Barcelona.
