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Torres Gómez, visto a través de los ojos de sus pupilos

por Rebeca Díez
5 de junio de 2014
Torres Gómez || Foto: Rosa M. Martín

Torres Gómez || Foto: Rosa M. Martín

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Los jugadores del Real Valladolid Promesas definen a su ya exentrenador como un técnico “honesto, exigente y ganador” que, a pesar del ascenso, ha decidido dejar la entidad

 

Torres Gómez || Foto: Rebeca Díez
Torres Gómez || Foto: Rebeca Díez

Aquel gesto tan típico en una persona, que aunque no llevara la camiseta del Real Valladolid desde que colgó las botas, ha llevado el escudo grabado en el pecho. El mismo que ahora casi toca con aquel gesto tan típico en él. La barbilla agachada, una mano que sujetaba aquella cabeza por la que el fútbol pasa y la otra que iba a su encuentro.

Gesto férreo, como lo fue –y es– su personalidad; carácter afable que le ayudó a levantarse cuando las duras lesiones le hicieron caerse. Madera de líder, que comenzó a forjarse cuando lucía el mismo brazalete que hoy, en el filial blanquivioleta, lleva con orgullo Antonio Amaro.

Para el salmantino, Javi Torres es el mejor entrenador que ha tenido. El técnico que ha sabido sacar lo mejor de cada uno y que ha conseguido tener al equipo unido en los momentos más difíciles. “Sin él, hubiera sido imposible el ascenso. Nos ha ayudado en cada momento y siempre ha estado disponible para todo el mundo“, sentencia Amaro.

Un ascenso que llegó compitiendo contra sí mismos y contra las adversidades. Unos reveses a los que supo relativizar, dando confianza y transmitiendo buenas sensaciones siempre, como explica Alberto Rodríguez. “La clave que le hace ser un buen entrenador es que sabe manejar muy bien los estados de ánimo de los jugadores”, reconoce el centrocampista.

Las circunstancias le llevaron por el sendero de los banquillos, donde sencillamente, hizo simple lo complejo. Juanmi, lateral izquierdo del filial, apunta que lo enseñado por él no se olvida. “Lo que él dio al fútbol –continúa– nos lo ha enseñado a nosotros para hacerlo también”. Plasmó, tanto fuera como dentro del terreno de juego, lo que él aprendió durante su carrera como futbolista.

La confianza al primero y al último en llegar. Convence desde la tranquilidad, con la paz que transmite, se gane o se pierda. Aunque todos ellos, reconocen haber ganado a su lado. Toni y Dani, juveniles, dieron el salto al filial blanquivioleta, como ya lo hizo Anuar la temporada pasada. Los tres, bajo las órdenes de un Torres Gómez a cuyo nombre enlazan el adjetivo de confianza.

Dani, que ha defendido los tres palos de la portería pucelana durante noventa minutos, cree que el madrileño tiene el don de la serenidad y de la paciencia. “El buen llevar del vestuario es el secreto del éxito”, señala el cancerbero palentino. El mismo camino que hizo Anuar, centrocampista forjado en las categorías inferiores, para el que ha significado oportunidad y confianza. Toni, segundo canterano que ha compartido vestuario con la plantilla del filial, explica que es su descubridor futbolístico al haber confiado en él. “Es una persona importantísima para el Pucela y no debería haber abandonado el club jamás”, reflexiona.

Foto: Rosa M. Martín
Foto: Rosa M. Martín

Javi Torres supo pronto que su vida quedaría enfocada continuamente al fútbol. Y, a partir de ahí, no dejó de trabajar para que así fuera. En eso coinciden Julio, guardameta titular en la reciente campaña, Álex Rabadán y Adrián. Este último, que ha ayudado al meta en las tareas de defensa, cree que es un entrenador que confía en sus jugadores. “Es muy cercano a nosotros”, confiesa el madrileño. En tres palabras lo resume Julio, que lleva defendiendo la elástica del Real Valladolid trece años: “Confianza, honesto y currante”. Por su parte, Álex lo resume en “un entrenador trabajador, exigente y ganador“.

Ganar, ganar y ganar. Y para ello, motivar. “Es un constante motivador, cercano a los jugadores”, define Iván Casado. En otra posición más adelantada, opina con ciertas similitudes Juanjo, del que ha recibido la mayor motivación antes de los partidos. “En el fútbol lo más importante es la motivación y él tiene un don para eso”, concreta. “Profesor, amigo, único y ejemplo a seguir” para Rubén Díaz, máximo goleador. “Cercano, gran persona y muy detallista” para Zubi. “Él es el mejor”, concluye en sujeto, verbo y predicado.

Muchas palabras podrían definirle. Él ha vencido y ha convencido a través de la pasión, con la que tanto como jugador y como técnico ha defendido al Real Valladolid, desde su llegada en 1993. Y hasta su marcha, ya anunciada. Le ha ganado la batalla a las circunstancias sin torcer nunca el gesto, ese gesto tan típico en él. Ahora, orgulloso –aunque, por su humildad, no lo dice–, levanta la barbilla y dice adiós. Su legado, en sus jugadores, no; ese se queda.

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