Sabemos que la pandemia nos cambió a todos el paso. Muchos negocios cerrados, nulas perspectivas de cara a poder cambiar de trabajo y dificultad a la hora de poder asumir los gastos mes a mes con una realidad global compleja y sin un horizonte claro. Sin tener nada preparado, muchos tuvieron que dar un paso a un lado para adaptarse a una nueva realidad.
Como se suele decir, en las dificultades nacen las mejores ideas y eso es, quizá, lo que les pasó a tres jóvenes polacos que entendieron que ese episodio de nuestra historia reciente podía significar una oportunidad importante para poder iniciar un proyecto, con suerte, ganador. Es así como nació Tortli, una empresa que empezó en un garaje y que, a raíz de esa dificultad, les ha dado una oportunidad inesperada.
De trabajar en un garaje a facturar millones
Tortli es una idea surgida en medio de la pandemia para crear tazas personalizadas. En 2021 lanzaron esta idea al mercado, en la que comenzaron con una infraestructura más que simple. En el garaje de una de sus cuñadas, comenzaron a producir, de forma manual, cada pedido recibido en su plataforma web. Todo el proceso de producción, diseño, impresión, empaquetado y envío, se hizo mano a mano por los tres empresarios.
De esa manera y aunque cueste creerlo, lograron que la empresa creciera mucho más de lo esperado, logrando superar en solo unas semanas, los 100.000 zlotys de ventas diarias, unos 23.000 euros al cambio. Una cantidad más que suficiente para pensar que su idea estaba resultado un claro éxito.
¿La clave de Tortli? La reinversión
Hubiera sido suculento gastar todo lo ingresado y disfrutar de todos los beneficios generados en esa primera realidad de una empresa que en seguida generó una rentabilidad inesperadamente alta. Pero no, decidieron ser cautos, entender que la situación podía cambiar, y que podrían necesitar mejorar los procesos para facilitar que la empresa siguiera su curso. Es por eso que Piotr Szyszka, uno de los cofundadores, cuenta que nunca consideraron “ser millonarios”, aunque las ganancias sí anunciaban que su condición había sido muy ventajosa.
Pero decidieron seguir apostando por la idea y reinvertir esas ganancias para mejorar el producto y los servicios ofertados. Esa disciplina a la hora de orientan las ganancias favorecieron el crecimiento sin que el proyecto pudiera tener tiempo de hacer aguas. El catálogo y la logística mejoraron, para darle a sus clientes una mayor oferta para sus impresiones: camisetas, llaveros, almohadas, bolsos… todo al hilo de la idea primigenia, amiga de ofrecer productos sencillos, adaptados al gusto de cada cual y fáciles de producir en masa. Una diversificación que, a la postre, aumento la estabilidad del proyecto.
De hecho, pronto empezó la internacionalización. Ya que la consolidación del negocio en suelo polaco fue relativamente rápido y sencillo, creyeron que podía ser igual de sencillo expandirse, aunque la realidad pronto les dio de bruces. “Perdimos dinero porque nuestra oferta no supo adaptarse al mercado”, reconocieron los fundadores, que vieron pronto que internacionalizar las ventas no consistía solo en traducir la web y aumentar el rango de envío, pues cada país y cultura tiene unos estándares de calidad que hay que cumplir para que puedas competir en sus mercados a nivel de consumo y expectativas.
Un aprendizaje que les valió para ir más despacio… sin rendirse. Primero fue la República Checa y más tarde Rumanía y Hungría. Tres países en los que ajustaron el catálogo y lograron un feedback más que interesante. Es así como vieron vital escalonar, poco a poco, la realidad de la empresa para seguir expandiéndose. En la expansión de una idea de pandemia, que empezó en un garaje, en realidad no hubo fórmulas mágicas ni trucos especialmente llamativos, solo trabajo, aprendizaje y coherencia para solidificar la oportunidad de una idea.