El nigeriano regresó en el mercado invernal para reforzar la delantera rojiblanca, pero aún no ha marcado
Cómo no repescar a un jugador que está entre los máximos goleadores de la historia de un club. Un delantero que comparte estadísticas con gente de la talla de Negredo. Un futbolista que pasó seis años vistiendo la rojiblanca, recorriendo cada semana los Juegos Mediterráneos, inundando con “perfume de gol”, como diría ‘El Mono’ Burgos, el ambiente almeriense de las tardes más futboleras. Kalu Uche, el nigeriano todoterreno, regresó el pasado invierno a Almería, a su casa, donde forjó una leyenda.
Uche formó parte de la etapa más gloriosa del club andaluz, la del ascenso a Primera y las posteriores permanencias. 35 goles avalaban su vuelta, aunque no eran necesarios, pues el idilio con la afición lo ganó por su compromiso y esfuerzo. Tras un largo viaje alrededor del mundo para ver cómo es eso del fútbol lejos de la península ibérica, el ariete sufrió la fiebre de añoranza que produce la liga española. Por eso, el año pasado, recaló en el Levante, donde demostró que su talento anotador seguía presente.
Con la temporada finalizada, Kalu aguardaba una renovación cuanto menos complicada. Su despedida, que esta vez podía ser para siempre, ponía punto y final a la historia de un clásico de esta competición. Entonces, apareció el Almería, como ese amigo que siempre vuelve, que nunca olvida, pidiendo ayuda por la falta de gol que les colocaba en los tortuosos puestos de descenso.
La llamada fue correspondida. No hizo falta ni dorsal para que Uche posara sonriente mientras sujetaba la camiseta que años atrás le había dado tantos éxitos. “Soy un almeriense”, afirmó el jugador en la presentación. De eso no cabía la menor duda. Regalo de Reyes, un tanto tardío, pero igual de ilusionante. Otro reto para el africano, con más años a su espalda convertidos en madurez y picardía dentro del campo. Gorosito ya tenía a su refuerzo de lujo. Tocaba ponerse a punto.
A día de hoy, el punta no ha gozado de mucha continuidad. Cerca de 250 minutos jugados con el casillero de goles aún por estrenar. La poca efectividad de cara a puerta es un auténtico lastre para el Almería, que busca en cada partido desatar un grito de desahogo cuando el balón toca la red. La grada ansía poder ver de nuevo al pistolero africano, ese que las metía casi sin quererlo, depredador, oportunista.
Quizá si fuera otro al que se le acusa de sequía, el público hubiera sido más penitente, pero la relación entre la UD Almería y Uche tiene un tinte mucho más dichoso. Ahora, aprovechando la buena racha del equipo, se espera que el ariete vuelva a enchufarse. Una adaptación nunca es fácil, más aún si solo se dispone de media temporada. No le falta el apoyo de sus compañeros. Con muchos de ellos compartió vestuario en su primera etapa. Tampoco el del entrenador, que desde el principio le concedió tiempo para amoldarse al esquema de juego.
Uche se encuentra feliz porque está donde se le quiere. También hambriento, porque su carácter se alimenta de ocasiones de área, de remates entre los palos, de continuas celebraciones. A pesar de todo, aunque las estadísticas no acompañen como antes, la pasión por los colores es algo que no se pierde y, con la veteranía que dan los 33, puede que el golear no se revele tan importante pudiendo aprovechar otras de sus muchas virtudes.
Con el equipo lejos de play-off, los objetivos se centran en la permanencia, algo que obliga a cambiar el roll del delantero dentro de la plantilla. No obstante, en el club se confía totalmente en su predisposición. El trabajo dará sus frutos, que no necesariamente han de ser goles. Un nuevo Kalou estará presente en la recta final de los rojiblancos y, en vistas de anteriores capítulos, no hay nadie mejor para afrontar esta batalla que un antiguo guerrero de tanto prestigio.