El mediocentro andaluz está viendo potenciadas sus cualidades en esta segunda etapa en el Real Valladolid, en cuyo inicio está influyendo positivamente
A estas alturas de la temporada, pronto, pero con el suficiente transcurso como para haber visto repetidos actos que prometen ser base del juego del Real Valladolid, puede afirmarse con certeza y con rotundidad que Luis César ha alumbrado un nuevo Luismi, o por lo menos uno bastante distante del que Zorrilla conocía.
La participación del centrocampista andaluz durante sus primeros meses como blanquivioleta fue residual, pero incluso dejando a un lado su mayor participación, puede hablarse casi de un futbolista distinto. Primero, aunque relacionado con lo anterior, por la confianza que recibe, mucho mayor que la que le brindó Paco Herrera. Y segundo porque sus hábitos sobre el tapiz son distintos.
Su actuación ante el Córdoba lo constata, y no solo por su gol. También porque sus conductas, ya reiteradas en este inicio de campaña, distaron mucho del pasado. Si Herrera llegó a probarlo como central bajo el pretexto de su físico, Sampedro se ha decantado por aprovecharlo de un modo diferente.
Aun a sabiendas de que, como afirmaba el pacense, “a veces le cuesta el juego de espaldas”. Lejos de verlo como algo que le inhabilite para la posición, el entrenador gallego ha optado por cambiar su rol –de mediocentro único o defensivo a uno cuanto menos mixto–, algo que conlleva inevitablemente que se posicione unos metros más adelante. Ayuda, también, la compañía: con otro medio, las exigencias varían.
Un Luismi optimizado
En el citado choque contra el Córdoba a Luismi se le vio bajar en ocasiones a recibir el balón entre los centrales. Aunque no fue lo más habitual, puesto que casi por norma, en la salida, estaba en la siguiente altura a Borja, perfilado, capacitándose así para ser el siguiente receptor y girar ya hacia la portería rival.
De esta manera, el Real Valladolid evitaba (evita) aquella traba por la que Herrera se llegó incluso a decantar por Guitián antes que por él en ausencia de Leão: no está obligado a realizar un giro completo, solo a virar hacia la otra mitad del terreno de juego. Si su cintura era –o es– un problema, Luis César ha hallado una solución, una que seguramente su predecesor no desconocía, si bien se decantó con una frecuencia desmedida por otro dibujo, al menos antes de que el andaluz se fuera cedido al Nàstic.
Volviendo al partido del sábado, conviene recordar que el Real Valladolid no se obcecó con esta forma de jugar el balón. El Córdoba tuvo un tramo en el que cambió el repliegue intensivo por un posicionamiento más adelantado, casi en campo rival, a fin de acabar la comodidad con la que este jugaba. No importó.
Los blanquivioletas salvaron esta dificultad con una salida intermedia, directamente desde Masip hacia una segunda altura, frecuentemente hacia los laterales, con los que iniciaba el juego de cara, bien con un pase hacia el propio Luismi o con una arrancada en conducción que solía ser de Ángel, puesto que el arrastre de Óscar Plano llevaba a que su carril fuera el menos ocupado. Esto llevaba el cuero al otro lado ‘sin dificultades’, potenciaba a los mediapuntas y no impedía ver al ‘nuevo Luismi’.
El andaluz podía ser o no el receptor del segundo pase, pero siempre ganaba metros, y en campo rival crece (ha crecido, está creciendo). La asistencia a Mata es una prueba. Y su gol, otra. Independientemente de su intervención en el inicio de la jugada, estaba en el desarrollo, lo que puede parecer demasiado obvio, pero no siempre sucede en el caso de los mediocentros (no hay más que rememorar el pasado: no es un hábito que en Zorrilla los medios, incluso en un doble pivote, asomen al carril del diez o al área).
Sus características físicas le permiten realizar este despliegue con garantías, aunque no es solo una cuestión de empuje. No cabe duda que este ayuda, pero difícilmente estaría ofreciendo un rendimiento tan alto si no fuera porque el contexto optimiza sus condiciones y porque, en contra de lo que alguno podría pensar por cómo fueron sus primeros meses de blanquivioleta, tiene fútbol; no es solo un cuerpo privilegiado. Y la cabeza ayuda. Tiene confianza, la de Luis César y en sí mismo, lo que permite –ahora sí– a Zorrilla descubrir un Luismi nuevo, más pleno. Mejor.