Óscar González volvió a tener poca participación este curso, igual que sucedió en el del descenso
Los magos son ilusionistas y, precisamente, esa virtud ha ido desapareciendo en Óscar González. El mediapunta solo disputó veinticuatro partidos en la temporada recién finalizada y, como en la del descenso a Segunda –con uno menos jugado–, no tuvo mucho protagonismo por una lesión que no terminó de curarse hasta mayo.
Casualidad o no, las dos peores temporadas del Real Valladolid en los últimos años han coincidido con la poca participación de Óscar. Como si en la campaña de Rubi y en esta perdiera la ilusión, de igual manera que la afición, el salmantino se marcha con mal sabor de boca. Y nunca mejor dicho, puesto que se despidió de Zorrilla, en el partido contra el Mallorca, entre pitos y aplausos.
Porque la noticia de su salida cada vez cogió más fuerza y aquel sábado se produjeron muchos adioses. El suyo fue triste y apagado, como se mostró en sus últimas actuaciones como blanquivioleta. Y es que el ’10’ perdió su magia sin darse cuenta y, con ella, la ilusión.
Este curso se ha podido ver a un Óscar más raro de lo normal. Dentro de que tiene una personalidad especial, pareció no conectar con el proyecto 2015/16 desde el inicio. Ni con Gaizka Garitano, ni con Miguel Ángel Portugal, ni con Alberto López. Nada. No hubo manera. No se encontró a gusto en el campo y sacó la varita muy de vez en cuando al principio. Luego, ni siquiera eso. Se le mojó, la guardó y decidió que en Zorrilla no se vería más.
Pero no es que el equipo le haya echado de menos, ya que cuando ha estado sobre el terreno de juego no ha sido ese futbolista que daba el último pase o convertía un gol, sino que ha necesitado al Óscar de temporadas anteriores en uno de los peores momentos de la entidad blanquivioleta y este, por diversos motivos, no ha respondido.
En esta segunda etapa de seis campañas ha tenido tiempo para mostrar su mejor y peor cara, como si se tratase de un cara o cruz constante que finalmente se ha quedado en el lado malo. Es innegable que el salmantino posee una calidad tremenda y que ha dado muchas alegrías a la afición del Pucela, pero, para desgracia de todas las partes, su despedida fue triste y puede que malo prevalezca por encima de lo bueno en el recuerdo de los hinchas blanquivioletas.
Los caminos de Óscar y el Real Valladolid se vuelven a separar, al igual que en 2004, cuando se marchó tras el antepenúltimo descenso de la entidad presidida por Carlos Suárez. Como cuando una pareja decide dejarlo para intentar ser feliz por su cuenta, sin depender del otro, jugador y club buscarán recuperar la sonrisa por vías diferentes. Ambos tienen que recuperar su propia ilusión y la de los que les rodean.