Queco Piña llegó a la SD Huesca para suplir la ausencia del exblanquivioleta Javi Jiménez, debido a la rotura del ligamento interno y cruzado que sufre

Partamos de la base de que nadie somos imprescindibles en nada, en ningún sitio. Suena duro, pero es así desde que el mundo es mundo. En algunos sitios somos un número, en otras un código y ya está. Y en el 99’9% de los casos, otro puede hacer tu labor, bien por obligación o porque no queda otro remedio. Bien es cierto que en el mundo del fútbol, como en otros campos, hay escalas.
Todos los futbolistas quieren jugar en la máxima categoría, contra los mejores, en los estadios más conocidos del mundo y entrenados por los mejores; al igual que el médico o el fasero que prefiere el turno de mañana para poder disfrutar de sus niños por la tarde y de cenar a una hora normal, en casa. Pero en la vida hay que asumir.
Y asumir significa que a un jugador puede tocarle cambiarse en un vestuario sin calefacción, al médico doblar debido a los recortes en sanidad y al fasero hacer el turno de noche porque a final de mes cae más.
Pero hay que dar valor a todo aquello que parece que es secundario; que está en un segundo plano y que puede pasar con más pena que gloria, porque el destino es caprichoso y el mundo gira demasiado deprisa.
Por eso, el rol del suplente es importante. Lo es porque, en silencio, asumen su papel dentro de un vestuario que claramente se diferencia entre titulares y el resto y que, con suerte, igual suman doscientos o trescientos minutos en la temporada. No hablemos ya si es el caso de un portero. Los guardametas suelen ser la figura perenne de un equipo y la que menos suele rotar. Para muestra, los dos últimos casos en el Real Valladolid con Raúl Fernández y Bruno Varela.
Algo así le pasa a Queco Piña, cancerbero de la SD Huesca desde el pasado cinco de agosto. El gallego aterrizó en tierras aragonesas debido a la grave lesión lesión de Javi Jiménez, sufrida el treinta de julio. Contextualicemos. Jiménez cuajó una gran temporada 2015/16 en el Elche, disputando 3.589 minutos. El club y el logroñés no llegaron a un acuerdo y el jugador buscó otro camino que encontró en el club azulgrana. Estaba llamado a ser el titular, pero, el destino le tenía preparada una sucia jugarreta.
Ante el equipo de su tierra y en un amistoso de pretemporada, tuvo un mal gesto y las pruebas determinaron que se había roto el ligamento interno y cruzado de la rodilla, lo que le tendría de baja entre seis y siete meses. Duro golpe para el exblanquivioleta que vio cómo toda la temporada venidera se iba al traste en un minuto. Pero la vida sigue y el fútbol no para. Por tanto, el Huesca tuvo que ponerse rápidamente manos a la obra para buscar otro portero.
Una situación que recuerda al pasado
Los directivos del club se toparon con Queco Piña, quien venía de celebrar un ascenso con el Leganés aunque no disputó ni un solo minuto liguero en esa temporada histórica para el conjunto pepinero. Allí llegó en la temporada 2013/14, en el período invernal, cuando los madrileños todavía militaban en la categoría de bronce y con lo que supone llegar a un equipo que ya contaba con dos porteros. Aún así, disputó 540 minutos, que le valieron para coger confianza y demostrar al cuerpo técnico que había Queco Piña para rato. Por eso, en el regreso del Leganés a Segunda, fue el titular indiscutible y jugó 1.350 minutos.
Antes de todo eso, en la 2011/12, el gallego fichó por el Celta de Vigo B por una situación de necesidad por parte de la entidad celeste. Yoel sufrió una lesión y Rubén Blanco estaba a las órdenes del entonces técnico celtiña Paco Herrera, lo que dejaba la portería del filial vigués prácticamente descubierta. Una situación que, sin duda, aprovechó el guardameta coruñés para acumular minutos y sumar al final de temporada catorce partidos como titular y 1.260 minutos pese a llegar a mediados de febrero de 2012.
Con 36 años y trece temporadas a sus espaldas, Queco Piña sabe que por delante tiene a Sergio Herrera, quien de momento suma 450 minutos en liga, la totalidad de las cinco jornadas disputadas hasta la fecha. Pero también es conocedor de que las oportunidades que da la vida se luchan y se aprovechan. Que, en un primer momento puede que su sitio sea el banquillo; sin embargo, la campaña es muy larga y las lesiones, sanciones o decisiones técnicas pueden darse en cualquier instante y ahí estará él, como ha estado siempre, para defender el escudo que toque antes de que llegue el momento en el que le toque colgar las botas.
