A pesar de sus veintidós años, Jorge Juliá llega al Promesas con 84 partidos en el siempre competitivo Grupo III de Segunda B. En sus inicios, fue compañero de Bernat y Paco Alcácer en el Valencia

No se engañen: con veintidós años se puede ser veterano de guerra. Haber mentido con la edad o simplemente haber mostrado convicción para esquivarla, como el chico aquel que veneraba a Neo en ‘Matrix’ y acabó combatiendo a los robots a pesar de que el capitán Mifune era en un principio reacio.
Y Jorge Juliá lo es, en todos los sentidos. Pese a su juventud, conoce ya los entresijos del fútbol como pocos o ninguno de sus nuevos compañeros en el Real Valladolid Promesas. Sabe de sus durezas, porque las ha vivido sobre el césped y fuera, en el Huracán Valencia, el club con el que se hizo mayor.
Al balón empezó a pegarle en el Valencia CF, en el que estuvo hasta terminar su etapa de infantil. Quizá porque su estatura sobresalía por encima de la media, al pasar a fútbol 11 le colocaron de central, donde no se sintió cómodo, por lo que acabó saliendo. El caso es que, antes, fue capitán de una generación en la que sobresalían Bernat y Paco Alcácer, que terminarían alcanzando el primer plantel y hoy son internacionales. Tras aquello, pasó por el Alboraya y por el Levante, desde el cual pasó al Huracán.
En el Huracán Valencia, siendo todavía juvenil, debutó con dieciocho años. En el Grupo III de la Segunda División B, siempre competitivo, quizá el que más de los cuatro que tiene la categoría. De aquello se van a cumplir cuatro años; fue un veintidós de enero de 2012. Fue su única aparición aquella temporada, pero la primera de muchas, ya que en verano dio el salto al primer equipo.
Aunque nunca llegó a afianzarse como titular indiscutible, ha estado tres cursos y medio formando parte de un primer conjunto de un club que ha terminado acusando el vivir por encima de sus posibilidades, pero que siempre era candidato al ascenso. De hecho, el Huracán fue segundo el año pasado y alcanzó la última ronda de la promoción, viéndose privado del salto a Segunda por el Huesca.
En dos de sus tres campañas completas en Segunda B su equipo –en el que coincidió con exblanquivioletas como José Capdevila o Tariq– disputó play-off. Incluso esta temporada no estaba siendo malo el rendimiento: los valencianos fueron expulsados de la competición tras dieciocho jornadas, cuando eran novenos con veinticinco puntos. En la última semana, se ha estado ejercitando con la Selección AFE, con la que jugó el pasado viernes contra el Videoton húngaro 45 minutos.
Mediocentro mixto… e ingeniero industrial

La cifra de apariciones en Segunda B del nuevo mediocentro del filial no es baladí. Ha participado en 84 encuentros, para un total de 3.602 minutos, el equivalente a cuarenta partidos. Por lo tanto, sin ser indiscutible en el once, se puede hablar de él como un jugador importante dentro de la rotación del Huracán, que, sumados los choques de Copa del Rey, llega a Valladolid con 87 envites como profesional y 3.726 minutos ‘de vuelo’ (en los que hizo dos goles), unas cifras nada desdeñables y que han invitado a su incorporación.
A falta de que exponga su fútbol sobre el césped sintético de Los Anexos –este mismo lunes se ha incorporado a la disciplina del Promesas–, todo parece indicar que se trata de un mediocentro de un perfil mixto, con mayor capacitación para desempeñar labores defensivas que su ‘predecesor’, Dani Espinar. Debido a su estatura, va bien por alto y es sacrificado, si bien no está exento de una calidad técnica que le capacita para ayudar en la circulación de balón.
Decíamos al principio, es un veterano de guerra no solo por todo lo que ha jugado en Segunda B, sino por también por lo que ha pasado en los últimos meses, en los que ha visto ‘morir’ al club en el que se hizo ‘mayor’.
El Huracán Valencia fue expulsado de la Segunda División B por el Comité de Competición el pasado treinta de diciembre, después de acumular cuatro impagos en las facturas arbitrales. A ello hay que sumarle las deudas con la plantilla y con los demás empleados de la entidad, que llevaron la situación hasta el punto de que la plantilla quería y pedía hacerse cargo de la situación institucional, no solo de la deportiva. Es más, la plantilla deseaba continuar con la lucha, jugando, pero no fue posible.
Basta con entrar al Twitter de Jorge Juliá para comprobar el compromiso del plantel y la conversión de los compañeros en familia. Pese a los tres meses de retrasos en los pagos de los salarios, nadie quiso abandonar y, en el time line del nuevo jugador del Real Valladolid Promesas, se puede comprobar su compromiso con la causa.
Si de esto se puede extraer una profesionalidad escrupulosa y una actitud tenaz y perseverante, esta se podrá entender a mayores si se tiene en cuenta que Juliá ha compatibilizado su actividad como futbolista con estudios superiores; nada menos que con un grado en Ingeniería Industrial que ha llevado hasta el final curso por año.
Todo uno, sobre el papel, denota en un jugador capaz y comprometido que desde ya se sumará a una nueva causa, la de luchar por obtener la permanencia con un Real Valladolid Promesas al que sumará ese grado de experiencia ya citado y una competitividad en el centro del campo perdida en los últimos tiempos.
