Jonathan Pereira llega al Real Valladolid para dar un plus de verticalidad, versatilidad y rapidez y, sobre todo, acierto de cara a la portería contraria

Al principio fue ‘Caballo Loco’. Más tarde llegaría ‘El Correcaminos’. Y ahora es el turno de la ‘Hormiga Atómica’. El Real Valladolid suma a sus dos velocistas, Bergdich y Mojica, un tercero, Jonathan Pereira, cedido por el Villarreal, aunque procedente del Rayo Vallecano.
A sus casi veintiocho años, el atacante vigués es un jugador experimentado, que conoce bien la máxima categoría y eficacia probada en lo que a intentos de ascenso se refiere, ya que suma dos en su carrera, con Betis y Villarreal. Y, sin ser un nueve puro, es un jugador con gol, justo lo que el Pucela necesita, y algo que ya aportó a sus clubes en anteriores etapas.
Si no es un punta nato, entonces, ¿qué es? Un segundo delantero ágil, móvil, veloz y escurridizo; ratonero, que se suele decir. Experto en llegar, y no en estar, su capaz asociativa por en zonas interiores le convierte, empero, en una posibilidad más para la punta del ataque, hoy huérfana sin Roger.
Por sus características, puede actuar con otro atacante, o incluso escorado a una banda, aunque no es esta última la opción que mejor exprime sus condiciones. En el pasado, de hecho, se le vio brillar junto a jugadores de otras características complementarias, como Nikola Zigic, Roque Santa Cruz o Ikechukwu Uche, algo que, sin embargo, no pudo hacer este año a las órdenes de Paco Jémez con ningún acompañante.
En Primera División jamás se terminó de asentar, aunque no por ello carece de cierto renombre; al menos el suficiente como para considerar su fichaje de campanillas. Según informaciones de El Mundo y Radio Marca Valladolid, el salario a percibir del Real Valladolid rondará entre los 250.000 y 300.000 euros, lo que habla a las claras de la importante apuesta que resulta de cara al objetivo del ascenso.
Capaz de romper al espacio, necesita metros por delante para encontrarse cómodo, ya que es así como su tren inferior alcanza una mayor velocidad, casi de crucero. Por esa misma razón, precisa jugar de cara a la meta rival; de ahí que en el pasado haya sido tan importante para él verse acompañado de alguien que pueda jugar de espaldas y convertirse en el cañón que lo propulse.
En un 4-3-3, como la que se vio en la mejor versión del equipo de Rubi en lo que va de temporada, contra el Barça B, vendría a ser el ‘falso’ nueve que fue Óscar. Sin embargo, ello no obsta, a priori, para que pueda dar un rendimiento adecuado en un 4-2-3-1, bien arrancando también con metros por delante o fijando la línea de vanguardia para salir en ruptura al pasillo entre el central y el lateral.
Aunque ha jugado siete temporadas en la élite, sus mayores prestaciones como profesional han llegado en el segundo escalafón del fútbol patrio, en el que hizo once goles con el Racing de Ferrol, nueve con el Real Betis Balompié y siete con el Villarreal. Con todo, y cifras al margen, podrá perpetuar de los dos estilos propuestos en lo que va de curso: el vertical de Mojica y Bergdich y el más pasado de Jeffren u Óscar.
Maneja la pausa, aunque quizá destaque menos en el intento de dar el último pase. Valdrá para aquello que quiere hacer Rubi si a posesiones largas nos referimos, pero sobre todo para ser la prisa; para dar otra vuelta de tuerca a la verticalidad, que nunca sobra, y, a poder ser, a ayudar a aumentar el acierto de cara al gol, que, pese al ‘último’ siete a cero, buena falta hace.
