Blanquivioletas
  • Primer equipo
  • Cantera
  • Fútbol provincial
  • Fútbol regional
  • Opinión
  • Actualidad
  • EN
Blanquivioletas

Una victoria de padre primerizo

por Jesús Domínguez
11 de abril de 2015
Roger y Timor || Foto: LFP

Roger y Timor || Foto: LFP

Aridane Hernández, 20 años después

Cadena SER: robo de cobre en Zorrilla

El Pucela enamora con su nueva camiseta con aires retro

El Real Valladolid vuelve a la senda del triunfo en un partido en el que los nervios pudieron acabar costándole un disgusto

 

Roger
Roger

Por experiencia no será. Quien más, quien menos, tiene un puñado de partidos en la élite, o por lo menos en la categoría. Pero nada, no hay manera de que el Real Valladolid se temple, se serene. En su encuentro contra el Mirandés pareció que lo hacía, pero… ay, luego. Fue como ese padre primerizo que acepta estar en la sala de partos en ese instante, y al que, sin embargo, luego le tiemblan las canillas.

Todo parecía ir bien en un principio. Antes de la media hora, los blanquivioletas hicieron dos goles, por mediación de Roger –el primero tras su lesión– y Óscar. Vinieron a ser la calma posterior a las primeras contracciones, que llevaron la firma y forma de presión rojilla. Trabajadores a destajo, los burgaleses se habían propuesto incomodar a su rival, y vaya si lo hicieron.

Sucede que ‘Billy el Niño’ ha vuelto. Roger se lanzó a por cada espacio como si fuera un perro y al final hubiera un jamón. La recompensa del gol hizo justicia a su sacrificio como lo habría hecho un tentempié, y sirvió para asentar las bases del triunfo. Cuando un minuto después ‘El Mago’ envió a la red un servicio de Hernán, aquello llevaba marchamo de partido fácil. Pero ay amigo.

En esta Segunda División no hay nada fácil, y menos si enfrente está Carlos Terrazas. Que no es que su planteamiento fuera brillante por sorpresivo, pero en fin, fue bueno por insistente, por tenaz, porque si en fútbol ganara siempre el que más piedra pica, seguramente encabezaría la tabla, como lo haría en Primera el Eibar.

El Real Valladolid se fue en franquicia al descanso simplemente porque es mejor. En dos chispazos puso tierra de por medio, sin necesidad de epidural. Sucede que el Mirandés es guerrero, como demostró nada más salir de vestuarios, con ese tanto de Juanjo que sentó a los locales como la última patada del bebé puñetero antes de ver la luz.

Lo que quedó a partir de entonces no fue, ni mucho menos, un camino de rosas. Tampoco es que la amenaza provocara algo parecido a un síncope, ya que no fue real casi nunca, pero el solo hecho de aproximarse al acantilado invita al apuro, al reparo o, por qué no decirlo, al miedo. Esto es; no tuvo el Mirandés muchas ocasiones para empatar, pero que cuando uno frecuenta el tonteo puede caer lo sabe hasta el que dice que jamás se ha enamorado.

Y, aunque le dicen frío, el Pucela es juguetón. “No, no, si yo no…”. Pero sí. Quizá no sea bravo, pasional, pero es reflejo de lo que es su ciudad: sentido, noble. Interioriza cada golpe y lo acusa como si creara un agujero en la línea de flotación. Es si acaso, también tímido, por aquello de que le cuesta dar un golpetazo encima de la mesa.

Esta cuestión se ha visto otras veces. Esta era la ideal para repetir lo que se hizo ante Barça B o Sporting. Otra vez fallaron los nervios. De nuevo la afición agachó la mirada con cierto desasosiego ante la fragilidad de sus jugadores. Por eso, en algunos momentos, silbó. Fue su forma de decir, “vamos, chico, despierta”.

Volviendo al símil del padre: sobre el césped se palparon los nervios y la rigidez de quien aguarda su primer churumbel. Leído en clave meramente de fútbol, esto sigue siendo preocupante, porque, a excepción de los encuentros antes citados, no ha habido un parto sencillo. Aunque, por otra parte, decíamos que también es normal.

Las conclusiones, en fin, suenan contradictorias. Cómo no serlo; el propio Pucela lo es. Es capaz de neutralizar al rival y su buen arranque, de maniatarlo y dominar o de temblar como un infante cuando la madre endurece un ápice el tono. Por suerte, esta vez no hubo el atinado “a que voy yo y lo encuentro” y los tres puntos se quedaron en el Nuevo José Zorrilla.

Lo bueno de la victoria, además de los tres puntos en sí, es que sirven para recuperar el pulso competitivo, aunque pausado, y que preceden a otro envite en casa, el de la próxima semana contra el Sabadell. Si contra los catalanes los blanquivioletas dejan los nervios y encadenan dos buenos resultados, a lo mejor por fin se templan y la base de las dudas se disuelve.

  • Aviso legal
  • Política de cookies
  • Contacto

© 2025 Blanquivioletas

  • Primer equipo
  • Cantera
  • Fútbol provincial
  • Fútbol regional
  • Opinión
  • Actualidad
  • EN

© 2025 Blanquivioletas