El nuevo Real Valladolid ha empezado a andar. Con dos rostros que empiezan a ser reconocibles en la primera línea del Pucela, el mensaje parece claro: hay un proyecto, pero se ha de seguir un proceso coherente y tener paciencia. La copresidencia de Gabriel Solares y Enrique Uruñuela ha roto el molde del presidencialismo clásico y, a la vez, ha puesto el acento en un club que quiere romper con el pasado, ordenar sus cuentas y competir con una idea sostenida en el tiempo.
En lo deportivo, Víctor Orta ha asumido el timón para dotar a la plantilla de perfiles alineados con lo que demanda Guillermo Almada y creen mejor para competir en el segundo nivel. El camino ilusiona por la coherencia de cada movimiento y sus dos primeras pruebas, pero su éxito no se medirá en estos primeros dos duelos, sino en el resultado global de la temporada. LaLiga Hypermotion es una competición que castiga las prisas. Lo sabe cualquiera que haya pasado una vuelta completa subido a una montaña rusa de resultados.

La convicción de que habrá domingos amargos no parece difícil de aceptar. Y, aun así, el plan no debería cambiar. Un club reactivo, que transforma su estructura y redefine su gestión necesita margen para fallar, corregir y volver a intentarlo volviendo al camino marcado. Si bien el ascenso no se negocia por ser un vínculo directo a recuperar la grandeza, la declaración de intenciones de la nueva dirección tiene, además del acierto, la sensación de que todo ha de cocinarse con paciencia.
El Pucela tiene un plan
En el césped, Guillermo Almada ya ha dibujado una identidad. La altura de líneas, la presión tras pérdida, las bandas profundas y esa sensación de que el equipo intenta vivir en campo rival e incluso mostrar esa capacidad de sufrimiento. Un guion con belleza y riesgos, pero que habrá que enfrentar en la multitud de partidos en los que el equipo deba seguir luchando. Habrá días en los que no gustará el equipo o las cosas no salgan. La tentación, entonces, será pedir volantazos, pero es ahí donde el proyecto ha de ser más fuerte. Resistir. Es ahí cuando la grada debe sostener la idea y al equipo. Confiar en el proyecto.

El mercado, además, sigue mostrando que no es cuestión de arte de magia, sino un encaje de costes, perfiles y tiempos. Orta puede acercar el equipo ideal al entrenador, pero el equipo ideal no existe, sino que se debe configurar cada fin de semana. Y ese es el que puede construirse sumando roles, aceptando que habrá futbolistas que tarden en entrar en la dinámica y seguir haciendo apuestas que encuentren el encaje dentro de ese camino. Todos necesitarán rodaje, más aún los jóvenes que reclamarán minutos y deberán devolver hechos. La grada debe leer esa partitura para ser un club que quiera crecer de verdad.
La confianza es vital en todos los proyectos que prosperan. Cuando el entorno entiende que los pasos hacia atrás no invalidan el sentido de marcha y que una derrota o varias no deslegitiman el trabajo. Si el equipo sostiene principios reconocibles, el camino seguirá ahí delante. Exigir es sano, y Valladolid demuestra saber serlo, pero conviene que esa exigencia sepa distinguir la identidad y el capricho. Si el equipo compite con una idea y la sostiene, la tabla suele terminar reflejándolo.
El papel de Zorrilla será capital. En Segunda División, donde todos los detalles pesan y la ansiedad se propaga, jugar en casa con apoyo real es vital y gana partidos. El proyecto ha comenzado con gestos que acercan a la propiedad a una grada que pasó demasiado tiempo sola. Hoy, con una dirección deportiva que entiende al club, a la idea, al vestuario y a la gente, la grada debería sentir que el equipo está en el camino de algo mejor. Toca que el equipo devuelva esa cercanía con esfuerzo y honestidad y que el público también responda con memoria y paciencia.
Cuando lleguen las victorias por la mínima, los empates que saben a poco o las derrotas que escuecen, sostener al equipo será más valioso que cualquier titular incendiario. En definitiva, el Real Valladolid se ha propuesto poner en marcha un proyecto ambicioso: crecer a todos los niveles mientras se compite por volver a Primera División. No habrá atajos y no debería haber prisa. Lo que habrá, con toda seguridad, serán baches, decisiones controvertidas y semanas en las que el viento sople de cara. Será clave no olvidar, que la diferencia entre un proyecto y un plan a corto plazo está en cómo se gestione la duda.
 
			
