Da la sensación de que el Real Valladolid de la ya casi presente temporada 25/26 ha dejado claro que el equipo blanquivioleta ha decidido priorizar la estabilidad por encima de cualquier otra cosa. No siendo un verano sin fichajes, la ausencia de grandes titulares o incorporaciones que busquen encandilar de inmediato a la grada hablan de esa medida de coherencia para construir una base que pueda darle sentido a un proyecto a corto o medio plazo sin renunciar a nada en el presente reto de LaLiga Hypermotion.
Con movimientos muy pensados, planificados y adaptados a la realidad deportiva actual en el que lo económico e institucional exige un gran control, es comprensible que el Valladolid no quiera dar pasos en falso. Tras un curso agitado, con descenso, sanción económica y cambios en la estructura accionarial, la respuesta del club ha sido huir de aplausos fáciles y abrazar un proyecto que pretende consolidarse a corto o medio plazo más que ponerse a merced de lo inmediato.
En el plano deportivo, el Valladolid ha querido reforzar su plantilla con fichajes que respondan a necesidades concretas y que encajen en la idea de juego que propone Guillermo Almada. Con una plantilla que se había trazado meses atrás, en el mercado no se ha improvisado y se ha ido a por esos perfiles que le faltaban para mejorar las opciones del equipo. El objetivo del club blanquivioleta, por tanto, disponer de dos jugadores por puesto y poder encajar perfiles compatibles con el estilo que quiere implantar Almada.

Esa coherencia se ha complementado con la integración de algunos canteranos que han demostrado preparación y condiciones para sumar desde ya, sin forzar su protagonismo pero dándoles muchos minutos de calidad en pretemporada. El mensaje parece ser claro: competir por el ascenso desde el primer día, pero sin hipotecar un futuro que parece mucho más importante para el club y para su masa social. Sobre todo tras una realidad compleja en la que el marco institucional del Valladolid abandonó demasiado ese vínculo con la grada en el pasado.
No hay que olvidar que el aspecto económico del club aún condiciona cada decisión. Incluso tras varias ventas, el club sigue trabajando con un presupuesto ajustado a la categoría y asumiendo la necesidad de equilibrar las cuentas y liberar masa salarial para proceder dentro de los márgenes del control presupuestario y garantizando que, en el futuro, las decisiones de hoy no lastren las que deban tomarse mañana.
Algunas salidas, cantadas incluso antes de finalizar el curso, han sido estratégicas para aliviar el gasto, mientras que la mayoría de las incorporaciones han llegado con un coste reducido o mediante fórmulas que no comprometen el presupuesto actual. La sanción recibida en 2024 ha servido como un recordatorio cruel de que la estabilidad financiera es tan importante como la deportiva y que la salud económica del equipo debe ser una prioridad. Por ello, el verano ha sido un ejercicio de disciplina y de contención.
En ese plano institucional, la reorganización tras el cambio de propiedad ha traído consigo una estructura más definida, en la que la dirección deportiva, con Víctor Orta a la cabeza y siendo la cara más visible de la entidad ante la prensa y público, no ha dejado de transmitir un mensaje de calma, control y planificación, alejado de movimientos esperpénticos que, sin duda, serían populares, pero que complicarían la realidad específica de un equipo que deberá remar mucho para no volver a caer en errores del pasado.
Esa armonía, que no siempre ha sido una constante en los últimos años, es ahora uno de los activos más valiosos de la entidad aunque no todo haya sido perfecto. El aplazamiento del Trofeo Ciudad de Valladolid por el mal estado del césped dejó una imagen poco agradable en la recta final de la pretemporada que da sensación de inestabilidad. Algo que amargó a unos aficionados que, tras una gran campaña de abonados, han demostrado una vez más que son el activo más importante del Real Valladolid.
La directiva deberá mostrar un ‘feedback’ a la altura de un apoyo tan firme al equipo y, aunque no se trate de un problema grave, es un toque de atención sobre aspectos organizativos que formen parte de la profesionalidad que un club de esta magnitud debería demostrar. El incidente del césped parece que no tendrá impacto en la competición (esperemos), pero recuerda que aún quedan detalles por pulir para que el proyecto alcance la solidez total que persigue y que siempre sacan a la palestra.

La sensación general es que el Valladolid llega a esta temporada con un plan más sólido que en campañas recientes a pesar de la mala imagen en los amistosos, una realidad que no se puede discutir y que no haya habido un mercado de fichajes de relumbrón. Lo que no se puede negar es que este Valladolid sí tiene una plantilla más equilibrada, no ha ejercido un gasto desmedido y ha mostrado una gestión que apunta a garantizar la viabilidad en el futuro.
En una categoría tan exigente como LaLiga Hypermotion, la regularidad suele premiarse por encima de las rachas puntuales y en un equipo como el Valladolid, con el centenario a tiro de piedra, tener las bases bien asentadas puede marcar absolutamente la diferencia para todo. El club ha decidido, esta temporada, que las prisas no son buenas y no pueden hacer la agenda y marcar el rumbo de un Valladolid saludable. Los pasos firmes pesan más que los golpes de efecto y bajo esa premisa de paciencia, metodología y confianza deberán llegar, posteriormente, los goles que harán que todo pueda llegar a funcionar. Sin ellos, aún con las cosas bien hechas, todo tiembla.
