No es ningún secreto: la banda derecha del Real Valladolid se ha convertido en una de las grandes claves del inicio de temporada del Pucela. Un arma de doble filo que, bien explotada, puede marcar la diferencia en la lucha por el ascenso, pero que también ha dejado síntomas preocupantes cuando no ha funcionado. Un síntoma que habla de algo más que de capacidad o calidad, pero que también tiene en su horizonte una realidad que ya se había detectado de falta de fútbol por dentro.
En los seis primeros partidos, el equipo de Guillermo Almada ha buscado equilibrar su juego por dentro con la capacidad de abrir el campo en los costados, y, en ese esquema, la figura de Iván Alejo como lateral ha sido esencial. Su recorrido, su intensidad y su carácter competitivo son factores que le convierten en un futbolista que aporta tanto en defensa como en ataque. Por delante de Alejo, piezas como Amath y Peter Federico han alternado sus minutos, buscando aportar desequilibrio y desborde desde ese perfil, aunque la irregularidad ha condicionado mucho el rendimiento de ambos, aunque el recorrido del recién llegado ponga en suspenso su capacidad. El problema llega cuando la conexión se rompe.
Recuperar la derecha mejorando en la izquierda
Frente al Albacete se vivió uno de los peores escenarios posibles. La banda derecha se mostró sin capacidad de desequilibrio, donde Iván Alejo no detectó vías de avance y apenas entró en juego, además de que los extremos, primero Amath y luego Peter Federico, apenas aparecieron. Ni unos ni otros lograron imponerse en el uno contra uno, las conducciones se hicieron previsibles y las combinaciones se atascaron en la medular. La consecuencia fue que el equipo perdió una vía fundamental de salida y redujo su caudal ofensivo.

Algo que era causa y a la vez consecuencia de un juego blanquivioleta demasiado plano, en el que se vieron problemas clave en banda izquierda y en el que se volvió a mostrar una ausencia preocupante de ideas alternativas, facilitando la labor defensiva del rival. El Real Valladolid fue incapaz de encontrar centros claros desde ese lado, y la sensación de inferioridad en el costado derecho acabó pesando en el desarrollo del encuentro.
En encuentros donde el Real Valladolid ha dominado el partido o, al menos, ha generado oportunidades suficientes, la banda derecha ha sido fuente recurrente de centros y de llegadas al área, con Iván Alejo lanzando balones desde tres cuartos y con los extremos buscando la diagonal. Algo que fue recurrente para que el equipo haya podido activar esa fórmula, es que el rival se viera obligado a multiplicar coberturas, abriendo espacios en el sector contrario. Esa realidad señala directamente en la banda opuesta, que ante el Albacete brilló por su ausencia también en la figura de Bueno y Biuk.
Sin que la izquierda pueda ofrecer alternativas, mediante el desequilibrio de ambos ocupantes del carril, se reduce ampliamente el juego y la capacidad de sorpresa y firmeza de una banda diestra de la que se extraen gran parte de las funciones ofensivas de un Valladolid demasiado dependiente de ese perfil. Sea como sea, las dos bandas deben asumir que su aportación es clave para que el Real Valladolid no se convierta en un equipo previsible y fácil de defender, algo que, más allá de los marcadores, se ha visto en más escenarios que en el de Albacete.
Identidad y carácter
La presión alta del Pucela también se ha apoyado en esa zona derecha. Alejo, por sus condiciones y capacidades, es un lateral agresivo en la recuperación y presente en zonas más altas, mientras que Amath es capaz de aportar un despliegue físico suficiente para incomodar arriba y presentar batalla a nivel de velocidad, conducción y desequilibrio cuando se recupera. Esa combinación, cuando se ha mantenido, ha permitido al conjunto vallisoletano ser profundo y vertical, generando ocasiones de peligro que, aunque no siempre se han transformado en gol, han marcado tendencia en el juego, algo que no se pudo ver en casi ningún momento del partido del Carlos Belmonte.
Por eso, potenciar los envíos desde tres cuartos se presenta como una necesidad inaplazable. Alejo cuenta con una virtud poco habitual en los laterales de la categoría, que es esa capacidad para centrar en carrera, sin necesidad de llegar a línea de fondo. Esos balones tensos y con intención pueden convertirse en un arma letal si se logra establecer una dinámica en la que los delanteros lleguen bien perfilados.

Sin embargo, para que esos centros tengan valor, es imprescindible que los extremos acompañen, generen movimientos de distracción y ofrezcan líneas de pase. De lo contrario, el rival tendrá siempre la posibilidad de encimar a Alejo y reducir su impacto ofensivo. La coordinación entre lateral y extremo, pues, no es un detalle, sino un requisito indispensable para que la banda derecha se convierta en un recurso fiable.
La importancia de este costado va más allá del simple ataque, pues se trata de una cuestión de identidad. El Pucela, en sus mejores momentos recientes, se ha caracterizado por un juego valiente por bandas, con laterales proyectados y extremos agresivos. Mantener viva esa seña de identidad es fundamental para sostener la confianza del grupo y para que el equipo no pierda variantes en partidos cerrados. Además, el factor psicológico juega un papel importante, ya que nota si la derecha funciona o si el rival percibe que debe estar pendiente de todo el frente de ataque. Una situación que genera inseguridad y espacios en otras zonas y que en esta última cita ha faltado de más.
