El Real Valladolid vuelve a empatar un partido fuera de casa, completando una jornada 13 en la que no se pueden sacar conclusiones muy positivas del equipo y del desafío que tenía por delante ante un rival directo y que apenas superaba en la tabla al Valladolid por un solo punto. Ganar metía a los de Almada en la pomada, pero apenas se inquietó al meta del Cádiz en un partido en el que el Valladolid volvió a jugar un partido de menos a más. Un Valladolid trabajador, pero poco creativo e influyente en campo rival que, si bien en la segunda mitad mejoró, apenas mostró los dientes.
En ese escenario en el Nuevo Mirandilla, el Real Valladolid cosechó un punto que deja casi todo como está en la tabla, pero que refleja gran parte de los problemas de la plantilla y de la estabilidad de los objetivos marcados. Un punto que sabe a poco pero que da para seguir en la pelea. En esa búsqueda habitual de las razones de este empate ante el Cádiz de Garitano en la zona alta de LaLiga Hypermotion, expongo las que me parecen las tres claves que pueden explicar el desenlace de este partido ante el equipo gaditano.
Tirar los primeros minutos
Es algo ya naturalizado en los partidos del Real Valladolid que las segundas partes se conviertan en el punto de reacción del equipo. No es que eso sea malo per se, pero limita mucho el rango de acción de un Valladolid que puede ser castigado en esos primeros compases sin capacidad para sostener el juego e incluso el marcador. El castigo del Cádiz no llegó (o se lo quitaron), pero la capacidad de los de Garitano para igualar dibujo y roles con el equipo de Almada fue evidente y condenó la esencia de un Valladolid que poco más positivo suele sacar a relucir que su insistencia.
La pelea, en los primeros 25/30 minutos fue por puntos para un Cádiz que sabía cómo y dónde debían atacar sus jugadores al poseedor. Limitaron salida a Tomeo, cerraron vías a Ponceau y apenas tuvieron que vigilar a un Jorge Delgado y Marcos André que, en ocasiones, ya hacían ellos mismos por cubrirse. Esa mala salida al campo condiciona un poco la sensación global de que este equipo suele tirar muchos de los minutos que tiene sobre el campo, lo que no ayuda a sacar una valoración positiva global, sino una visión muy cambiante entre el plan de la primera mitad, muy superado por los locales, y el de la segunda parte, que no tuvo acierto para superar a Aznar.
Dos puntas sin vocación para ser más
Se necesita mucho más de los delanteros si de verdad existe la intención de ir por el camino del 1-4-4-2. Aunque la realidad muestra que este sistema tiene ciertas limitaciones con la actual plantilla, lo cierto es que a veces ha servido para mejorar una presencia en área contraria que, por el contrario, no acaba de ser suficiente en partidos como el vivido en el Nuevo Mirandilla.
Jorge Delgado y Marcos André mostraron perfectamente que dos delanteros no suponen necesariamente crecer en ataque. De hecho, el rol de ambos dejó mucho que desear en cuanto a esas funciones propias del delantero, en una realidad que parece perseguir al Pucela, que no logró pasar del tiro a puerta en todo el partido, logrado por Amath en el minuto 83 del partido.
Marcos André decoró el partido de caídas a zona de creación y a banda, pero no sumó nada al juego del equipo como enganche, mientras que Jorge Delgado peleó y presionó, pero no fue eficaz en lo que se le debe pedir a una referencia en el área. Parece que no hay grandes alternativas en el área para poder soñar con una delantera de muchos goles y en Pucela se ha de pensar más en cómo hacer funcionar la máquina para generar mejores ocasiones globales sin esperar que el delantero centro sea especialmente contribuidor a los tantos que puedan acercar al Pucela al ascenso.
Las bandas necesitan más opciones
Sí, se profundiza. Sí, los laterales suman. Pero este equipo tiene muy poco cimentadas las virtudes de esa altura de juego y de esa presencia de los laterales doblando. Si bien es cierto que fue habitual que Guille Bueno e Iván Alejo profundizaran y diera opciones a los extremos, en este caso Peter y Amath, la realidad es que pocas veces esa dualidad en banda dio garantías para hacer crecer al equipo.
Y eso es preocupante, porque es un riesgo enorme lanzar a los laterales para que los extremos no acompañen más la jugada o den opciones para que pueda sumar en un dos contra uno o, incluso, poder generar una desventaja al rival en caso de pérdida para frenar las contras, activándose en la presión. La garantía del Valladolid no vive solo en las bandas, pero es un recurso que debe ser mucho más útil de lo que es por esa ausencia de delanteros que puedan garantizar goles y, sobre todo, de un mediocampo que, de momento, no asienta el avance a través del juego, sino que en seguida se busca la banda.