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Las 3 claves de la derrota del Real Valladolid ante el Albacete

Una mirada profunda a los motivos que llevaron al Pucela a su primera derrota en el duelo del Carlos Belmonte

por Miguel Ruiz
22 de septiembre de 2025
en Primer equipo
Valladolid Albacete

Foto: Real Valladolid

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El paso del Real Valladolid por el Carlos Belmonte dejó más sombras que luces y abrió un debate incómodo sobre la falta de actitud de un equipo que hasta ahora había mostrado solidez y constancia. Frente a un Albacete muy necesitado, los pucelanos se vieron superados en intensidad y en carácter, incapaces de imponer su ritmo ni de rebelarse ante las dificultades.

El encuentro no solo expuso lagunas futbolísticas en la creación y en las bandas, sino que también dejó la sensación de que faltó una respuesta emocional en los momentos clave. El resultado, más allá de lo numérico, reflejó un equipo desdibujado, demasiado blando para un contexto que pedía firmeza y que no había mostrado hasta ahora un panorama tan gris, que el propio Almada quiso destacar en rueda de prensa. Todo ello compone un retrato claro y es que el Pucela no solo perdió, sino que dejó escapar parte de la identidad competitiva que habían marcado su camino.

En la búsqueda de las razones que impulsaron la primera derrota de la temporada, en este Albacete Balompié vs Real Valladolid, exponemos las tres claves fundamentales para entender lo que sucedió en este duelo correspondiente a la jornada 6 de LaLiga Hypermotion, ante un rival que mostró mejor aptitud y que consiguió hundir a un Real Valladolid que, esta vez, no tuvo capacidad para ser un equipo unido, comprometido y reconocible.

Falta de carácter e intensidad

El Real Valladolid ofreció una cara inesperadamente apagada en el Carlos Belmonte, particularmente en lo que concierne a la actitud, la intensidad y el carácter que se le supone a un equipo que venía invicto y con aspiraciones altas. Se notó desde el inicio una especie de conformismo e inacción, pues parecía más preocupado por no equivocarse que por imponer un juego que no acabó por aparecer en ningún momento.

Un espacio que aprovechó el Albacete para encontrar espacios, dominar los tiempos y sentirse cómodo sin necesidad de arriesgar demasiado. Ese paso adelante no se encontró en el Valladolid y no existió el acierto en esa presión alta y ese mordisco al rival en su campo. Cuando el balón estaba en zonas de peligro, además, la sensación era que los jugadores pucelanos necesitaban tener una precisión mayor, así como tomar mejores decisiones.

Torres, Guilherme
Torres felicita a Guilherme Fernandes por una de sus intervenciones | Foto: LaLiga

La primera parte fue especialmente pobre en esa columna vertebral emocional que suele marcar los partidos, pues faltaron cortes limpios, faltó llegada con convicción, faltaron finales de acción que terminaran en opciones claras o, como poco, tiros que pudieran inquietar a Lizoain. El segundo tiempo no cambió demasiado la papeleta. Aunque parecía que el Valladolid podría revivir con los cambios, ni siquiera esos reemplazos mejoraron la sensación.

Ni el paso de los minutos lograron una reacción tangible y su fútbol se volvió previsible, con combinaciones laterales que no progresaban, centros imprecisos y poca llegada al área rival. Cuando el Albacete supo cómo crecer y hacerse con el partido, los pucelanos no supieron responder con la fuerza que se espera de un equipo con carácter y con ambición para ser candidato a abandonar LaLiga Hypermotion.

Con tantísimos errores sin corregir, demasiadas pérdidas absurdas en zonas peligrosas y despistes defensivos que denunciaban falta de concentración, la derrota mostró una pasividad peligrosa que deja peor poso que el marcador en contra. El Albacete encontró los goles sin necesidad de prodigarse demasiado, solo aprovechando los descuidos ajenos y, más aún, mostrando una determinación que el Valladolid no supo igualar.

Lo más llamativo y duro del encuentro no es solo que el Real Valladolid haya perdido su primer duelo, sino cómo lo ha hecho. Un partido que no dio la sensación en ningún momento de corregir o evitar, verdaderamente, esa muestra negativa de falta de actitud, una palabra que tantas veces define la diferencia entre ganar o no y que en Albacete brilló por su ausencia por la parte blanquivioleta.

El debate con Meseguer

En el duelo del domingo, Víctor Meseguer apenas logró influir en la generación de juego del Real Valladolid y su capacidad para conectar con sus compañeros y filtrar balones quedó muy lejos de lo que exigía el partido. Desde la defensa, el equipo apenas encontró vías limpias para construir, y Meseguer se vio demasiado expuesto. La sensación es que Meseguer volvió a sufrir fuera de sitio, casi siempre anticipado por los rivales y muy agobiado por un Albacete que supo entender que era una pieza clave para forzar errores.

Valladolid Albacete
Meseguer, rematando ante Lizoain | Foto: Real Valladolid

Su participación en los primeros pases fue rígida, los cambios de orientación escasos e imprecisos y su papel en la línea creativa fue nulo, amén de varias acciones de pasividad en la presión y en la lectura de juego que dificultó mucho una salida efectiva y una mención positiva sobre su papel en el partido. Algo que, más allá de su juego o acierto, afectó al Valladolid a muchos niveles, con un David Torres muy superado, un Guille Bueno desdibujado y una banda derecha desaparecida.

En banda, como digo, la situación fue muy complicada. Jugadores como Stipe Biuk, Amath Ndiaye y Peter Federico sufrieron demasiado para hacerse notar, como si la propuesta ofensiva del Real Valladolid estuviera apagada de antemano. Biuk buscó desbordar pero las opciones por su banda izquierda fueron interceptadas o bloqueadas con facilidad, en un partido muy gris del croata. Amath no encontró apoyos ni espacios entre líneas y su sustitución en el descanso por Peter Federico, recién llegado, no mostró demasiados destellos.

Guilherme evitó el sonrojo

Guilherme Fernandes fue lo poco digno de mención en un Real Valladolid que no conocíamos esta temporada. Durante el partido en el Carlos Belmonte, ante un Albacete que llegaba urgido, con mucho empuje psicológico, el portero portugués sostuvo al equipo de caer con una goleada bastante más humillante. En la primera parte hizo al menos tres intervenciones de mérito que alargaron la esperanza vallisoletana, volviéndose casi literal la sensación de que el luso era claramente el mejor sobre el campo. Su actuación parecía dirigida a salvar lo imposible que impidió que el marcador se disparase antes.

Pese al mal partido que hizo el bloque, Guilherme se vio desbordado solo cuando los errores defensivos se acumulaban, cuando únicamente le quedaba encomendarse más al instinto que a la estrategia colectiva. Una actuación individual que logró generar una diferencia entre una derrota dolorosa y una humillación clara, que catapulta a Guilherme como una de las claves esenciales de los resultados del equipo y que, más allá de maravillar y ser clave en las victorias, también ha salido indemne en la primera derrota.

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