El Real Valladolid no pudo sumar su tercera victoria consecutiva y acabó firmando un empate frente al Córdoba en el José Zorrilla. La tercera jornada dejó un partido de contrastes, en el que se vio un Pucela que buscó imponer su estilo, con presión alta y juego por fuera, pero que no tuvo la claridad necesaria para concretar sus llegadas.
El equipo de Almada mostró momentos de dominio, especialmente en la primera parte, aunque la falta de precisión en los metros finales terminó impidiendo que el marcador se inclinara de su lado. Enfrente, un Córdoba valiente y bien armado supo aprovechar los tramos de repliegue vallisoletano para poner en aprietos a la zaga local y reclamar un punto con justicia.
Más allá de un resultado que frena el pleno de triunfos, el encuentro volvió a poner sobre la mesa la necesidad de ajustar detalles en la propuesta ofensiva del Valladolid. El equipo tuvo balón, pero careció de creatividad por dentro y dependió en exceso de los envíos exteriores, lo que facilitó la labor defensiva de los cordobeses. Sin embargo, el empate no borra el trabajo colectivo ni la sensación de que el proyecto tiene bases sólidas para crecer.
En un choque que invita a la reflexión más que a la celebración, hubo actuaciones individuales que merecen mención. Tres nombres que reflejan la competitividad de un Valladolid que, pese a no lograr el triunfo, sigue mostrando brotes de un estilo reconocible y con recorrido en esta nueva temporada.
Como en cada jornada, el repaso del partido deja algunos detalles suficientes para hablar de mis tres favoritos entre todos los artífices del empate de la Jornada 3: Pablo Tomeo, Stanko Juric y Iván Garri.
Tomeo: Ancla en el caos
Pablo Tomeo volvió a ser una pieza capital en el empate del Real Valladolid frente al Córdoba. En un partido donde el Pucela se vio exigido a replegar y defender más cerca de su área de lo deseado, el central aragonés sostuvo con firmeza la estructura defensiva y evitó que la zozobra se transformara en errores graves. Desde su reconversión de mediocentro a central, Tomeo ha demostrado una gran capacidad de adaptación, aportando criterio y serenidad en una posición que requiere temple en los momentos de mayor presión.
La importancia de Tomeo no solo radicó en los duelos individuales que ganó o en las coberturas que realizó, sino en su capacidad para ordenar y transmitir calma al resto de la zaga. Cuando el Córdoba adelantó líneas y comenzó a pisar con frecuencia la frontal del área, él mantuvo la compostura, interpretó bien los movimientos de los atacantes y se anticipó en varias acciones clave. Su lectura de juego permitió al Valladolid sobrevivir a esos quince o veinte minutos de mayor sufrimiento en la segunda parte, en los que el rival intentó someterlo territorialmente.

En el plano táctico, su perfil ofrece al equipo algo más que solidez defensiva. Tomeo se ha convertido en un central que no se limita a despejar, sino que también aporta claridad en la salida de balón, ayudando a que el equipo respire tras recuperar la posesión. Esa doble faceta, a la hora de defender con rigor y construir con sencillez, es clave en una Segunda División tan exigente. Frente al Córdoba quedó de nuevo patente, pues cuando la situación se complicó, él fue el faro que permitió al Pucela sostenerse y mantener un punto que, visto lo ocurrido, tiene tanto valor como una victoria.
Juric: Cortar y volver a empezar
Stanko Juric volvió a demostrar en el duelo ante el Córdoba que cuando se trata de encontrar un mediocentro defensivo clásico, él es el elegido. No solo por su capacidad para cortar, sino para orientar el juego tras recuperar la pelota. Su capacidad para interceptar pases en campo propio, cortando la circulación contraria, fue parte clave en los mejores momentos del Real Valladolid. Una lectura ágil del espacio y buena colocación le permitieron anticiparse a las intenciones del rival, anulando así una posible vía de peligro.
Cuando el equipo recuperaba el esférico en tres cuartos rivales o en la frontal del área, Juric se erigía en eje de salida. No alargaba innecesariamente el juego ni lo trataba como una obligación, sino como un instante para reactivar la jugada con precisión a pocos toques. A menudo conectaba con un interior o lateral mejor posicionado, como Meseguer, Bueno o Biuk, lo que permitió transformar situaciones defensivas en avances con riesgo. Fue ese equilibrio entre contención y reacción lo que facilitó que el Valladolid mostrara algo de chispa y sorpresa en creación.

Esa aportación de Juric fue especialmente visible en los minutos donde el Córdoba asentó su presión tras pérdida, pues perder ese baluarte empezó a desarbolar la capacidad del Valladolid para sentirse dueño del partido. La serenidad que da Juric en su rol, más en un encuentro trabado y sin muchas oportunidades claras, es fundamental para entender el plan de Almada.
Iván Garri: Entrar para mejorar al equipo
La entrada de Garri desde el banquillo activó el costado izquierdo del Valladolid con una dosis fresca de dinamismo ofensivo muy evidente. Jugando inicialmente como lateral, el joven canterano aportó chispa y verticalidad en zonas donde el juego parecía encorsetado. Su desborde, criterio para buscar interiores y posicionamiento inteligente le permitieron transformar la estructura táctica del equipo sin necesidad de cambiar de sistema. Garri encarnó esa bandera de cambio que el técnico puede alzar sin cambiar el dibujo y aportar un plus desde el banquillo.

Técnicamente, su actuación aportó más profundidad y líneas de pase en el último tercio. Con apenas unos minutos en cancha, abrió carriles laterales, encendió la banda y filtró apoyos que desafiaron la presión rival. Esa energía inesperada sirvió para que el equipo recuperase fluidez en la salida de balón y encontró vías más veloces hacia el área. No llegó como goleador, aunque buscó un remate directo que a punto estuvo de sorprender a Carlos Marín, pero sí fue un instigador silencioso para desequilibrar desde su banda. El flanco izquierdo, apagado ya en ese momento, cobró vida y exigió cobertura al rival.
