El Real Valladolid volvió a caer, esta vez ante un Eibar que mira al descenso con razonable temor. Se hace cada día más difícil tratar de entender a nivel táctico la realidad de un equipo que hace aguas. Por momentos, los fantasmas de la 24/25 husmean en torno al devenir de un Pucela que no levanta cabeza y que, además, da muestras de tener poca cintura para poder afianzar la realidad competitiva que tienen por delante y, sobre todo, la ambición que, en principio, parecían poder tener para esta campaña.
Lejos de competir por un ascenso que cada día se complica más, este Valladolid parece necesitar, primero, que tiene mimbres para estabilizarse. A pesar de todo, también contra el Eibar tratamos de entender la derrota. En la búsqueda de las razones de que el Valladolid haya chocado de nuevo con una derrota más en LaLiga Hypermotion, expongo las que me parecen las tres claves que pueden explicar el terrible desenlace del partido ante el equipo vasco.
Lo que mal empieza, mal acaba
La semana había sido convulsa. Muy difícil encontrar razones tácticas más allá de la simple falta de calma en una semana atípica, de cambio de entrenador (por deseo expreso de salir de Almada) y un reemplazo demasiado en las antípodas de lo que se había visto con el charrúa. Demasiados cambios y demasiadas razones para pensar que lo que pasó en Eibar era lo que habíamos llegado a esperar que pasara. Y se venía de caer ya ante un rival que podía darle al Pucela razones de sobra para creer en la victoria en Zorrilla.

En el último partido de 2025, volvió a mostrar una fragilidad demasiado evidente. Las emociones de la semana, desde el mismo lunes por la marcha de Almada del Valladolid, parecía difícil que el escenario mejorara de manera clara a pesar de las urgencias y necesidades de un equipo que despidió el año a la altura de lo que había sido. Un año natural que mezcló lo peor de dos temporadas que, ya se espera, no sea un anticipo de cómo acabará todo de enero a julio.
Imposible adaptarse a una idea nueva…
Evidente también fue que la escasa cintura del equipo tuviera un peso específico en el resultado del partido. Sí, Sisi cambió muchas cosas. Las suficientes para entender que en una semana el equipo no iba a poder interpretarlas todas. Solo el lunes fue oficial que Sisi se haría cargo del equipo en Ipurua y la verdad es que no parecía sencillo que pudiera cambiar muchas cosas. Craso error. El entrenador quiso incorporar un libreto muy distinto y la plantilla no estuvo a la altura de lo que le pedían. De hecho, ya es algo que este equipo había mostrado en varias ocasiones.

Durante las jornadas de la 25/26 en este final de año, Almada había apostado por una idea férrea, con pocas variables a tener en cuenta semana a semana o, incluso, durante los partidos. El manejo táctico de la pizarra durante los encuentros era poco menos que ausente y eso hacía pensar en que la flexibilidad para incorporar nuevas ideas iba a ser compleja. Y más en una sola semana. A la espera de nuevo técnico, cabe esperar que tengamos este Valladolid, aún, unas cuantas semanas.
…y algo suicida
A la vez, más allá de que la idea de Sisi no calara, el entrenador mostró una estructura y una intención muy parecida a la que ya exhibió con el juvenil. Tanto en su primera versión, con el Liga Nacional, como en el tramo al frente del División de Honor, Sisi tenía una idea futbolística muy enfocada a la tenencia de balón y el enfoque asociativo para conducir al equipo al campo contrario y, en definitiva, a apostar ofensivamente.

Esa idea, trasladada a Ipurua, dio en un Valladolid desnaturalizado, con muchos jugadores siendo novedad en roles diferentes y con una dinámica de juego demasiado alejada de lo que buscó Almada: Alejo y Biuk como carrileros; línea de tres bastante marcada, con un Jaouab como novedad y debutando; Meseguer de enlace y Chuki de segundo punta. Demasiadas cosas nuevas y, sobre todo, enfocadas a un modelo que no tenía mucho futuro por el perfil de los futbolistas. El equipo de Almada estaba muy lejos de ser esto y lo pagó el Pucela en su nuevo desastre liguero en Eibar.
