El Real Valladolid volvió a ganar. Y para más dificultad, esta vez lejos de casa. Un contundente 1-4 en El Alcoraz que, sin duda, sirve para relajar a las masas y aliviar la incomodidad de una plantilla que se sabía mejor de lo que estaba mostrando. Este Valladolid de Almada ha conseguido romper con esas malas sensaciones que arrastraba desde hace semanas. La llegada de diciembre le da un impulso grande al conjunto blanquivioleta, que vuelve a la senda de la victoria a tiempo para seguir soñando, aun sabiendo que las carencias siguen estando, el acierto lo colorea todo.
Y a pesar de que podría parecer que todo cambio radicalmente, solo unos detalles son los causantes de la mejoría. Y, claro, el gol. Está clarísimo que lo de los goles lo cambia absolutamente todo. En la búsqueda de las razones de haber vuelto a la senda de la victoria en LaLiga Hypermotion, expongo las que me parecen las tres claves que pueden explicar el feliz desenlace de este partido ante el equipo aragonés.
Con el marcador a favor, todo es más sencillo
Podemos imaginar que no, pero lo cierto es que el gol es el causante de una realidad muy diferente dentro de lo que es este Real Valladolid. Le ha dado alas a un juego que no era tan malo como parecía ni tan torpe su capacidad creativa como podía indicar el hecho de ser uno de los equipos menos goleadores de la temporada en Segunda División. Al contrario, la muestra clara de que este equipo tiene más estuvo en todo momento presente en el duelo ante el Huesca. Se cumplieron, de hecho, las previsiones a ese respecto.
En cuanto los goles llegaron y el equipo supo medir alturas en la presión, todo empezó, casi por arte de magia, a tener sentido. No es que el equipo sea brillante, pero sí tiene mucho más que ofrecer. El gol abrió de golpe la puerta para que los jugadores parecieran salir del trance. Poco a poco, se fue viendo nítida esa realidad de la que hablaba Almada en rueda de prensa previa, cuando decía que “estoy seguro de que se va a abrir el arco”. El charrúa tenía razón. Y eso fue el comienzo de (por fin) una buena noche.
Nunca olvidar el arco rival
Suele pasar, en muchas realidades parecidas, que el equipo que no consigue encontrar salida a una mala racha, quiere proteger de más el estado de su marcador en cuanto lo encuentra. Ese gol a favor, en cambio, no cambió nada en la verdadera naturaleza de este Pucela. Este equipo quiere más. Lo ha demostrado con creces en un partido en el que no solo ha conseguido cuatro goles, sino que ha sabido encontrar una vía para ser efectivo reduciendo las ocasiones, pero no dejando de pasar al ataque en casi cualquier circunstancia.
La verdad es que una de las razones de este gran resultado es la intención que ha tenido el Valladolid de manejar el partido en todo momento. No con balón, pues en global, el Valladolid no tuvo la posesión de manera clara, pero sí en la intención. En su plan de no ceder ni dejar de empujar, esta vez sin locuras, sin dejar huecos, ordenados. El Valladolid no se olvidó de ir a por más ante un Huesca que no pudo parar la voluntad ganadora de un Real Valladolid en el que parece que, hacía pocas horas, ya pocos creían.
Mejor ocupación de espacios y presión
El debate tras el partido era lógico: ¿Es este el mismo Real Valladolid de las dieciséis jornadas anteriores? Pues, sinceramente, así lo creo. Más allá de los goles, causa lógica de un resultado muy distinto, el Valladolid apenas cambió algunos matices de su plan de juego. Para empezar, supo reinventar la capacidad para no conformarse, yendo siempre a por uno más. Algo ya comentado. Pero hay más.
Si ante el Málaga el Valladolid condenó el marcador con unos espacios a la espalda que permitieron a los de Funes explorar las vías al empate, ante el Huesca el Valladolid consiguió anular las intentonas del equipo de Bolo. Y lo hizo con capacidad suficiente como para poder mandar en el ritmo, incluso sin balón. Algo que no es típico. Si bien en la primera mitad el Pucela no tuvo balón y, a pesar de eso, encontró la vía para dominar, en la segunda sí supo decidir la altura de juego, la forma de encontrar vías de ataque y, sobre todo, cómo y dónde presionar, algo vital para medir esfuerzos.