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Las 3 claves del empate del Valladolid ante el Mirandés

Una mirada profunda a los motivos que llevaron al Pucela a su empate en la jornada 8 de LaLiga Hypermotion en su duelo ante el conjunto burgalés

por Miguel Ruiz
6 de octubre de 2025
en Primer equipo
Valladolid - Mirandés

Foto: LaLiga

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El empate entre el Real Valladolid y el CD Mirandés en el José Zorrilla dejó una sensación, nada extraña, de oportunidad perdida. Más allá del resultado, el encuentro sirvió para radiografiar algunos de los males que acompañan al conjunto blanquivioleta en este primer tramo de la temporada. La jornada ocho escupió de nuevo la obviedad en cuanto a la preocupante fragilidad de la defensa en ABP, su falta de pegada y la tardanza, a menudo, en la reacción final.

El Pucela tuvo el balón, sí, también el territorio y las ocasiones, pero lo cierto es que volvió a conceder un gol evitable y a desperdiciar minutos valiosos para imponerse con autoridad. El dominio, sostenido en la posesión y la insistencia, no bastó para traducirse en un triunfo que parecía obligatorio ante un rival que rentabilizó al máximo sus pocas oportunidades. En la búsqueda de las razones de este tropiezo en casa, hay tres claves que pueden explicar el algo el desenlace de otro Derby regional en las que las cosas no salieron en casa como la afición y el equipo pucelano deseaban.

Descompensaciones defensivas a balón parado

El empate del Real Valladolid frente al Mirandés dejó una muestra de la fragilidad en las acciones a balón parado. El gol burgalés, obra de Barea, llegó tras una falta lateral en la que la defensa pucelana se desorganizó por completo. La línea defensiva estaba mal escalonada, los centrales no sincronizaron su salto y el espacio entre ellos y los mediocentros quedó expuesto. Además de ese error, además, se dejó aún más solo a Barea ya que Alejo se encontraba en el suelo a la y no pudo seguir a su par. En ese hueco apareció el rematador, totalmente libre, para conectar un disparo que batió a Guilherme Fernandes.

Valladolid Mirandés
El gol del Mirandés, tras un error de marca muy claro | Foto: LaLiga

Más allá del acierto rival, el tanto reveló un fallo de estructura, pues el Valladolid defendió en zona, pero sin una comunicación clara ni referencias mixtas que limitaran el margen de maniobra del rival en el segundo palo. La falta de agresividad en el primer contacto y la nula reacción en las segundas jugadas volvieron a ser determinantes, con un Mirandés cómodo que conectó con facilidad para que Barea pudiera marcar a placer. En varias fases del encuentro, el Mirandés encontró segundas oportunidades tras saques de esquina o faltas laterales mal despejadas, aprovechando el desconcierto de una zaga que no logró coordinar las coberturas.

Y no, el conjunto burgalés no generó un volumen alto de ocasiones, pero cada balón colgado al área se convirtió en una amenaza real para el Pucela. El problema no es nuevo y va más allá de un solo partido. El bloque pucelano pierde concentración tras largas fases con la pelota, y le cuesta pasar del modo ofensivo al defensivo sin dejar espacios.

Ineficacia ofensiva del Valladolid pese al dominio posicional

El empate ante el Mirandés vuelve a poner de manifiesto un problema que el Real Valladolid arrastra desde el inicio de la temporada. Su dificultad para transformar el dominio en ocasiones claras de gol es preocupante, ya que, de nuevo, el equipo controló el ritmo, el territorio y el balón, pero le faltó demasiado filo. La posesión fue un ejercicio de paciencia más que de profundidad, con demasiados pases horizontales y poca ruptura entre líneas. Los extremos, Peter Federico y Stipe Biuk, apenas fueron penetrantes y el juego interior careció de fluidez.

Los mediocentros, más preocupados por mantener la estructura que por acelerar, ofrecieron pocas líneas de pase hacia adelante, lo que precipitó los movimientos tácticos de Almada en la segunda mitad para potenciar que el equipo llegara al área y confiara en los centros laterales para encontraban rematador, algo que tampoco fue sencillo. Ese desequilibrio entre dominio y amenaza ofensiva hizo que el Valladolid necesitara más de veinte tiros para anotar un solo gol.

Valladolid Mirandés
Chuki, clave en la mejora del Valladolid | Foto: LaLiga

El Mirandés, bien cerrado en los minutos finales, planteó un partido valiente, que protegió bien en un bloque medio que incomodó la circulación blanquivioleta y asedió siempre que pudo su defensa al espacio. Es por eso que cada intento de progresar por dentro terminaba en pérdida o en un pase atrás, obligando al conjunto de Almada a volcar su ataque por fuera, como era habitual. El problema fue que el equipo abusó del envío lateral, sin encontrar remate ante una defensa que defendía en inferioridad numérica, pero con mucha agresividad en el área.

La insistencia por las bandas no vino acompañada de una segunda línea con llegada y solo cuando los mediapuntas pisaron área, en los minutos finales, el equipo logró crear peligro real. Hasta entonces, el dominio fue estéril, con mucho balón, pocas ideas y nula eficacia en la zona caliente y esa desconexión entre la construcción y la finalización tiene un componente tanto táctico como emocional.

Reacción y toma de riesgos tardía para revertir el marcador

De los veintidós disparos totales, solo cinco fueron a puerta. Una tasa complicada para defender la posición ofensiva del equipo en un partido en el que, de la primera a la segunda mitad, hay mucha distancia: en la segunda parte, de esos veintidós disparos, el Valladolid realizó dieciocho, así como cuatro de los cinco tiros a puerta totales. Pues sí, es evidente que el Real Valladolid reaccionó, pero lo hizo demasiado tarde. Claramente, el gol del Mirandés cambió el guion del partido y obligó al conjunto blanquivioleta a asumir una versión más agresiva, aunque esa mutación no llegó hasta bien entrado el segundo tiempo.

Valladolid Mirandés
Ponceau, autor del gol | Foto: LaLiga

Esa reacción elevó la intensidad, empujó al Mirandés hacia su área y acabó encontrando premio, pero la sensación fue que el despertar llegó cuando el margen ya era mínimo. El problema no fue únicamente de tiempo, sino de convicción. El Pucela se mostró a veces demasiado previsible antes del tanto rival, repitiendo movimientos que no incomodaban al bloque burgalés. La pausa, que a veces es virtud, se convirtió en un freno y cuando el equipo por fin apretó líneas y buscó el desequilibrio, el Mirandés ya estaba completamente replegado, defendiendo con hasta siete jugadores dentro del área.

En ese contexto, la reacción tuvo más de empuje que de claridad. El gol del empate nació de la insistencia, de la acumulación de hombres en campo contrario y de una secuencia de rechaces que premiaron la perseverancia más que la planificación. Aun así, fue un cierre que evitó una derrota que habría resultado demasiado castigo para lo producido. Esa toma de riesgos tardía habla de un equipo que aún busca equilibrio entre control y agresividad. El Valladolid tiene talento y recursos, pero le falta la audacia de acelerar antes, de romper su propio molde cuando el contexto lo exige.

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