La pretemporada del Real Valladolid deja algunas luces y muchas sombras. Sobre todo lo que deja son muchas preguntas sin contestar. No cabe esperar alarmismo por varios amistosos, pero es saludable analizar desde la mayor objetividad la realidad de una plantilla que, de momento, no ha aprovechado el tiempo para asentar las nuevas piezas, sino para insistir en una idea aplicada a jugadores cuyo peso dentro de un proyecto ambicioso sí deja muchas dudas. Algunas sobre lo que está siendo el análisis de Almada de una plantilla heredada, sobre el estado de los fichajes y sobre el afianzamiento de una idea para aplicarla durante la temporada y responder a los objetivos marcados.
El que, quizá, es el punto de partida básico, es que nadie debe tomar demasiado en cuenta ninguno de los partidos jugados hasta ahora. Sí, puede parecer extraño, pero así es. La realidad es que cabía esperar que la pretemporada fuera dura. Mal estado físico de herencia, muchos viajes, dificultad para asentar una idea novedosa y, sobre todo, la sensación de que muchos de los que participaran no iban a tener tanto peso durante el curso. No por ello no cabía esperar pautas interesantes dentro de los partidos, como ha sido el caso, pero sí es verdad que muchas dudas siguen sin ser resueltas.
Lo vital: guardar la calma
Perder los nervios es absurdo. La pretemporada sirve para lo que sirve. Afianzar ideas y cargar los músculos. Probar, fallar, cambiar y volver a fallar, así hasta el acierto. La realidad es que hay cosas positivas dentro de esta pretemporada que marca lo que puede ser el resto de la campaña, pero que, aún no asegurando nada ni para bien ni para mal, puede resultar frustrante. Ver perder al Valladolid ante un equipo más fuerte, más rápido, más convencido y más ágil era lo lógico, aunque verlo de la manera en la que se le vio perder duela.

Este partido es una muestra más de todo lo anterior. El Valladolid está haciendo su camino. El físico debe estar, las piezas deben estar y la idea debe estar. Todo lo demás se irá marcando con el ritmo de una temporada comenzada, para la que aún quedan diez días. Y la sensación, desde este humilde punto de vista y rompiendo la cuarta pared de esta página, es que la temporada del Valladolid, en una Segunda División tan dura, comienza en efecto en septiembre. Ahí es donde estarán todas las cartas sobre la mesa y es cuando las piernas deberán responder mejor a la exigencia de una temporada larguísima.
Con esa premisa y sabiendo que todo lo visto es una función preparada para el error, sí cabe destacar ciertos detalles sobre los que aprender y sobre los que reflexionar. Algunos clave para saber cómo está orientando la nueva propiedad, la dirección deportiva y el staff de Almada, esta temporada 25/26 y, sobre todo, el proyecto a corto o medio plazo de este nuevo Real Valladolid. Paso a paso.
Insistencia con el once inicial
Es quizá el caso más paranormal de los que trataré en este texto. Lo de Guillermo Almada y la composición de un once tipo con piezas muy justas de calidad y entendimiento del rol es bastante llamativo. Se entendió ante el Pafos por no haber perfiles madurados que pudieran ser de la partida. Se compró en el primer duelo ante el Colo-Colo por ser recién llegados con diez mil kilómetros a la espalda. Pero en el tercer y cuarto duelo de la pretemporada las preguntas empezaron a acumularse.

Ante Colo-Colo, en el partido en Santiago de Chile, extrañó que los movimientos de la segunda mitad (e incluso alguno en el once), no hablaran ya de nombres nuevos en el desempeño blanquivioleta. Más aún en el choque de Inglaterra, donde ante el Bristol City volvieron a aparecer los once que ya podemos decir que son de Almada. El único fichaje en firme dentro del once es Guilherme, además de algún retornado. Dos canteranos en las bandas, un mediocentro reconvertido como central, dos pivotes posicionales con escasa capacidad constructiva y, hasta Bristol, dos delanteros con escasa capacidad autosuficiente.
En el tercer duelo, lo que se movió fue el sistema. Del 1-4-4-2 de Las Rozas y de Chile se pasó al 1-4-2-3-1 que daba lugar a Chuki en el enganche. Lo demás, todo similar. Ni los cambios conllevaron novedades, con la escasa salvedad de los minutos que jugó Guille Bueno en la segunda parte del duelo ante el Bristol City que los de Struber tenían ya más que controlado. Un marcador no evidencia nada en pretemporada, pero la relación de nombres continuamente utilizados, algunos muy señalados por el escaso rendimiento mostrado, sí sorprenden mucho.
La plantilla del Valladolid sigue teniendo agujeros
Si hay algo que siempre se le pedirá a una dirección deportiva, más en un periodo de reconstrucción, es ligereza para lavar la cara al equipo y construir los nuevos pilares de un equipo que pueda sostenerse en el futuro tratando de alejar, de la manera más rápida posible, los fantasmas de etapas anteriores. Los recuerdos duelen, como cuando ves las fotos con la ex en la galería de tu teléfono. Borrarlas sería lo mejor, aunque duela, por lo que la grada pide algo parecido.
Aun con el excelente trabajo de celeridad en este mercado, algo que se ha alabado ya en numerosas ocasiones, no puede sorprender que los movimientos de salida sean más complejos. Muchos de los perfiles que en el Valladolid no tienen cabida son difíciles de sacar con las condiciones actuales y, sobre todo, con la rapidez necesaria. Con Amallah en la rampa de salida, nombres como los de Javi Sánchez o Sylla siguen siendo una incógnita. Las lesiones de ambos parece que dificultaron un movimiento de salida que parecía lógico.

Y, al margen de eso, la duda con otros nombres y sus necesarios reemplazos sigue encima de la mesa. Marcos André, David Torres o Stanko Juric son otros de los que el silencio no tapa la sensación de que no están para lo que se les pide. Más allá de lo complejo que es despedir a un canterano como Torres, útil en muchas otras circunstancias, la sensación de que su rol no está siendo el esperado es continua. Algo repetido con el punta brasileño y el mediocentro croata, con más sombras que luces a pesar de su recorrido y minutos disfrutados.
Los goles de Marcos André no tapan la inseguridad y la dificultad de brillo en el área que debería mostrar un jugador como él. Su velocidad se perdió y su capacidad para entender las posiciones a ocupar en el área cuando esa velocidad no está es bastante deficiente. Por parte de Juric, la sensación es que no llega a poder actuar como un mediocentro posicional o de contención con el éxito debido, dejando libre su espacio con demasiada asiduidad y dejando de ser diferencial en esa zona para beneficio de otros perfiles que pueden dar más en ese rol.
Una meta que añade presión
No comparto el cambio de relato sobre el objetivo, aunque creo que tiene matices. Si en los primeros días la propiedad marcaba en rojo el objetivo de la vuelta a la Primera División en España para asentar al equipo en la élite, no puede sorprender que hoy se hable de ascenso. Sí es cierto que hablar de ascenso directo o playoff esta temporada sería poco sensato sabiendo que muchos de los perfiles que, actualmente, parten como piezas importantes para la temporada están por hacer o explotar, pero no es menos cierto que la exigencia que lleva consigo este escudo siempre habla de ser poderoso y caminar con los gigantes de la categoría.

Tratar de negar ese hecho sería ir en contra de la realidad. La mano de la dirección deportiva acompaña una visión mucho más grande de la que pueden dejar unas palabras en rueda de prensa. Víctor Orta sugiere, como es lógico, que el objetivo es ir a por todo esta campaña. Pensar en un Valladolid que juegue a ser una pieza irrelevante en Segunda sería trágico, además de que traería consigo no pocas quejas, alineadas con la misma naturaleza que las que hoy puedan traer las palabras de Orta en relación a ese objetivo de temporada marcado en rueda de prensa hace unos días.
Razonemos sobre lo que es una temporada en cuanto a exigencia en este club, sabiendo de lo que se viene y con la urgencia natural de recuperar la potencia competitiva de una Primera División sin tejer telarañas que te mantengan, de manera irremediable, en una tesitura complicada en la categoría de plata. La paciencia y la compostura es algo muy importante para entender la visión y la altura de un equipo que quiere tener éxito. Ni el optimismo exagerado es algo positivo ni la crudeza de querer encontrar tres pies al gato en cada movimiento o declaración ayudan a nadie. Calma.
