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El Real Valladolid necesita romper con el 1-4-4-2

Un repaso por los beneficios que el Real Valladolid puede obtener del 1-4-2-3-1 tras lo visto lo visto en pretemporada

por Miguel Ruiz
12 de agosto de 2025
Chuki Valladolid

Tras su gol, ante Colo-Colo | Foto: Real Valladolid

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La posibilidad de que el Real Valladolid rompa definitivamente con el sistema de doble delantero en 1-4-4-2 por un sistema con mediapunta o enganche, especialmente en un 1-4-2-3-1, abre un debate interesante que va más allá de una simple disposición de nombres sobre el campo. El equipo ha mostrado en distintos tramos de la última temporada que necesita una figura capaz de recibir entre líneas, dar continuidad a la posesión en espacios reducidos y conectar con los hombres de ataque sin perder de vista la estructura defensiva.

Llegada la pretemporada y con una plantilla con cambios, la realidad es que los delanteros del equipo blanquivioleta no tienen la capacidad para crear de manera autosuficiente las ocasiones necesarias para equilibrar la escasa capacidad creativa de un doble pivote demasiado plano y de contención que no tiene capacidad para superar esa función y que no tiene demasiados socios para dar continuidad a la jugada tras recuperar la pelota salvo que un hombre de banda pueda construir por dentro.

El rol del mediapunta

El perfil del mediapunta o enganche no debe entenderse como un lujo, sino como un elemento funcional que aporte soluciones ofensivas. El mediapunta puede facilitar la transición del bloque desde campo propio al último tercio. Un buen jugador que aporte como mediapunta debe saber interpretar el timing del partido, alternando apoyos cortos y rupturas hacia delante, ofreciendo una línea de pase constante y atrayendo rivales para liberar zonas a los extremos o al delantero centro.

Chuki Valladolid
Chuki, en un partido de la 24/25 | Foto: Real Valladolid

De esta forma, es comprensible que sea la pieza que mejor pueda aprovechar el doble pivote sólido por detrás, para permitirle moverse con libertad y sin comprometer el equilibrio del equipo aunque pierda la pelota. Un recurso interesante siempre y cuando en el equipo haya jugadores que puedan funcionar de manera constante y fiable en esa posición, cumpliendo con las funciones propias de un jugador de ataque con las habilidades necesarias para gestionar el balón de manera rápida, encontrando socios y con la visión suficiente para encontrar vías de juego.

Las piezas para la mediapunta en el Valladolid

Dentro de la plantilla actual, hay nombres que podrían adaptarse a ese papel. El más destacado y esperado, sin duda, es el de Julien Ponceau. Un futbolista con capacidad para conducir, filtrar y llegar al área, siendo un candidato natural para el puesto que podría partir como elemento clave para la titularidad y que, sin embargo, no hemos podido ver en pretemporada, primero por no estar físicamente a tope y, más tarde, por una lesión que ha dificultado su acople al ritmo del equipo. Más allá de Ponceau, hay varios futbolistas que podrían encajar dentro de la función del mediapunta en ese 1-4-2-3-1, como Chuki, Biuk o Amath.

Biuk Pucela
Stipe Biuk, en un partido este verano con el equipo blanquivioleta | Foto: Real Valladolid

Siendo Chuki el más utilizado en ese rol con la naturalidad de haber sido su función en su proceso formativo, se nota mucho que su presencia en banda le viene grande. Necesita capacidad para entrar en juego cuando el equipo lo necesita y sumar enteros entre líneas, encontrando huecos para facilitar la continuidad del juego.

Para el croata Stipe Biuk sería algo nuevo, pero viendo su trabajo en banda, siempre más enfocado en interiorizar que en dar profundidad, puede ser un rol que no le sea del todo ajeno. En el caso del extremo senegalés, Amath es un jugador más eléctrico, menos dotado con balón pero con la capacidad para crecer en esa posición para ser, casi, un delantero móvil que pueda aparecer más dentro del área.

También hay jóvenes que pueden entrar en ese circuito, como Mario Maroto, que aporta frescura y atrevimiento en esa zona y podría entrar en la ecuación en determinados contextos, así como Meseguer, un jugador más naturalizado en la base, pero que encontró el mejor nivel de su carrera tras el invento de Paulo Pezzolano de acercarle al área, logrando que finiquitara ese curso (el del ascenso de la 23/24, con nueve goles y cuatro asistencias.

Sisi y Almada
Foto: Real Valladolid

El encaje del Pucela en el 1-4-2-3-1

El ecosistema del 1-4-2-3-1 ofrece un marco estructural que el Real Valladolid podría aprovechar para aumentar esa capacidad creativa sin descuidar la seguridad que le da a Almada vivir siempre con ese doble pivote. Con dos mediocentros que protejan esa zona ancha y faciliten la salida de balón, el mediapunta se convierte en un nexo esencial que evita que el juego se rompa en dos bloques, algo bastante común en equipos sin esa frescura de juego en algunos de los perfiles de base.

Frente al 1-4-4-2 más rígido, donde la creatividad suele llegar desde las bandas, de segundas jugadas o de tener un perfil móvil más creativo en alguno de los puestos para los delanteros, el 1-4-2-3-1 concentra la generación de oportunidades y equilibrio creativo y ofensivo en un jugador específico. Esa aparición entre líneas suele permitir automatizar movimientos y explotar las ventajas que se crean al fijar a los centrales rivales con la entrada del delantero más la figura de los extremos o del mediapunta.

Además, se trata de un dibujo que facilita que los extremos puedan atacar con más libertad, apoyados en la presencia de un compañero que les sirva balones al pie o al espacio en el momento preciso o socios que puedan relacionarse con ellos en sus incursiones a la frontal, algo muy común, por lo visto hasta ahora, para uno de los perfiles de banda en las ideas de Almada, muy presente, al menos, con Stipe Biuk en el campo.

Evolución sin prisa ni obsesión

La transición desde el 1-4-4-2 al 1-4-2-3-1 no sería traumática y ya la hemos visto en pretemporada en varios momentos. En el pasado reciente, el Real Valladolid ya ha utilizado estructuras que, en fase ofensiva, se asemejaban a un 1-4-2-3-1, con uno de los delanteros cayendo a recibir y ejerciendo de mediapunta circunstancial (siendo Marcos André el elegido, pero sin las cualidades para explotar ese rol).

Real Valladolid, Amath
Amath, en un entrenamiento con el equipo blanquivioleta | Foto: Blanquivioletas

El cambio definitivo estaría precisamente en esa capacidad para consolidar el rol de mediapunta con un especialista que pudiera reducir la dependencia ofensiva de ajustes improvisados y que pudiera hacer ganar al equipo un incremento en la claridad para elaborar. El equipo podría mantener esa fortaleza defensiva que ha perseguido en el mediocampo en sus primeros pasos de la 25/26 y, al mismo tiempo, añadir fluidez en la circulación por dentro, algo que le ha costado generar de forma sostenida, pero que le ha dado vuelo en los minutos en los que se ha añadido un perfil con ese rol.

La clave estará en elegir bien quién ocupa esa posición y en dotarle de los mecanismos necesarios para que no se convierta en una isla sin destino ni capacidad para conectar con los hombres de ataque. Un mediapunta sin apoyo suficiente en las bandas o sin un doble pivote sólido por detrás es un lujo caro que puede descompensar al bloque de manera fatal, pero si el Valladolid logra integrar a un jugador con esa visión, técnica y capacidad para aparecer en zonas de finalización, el sistema no solo será viable, sino que puede crecer de manera muy clara.

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