El Nàstic de Tarragona ansía que su vuelta al fútbol profesional español sea para quedarse, después de tres años en la Segunda División B

Eso de que “cualquier tiempo pasado fue mejor” es un topicazo de los buenos. Y sin embargo, no por ser tópico deja de ser, a veces, una afirmación muy real. Y si no que se lo pregunten al Nàstic de Tarragona. Este año ha vuelto, después de tres en Segunda B, a la Segunda División. Con el afán de volver a considerarse asentado en la Liga de Fútbol Profesional.
Una vez, en la pasada década, no solo lo estuvo, sino que saboreó las mieles de la llamada Liga de las Estrellas. Fue solo un curso. Pero, visto en perspectiva, qué curso. Sufrido, entonces. Anhelado ahora. Fue el cuarto en la élite, después de tres seguidos a final de los cuarenta. Humilde, como es la entidad. Fugaz.
Luis César Sampedro fue el orfebre que obró aquel milagro. Por aquel entonces ascendían a Primera tres equipos. Los catalanes lo hicieron con dos jornadas de adelanto, de manera magistral, después de una estupenda racha de diez jornadas en los puestos de privilegio –doce en total, con las dos últimas; las únicas de una campaña que empezó gris–.
En Primera, el entrenador gallego aguantó doce jornadas, luego fue sustituido por un Paco Flores incapaz de encauzar la nave y guiarla a la salvación. Las razones que llevaron a aquel cambio fueron obvias: después de ganar al Espanyol por cero a uno en Montjuic, gracias al gol de Campano, encadenaron nueve derrotas y dos empates.
Con el que había sido técnico del Espanyol o el Almería la cosa tampoco tuvo una leve mejoría. Ganó al Levante en su segundo partido, por dos a uno –el gol del triunfo lo anotó el hoy verdiblanco Rubén Castro–, pero solo conseguiría cinco victorias más, para terminar la temporada con veintiocho puntos y como farolillo rojo, como el segundo equipo menos goleador y el más goleado.
La plantilla confeccionada para intentar salvarse no distaba mucho, en cuanto a política, de las que un club sin demasiados recursos económicos trata de hacer con el mismo fin. Así, contaba con algunos veteranos de guerra con un recién llegado del Real Valladolid como era Bizarri, Aníbal Matellán, Mingo, Campano, Abel Buades o Pinilla y con valores jóvenes –que no promesas– en busca de confirmación, como César Navas, Generelo, Portillo, Rubén Castro o Makukula.
La mezcla no funcionó, pero cabe decir que, aunque la salvación se quedó en los cuarenta puntos, aquella Primera fue muy competitiva, pues vivió los descensos de Celta y Real Sociedad y vio pasarlo realmente mal al Athletic Club de Bilbao. Desde la jornada seis, ininterrumpidamente, el Nàstic ocupó puestos de descenso y fue colista durante veintitrés fechas.
Su mayor goleada, sin embargo, se produjo cuando ya estaban descendidos, en la última jornada, ante un Barça que aún soñaba con ser campeón. Al que lo fue, el Real Madrid, el conjunto tarraconense consiguió marcarle también –cayeron por uno a tres ante los merengues y por uno a cinco ante los culés–. El mejor registro goleador, con todo, fue para Portillo, que logró el que sería su tope en Primera, con once anotaciones.
Por aquel entonces el Real Valladolid estaba buscando romper todos los récords la Segunda División. Sin embargo, se enfrentaron en Copa del Rey, donde los blanquivioletas se impusieron, por uno a cero en Zorrilla –gol de Álvaro Antón– y por uno a tres en el Nou Estadi –tantos de Óscar Sánchez, Álvaro Antón y Mario Suárez–.
Al margen de los números, quedó una impronta, la de un equipo al que no le bastó, quizá justo para la élite, pero cuya humildad granjeó un año en la élite de esos que quedan siempre en el recuerdo. Fue el ejemplo, hoy representado por el Eibar, de que la modestia no impide que si uno puede soñarlo, pueda hacerlo.
En la actualidad, el sueño es asentarse otra vez en la Liga de Fútbol Profesional. En ello andan después de varios años ‘tirando al palo’; tras varios cursos en Segunda B tratando volver. Por ahora no les va nada mal: los tarraconenses visitarán Zorrilla el domingo a partir de las cinco de la tarde con aquel año histórico en el recuerdo, aupados a la tercera plaza, habiendo sido capaces de ganar al Mallorca y de plantar cara al Elche. Para salvarse, por trabajo, como antaño, no será.
