Jeffren Suárez fue fundamental en el triunfo contra el RCD Mallorca con los dos centros desde el córner que terminaron en gol
Sábado veintitrés de agosto, las agujas del reloj pasan de las nueve de la noche. Jeffren Suárez sale con una sonrisa de oreja a oreja del vestuario del Real Valladolid. No es para menos. Primer partido del curso, primeros tres puntos… y primeras dos asistencias, a pesar de que una no fuera para el destinatario esperado.
Y es que sin él el desarrollo del partido hubiera sido otro, claro. Hasta para el mejor de los que sirven el gol en bandeja, dos servicios suponen un buen día; a saber: el balón que terminaría por colarse Cendrós en su desesperado intento por hacer justo todo lo contrario en el minuto veinticuatro, y el otro centro recién comenzada la segunda mitad que terminaría con Óscar poniendo tierra de por medio en el marcador. Lo dicho, un buen día desde la esquina.
Pero Jeffren fue más que dos misiles teledirigidos el pasado sábado. Mucho más. El venezolano lo venía avisando en pretemporada, tanto con palabras como con acciones. “Jugar en Segunda no entraba en mis planes, pero una vez que estoy aquí voy a aportar todo lo que pueda al equipo para que volvamos a Primera División”. Unos vocablos de resignación, de apretar los dientes cuando vienen mal dadas, sabiendo que tocaba remar para volver a lucirse. Y vaya si ha sabido hacerlo.
Jeffren ya había sido uno de los jugadores destacados de la pretemporada y era el momento de poner la carne en el asador ante el público de Zorrilla, escéptico con él. El año pasado, después de su desembarco en invierno, el zurdo fue tan capaz de dejar detalles geniales con cuentagotas sobre el césped como de borrarse de un plumazo por diferentes lesiones o, simplemente, de desesperarse sobre el campo. Pero eso ya es cosa del pasado.
Atrás quedan las lesiones, los malos momentos en el Sporting de Portugal. Aquello que “no desearía a nadie”, como él mismo reconoció el lejano día de su presentación. Ese extremo veloz, con una cintura envidiable para bailar el joropo venezolano con el balón en los pies, volvió a sentirse como en sus mejores tiempos con el Fútbol Club Barcelona, ante unos defensores mallorquines que caían como bolos.
Bien es cierto que su balance estadístico ante los bermellones tampoco fue nada sobrenatural. Dos disparos directamente fuera y otra intentona taponada por la defensa. Veinte pases buenos, seis malos y un centro defectuoso. Dos regates acertados en el centro del campo, por uno errado un poco más adelante. Y las dos asistencias, cómo no. Pero poco importan los números. Jeffren quiere conquistar Valladolid, y la confianza de Rubi, y sobre todo la suya propia, están de su parte.