Blanquivioletas
  • Primer equipo
  • Cantera
  • Fútbol provincial
  • Fútbol regional
  • Opinión
  • Actualidad
  • EN
Blanquivioletas
No Result
View All Result

Volver una vez más

por Redacción
18 de julio de 2014
en Noticias
Blanquivioletras

Aridane Hernández, 20 años después

Cadena SER: robo de cobre en Zorrilla

El Pucela enamora con su nueva camiseta con aires retro

Relato participante en el I Concurso Literario Blanquivioletras, escrito por Teresa Sández Muñoz

 

Violeta se ha quedado sola, sentada en su asiento, el 166 de la Tribuna Norte. Todo está vacío y lo único que se oye son sus sollozos y el aleteo de algún pequeño murciélago que habita en el techado de uralita. El partido ha terminado y todos han ido abandonando su lugar, pero ella está inmóvil, con la mirada fija en el centro del campo. Un operario se acerca y le toca el hombro, la mujer sale de su ensimismamiento.

— Doña Violeta, vamos a apagar las luces, seguramente su hijo la esté esperando fuera.
— Si, gracias José, ya me marcho, gracias por estos minutos a solas.
— Es lo mínimo que se puede hacer por usted después de 55 años.

Violeta le sonríe. El chico lleva trabajando en el estadio desde cinco años. Han conseguido congeniar, quizá porque le recuerda un poco a su nieto.

Se seca los ojos, se levanta y empieza a recoger sus cosas, poco a poco, con el mismo ritual que repite cada dos semanas desde hace tanto tiempo. José sabe lo que le está doliendo a la mujer hacerlo, sabe que es la última vez. Cuando la conoció, le saludó como si fuera una niña de cinco años que va al estadio por primera vez, y desde que trabaja allí nunca ha dejado de hacerlo.

— Bueno, ya sí que me marcho, ha sido todo un placer conocerte.
— Para mí también lo ha sido, cuídese doña Violeta.

La mujer le sonríe y se acerca para darle dos besos y un sentido abrazo de despedida. Poco a poco bajas las escaleras y ve a su hijo esperándola en la puerta.

— ¿Ya está?, ¿ya te has despedido?
–Sí, me voy demasiado lejos y esta ha sido mi casa por muchos años.
— Lo se mamá, pero tienes que entender que desde que no está papá no podemos dejar que vengas sola, tienes que irte con Blanca.
— Ya lo sé, pero es que han sido tantos años que duele dejarla.

 Violeta observa el estadio, su estadio, con lágrimas en los ojos mientras se aleja con el coche. Cuando llega a su casa acaba de empaquetar las últimas cosas necesarias para un largo viaje. Lo recoge todo, menos una foto que mira con nostalgia.

— Como te echo de menos Andrés, solo tú puedes saber lo que se siente.

 En la foto, dos jóvenes con sus bufandas y banderas, miran sonrientes a la cámara.

A las siete de la mañana Violeta está lista puntualmente a la espera de que llegue su nieto. Cuando Alberto llega empieza a bajar todas las cosas a la furgoneta.

— Ya está todo, cuando quieras nos vamos.
— ¿Has desayunado, hijo?
— No, paramos por el camino.
— Anda, siéntate, que voy a preparar algo, que no tenemos ninguna prisa.

 Cuando su abuela se aleja, repara en la foto que hay en la mesa desnuda. No se había fijado en ella en las visitas de todos estos años. Son sus abuenos. Eran una Violeta y un Andrés más jóvenes de lo que él los recordaba. La mujer regresa con un par de cafés y unas magdalenas que guardaba para el viaje.

— Abuela, ¿de cuándo es esta foto?
– Tiene 32 años, esdel veinte de febrero del 82, cuando inauguraron el Nuevo José Zorrilla.
— El abuelo y tú estáis muy jóvenes.
— Estamos muy guapos, era la emoción de estrenar asientos y estadio nuevo. No sabes lo emocionante que fue ese día. Aunque también tengo que decirte que para mí lo han sido todos y cada uno de los demás que he ido.

 Alberto mira a su abuela con una sonrisa.

— Mis amigos no se creen que tenga una abuela tan forofa y futbolera, tengo ganas de que te conozcan.

Ambos empiezan a desayunar, Violeta, sin dejar de mirar la foto. En los 55 años que llevaba como socia no había conseguido transmitir esa pasión que sentían ella y Andrés por el Pucela. Sus hijos dejaron de ir cuando se empezaron a interesar por otras cosas.

Conoció a su marido en Valladolid, aunque ella era de otra ciudad. Trabajaba en una de las tiendas cercanas a donde vivía. Cuando Andrés la vio por primera vez, pensó que el cambio de dependienta había sido, sin duda, para mejor. Poco a poco las visitas y las compras se fueron haciendo más seguidas hasta que ambos se enamoraron.

Andrés le hablaba se sus pasiones, y de una por encima de todos, su equipo de fútbol, el Real Valladolid. Poco a poco fue introduciendo a Violeta en la pasión por esos colores y nunca se perdían ningún partido. Cuando el dinero se lo permitió, se hicieron socios y ambos asistían religiosamente a cada cita en el estadio, solos los dos, como algo suyo, como algo íntimo. Compartieron juntos 54 años, siempre en los mismos asientos, con un corazón que les latía a la par por un equipo y unos colores que tantas alegrías, más que penas, les dio.

El año anterior Andrés había fallecido y Violeta perdió una parte de sí misma. Sus hijos no dejaron de insistir que ya era hora de dejar de ir al José Zorrilla, que era muy mayor, pero a ella le daba igual, ignoraba todas las réplicas. Se hizo socia una vez más y siguió yendo a los partidos, sola. Al final sus hijos decidieron que la situación no podía continuar así y que se tenía que marchar a Zaragoza con su hija. A pesar de todo, no consintió irse hasta que no terminara la temporada, alargando lo máximo el dolor de tener que alejarse de su equipo del alma.

La temporada terminó antes, a causa del Mundial, y Violeta sabía que había llegado el momento de irse. Lo que más le dolía era marcharse dejando a su Pucela en Segunda, aunque comprendía que ir sola al estadio era preocupación para sus hijos. Había llegado el momento de irse de la que había sido su casa durante 55 años.

Cuando terminaron de desayunar tomaron rumbo a Zaragoza, dejando atrás toda una vida.

Han pasado diez años y la mujer no ha dejado de seguir a su equipo, aunque sea en la distancia. Está en el hospital. Los médicos le han dicho que sea fuerte, pero ella sabe que es hora de marcharse con Andrés. Le pide a sus hijos que se acerquen.

— ¿Qué te ocurre?
— Quiero volver a mi casa.
— Mamá, ahora no podemos ir a Valladolid, cuando te recuperes.
— No, Valladolid no, a mi estadio, a mi casa, una vez más.

El corazón de Violeta dejó de funcionar.

 

Andrés estaba esperando en la puerta del estadio.

— Vamos mujer, que llegamos tarde, que va a empezar el partido.
— Andrés, lo que me ha costado llegar.
— Te estaba esperando. Qué ganas tenía de que vinieras, he estado muy solo estos años.
— Yo también, te he echado mucho de menos.

Ambos se cogieron de la mano y entraron.

 

La incineraron, igual que a su padre, y les juntaron en la misma urna, como habían decidido. Sabían que la última voluntad de su madre era volver una vez más a su casa, como ella llamaba al José Zorrilla. Toda la familia fue a Valladolid, el último partido de la temporada. Compraron entradas para todos en la misma zona donde habían estado sus padres. Entre ellas, el asiento 166, para ellos; donde habían pasado 54 años juntos.

Se vistieron para la ocasión y disfrutaron de la victoria del equipo. Ese día se hicieron un poco más pucelanos.

 

Violeta y Andrés nunca dejaron de ir al estadio, nunca dejaron de cantar el himno y nunca dejaron de emocionarse con las victorias y las derrotas del Pucela de su corazón y siempre se recordaría esa frase que tantas y tantas veces había repetido Violeta a lo largo de los años:

“A pesar de no haber nacido aquí, el Pucela es mi vida y mi pasión, siento los colores y al equipo como una parte de mí. Gracias, Andrés, porque por ti mi sangre poco a poco se ha ido convirtiendo en blanquivioleta, y eso no lo va a cambiar nadie nunca”

Te puede interesar

Ni Zara ni Mango: Lidl lanza estas 5 chaquetas acolchadas que te prepararán para el invierno por solo 12 euros

Historia de la televisión: por qué Vince Gilligan dijo ‘no’ a 75 millones por reescribir el final de ‘Breaking Bad’

Laura Pinillas, bióloga: “Si ves a tu amigo bostezar se te va a pegar antes que si ves a un desconocido”

“¡Hazte con todos!”: Lidl convierte a tus hijos en la envidia del colegio gracias a estos productos de Pokémon

Lo que oculta YouTube: la verdad sobre cuánto dinero generan los canales pequeños y cómo lograr que crezcan

Blanquivioletas EN

  • Goodbye to flat fines—Maryland completely changes traffic penalties with its new graduated speed law
  • It’s official—Missouri consumers will be able to recover some of the money they overpaid in taxes on online purchases from Saatva
  • Goodbye to backyard chickens—the law allowing them in Missouri was declared unconstitutional on technical grounds
  • Banned in 15 states—Samuel Adams’ new beer has 30% alcohol and costs as much as a premium wine
  • The IRS confirms that the 30% credit for energy-efficient home improvements expires on December 31, 2025
  • Aviso legal
  • Política de cookies
  • Contacto

© 2025 Blanquivioletas

No Result
View All Result
  • Primer equipo
  • Cantera
  • Fútbol provincial
  • Fútbol regional
  • Opinión
  • Actualidad
  • EN

© 2025 Blanquivioletas