El central argentino ha sido protagonista una vez más por demostrar su amor en un derby, un sentir que puede parecer desmedido, pero que en las últimas semanas se ha convertido casi en natural, por lo menos en Valladolid.

Algo pasa en la segunda división. Primero fue el beso tierno de Mehdi. Más tarde el paternal de Djukic. Luego el de Colotto. ¿Será la primavera? Quién sabe. Lo que está claro es que algo pasa. No es normal que un deporte con tantas remisiones a las gónadas se vea de la noche a la mañana inundao’ de ñoñería.
Basta con recordar al argentino central del Deportivo en la primera vuelta, en el encuentro en Riazor contra el Celta. “¡Mira, sin manos!”, pareció decir a la cámara en silencio. ¿Sin manos qué? Sodoma y gomorra. Sexo, que no amor. Por detrás, sin que Aspas lo previese. Probablemente, también sin que lo pretendiese.
La imagen, por obcena, ocupó portadas varias. Por curiosa, saltó a los informativos. En la radio volvió a sonar años después (nueve, para ser exactos) el casposo tema de La Banda del Capitán Canalla, aquel que comenzaba al grito de “chingaré, chingaré yo”.
“Hombres, siempre pensando en lo mismo…”, pensó alguna mujer. “Qué vergüenza. Gente así no cabe en el fútbol”, dijo el mayor de los intolerantes, mientras los deportivistas más ciegos veían en la acción algo tan ilustrativo como casi deseado.
Aquellos eran otros tiempos, claro. Ciertamente, este fin de semana las temperaturas en Galicia no eran altas. Entonces es probable que lo fuesen menos. Con el roce, Colotto, de sangre caliente por ser defensa y argentino, no intentó más que mantener una sensación térmica agradable.
“Ya habrá tiempo para enamorarse”, debió pensar para sus adentros. “Lo mejor es pasar el invierno como buenamente se pueda, y más con esta brisa de mar que nos golpea”. Porque por todos es sabido que un noviembre en las Rías Altas puede ser tan insufrible como un enero en Pucela.
Han pasado los meses; una vuelta completa. La primavera ha encolerizado los termómetros y a quien los mira. El tiempo, sabio, ha decidido rebajar tensiones con unas lluvias tan necesarias como indeseadas antes y después de darse. Pero las alteraciones siguen. ¿Cosa del cambio climático? En realidad no.
El fútbol ha sido siempre una suerte de circo -y en ocasiones, también de pan- al que el aficionado acude para pedir la muerte del gladiador que no conoce y para gritar con fervor en favor del que entrena junto a su casa. En ocasiones estas prácticas no son excusa, no obstante, y el animal pasional pide incluso la muerte del prójimo.
Olvida, de cualquiera de las maneras, que quien se juega la vida en el verde (metafóricamente hablando, aunque desgraciadamente algunos perezcan sobre él) no es más animal que él, ni tampoco menos. También sienten y padecen. Odian, aman. Son, en fin, sujetos pasionales.
Pese a su rudeza, Mehdi Nafti dio hace semanas buena cuenta de que así es con su beso tierno a Óscar. Días más tarde Miroslav Djukic posó sus labios sobre el mismo receptor, paternal, como si gritase al mundo que los fríos militares serbios también quieren.
Este domingo, como si quisiera ganarse su firma con el Real Valladolid, el castigador de molinos cordobés buscó un calor distinto al que en noviembre levantó carcajadas. Con mucho mimo cantó un bolero al oído de un empleado de seguridad de Balaídos, y lo abrazó.
Corría el minuto 92. Después de tenerlo todo ganado, el Depor todo lo había perdido. El mariachi Guardado bota una falta desde el lado izquierdo del campo, desde lejos. El díscolo Zé Castro remata al larguero. El balón cae muerto en el lugar en que se encuentra Borja Fernández, que le devuelve la victoria al Depor.
El gol se festejó en A Coruña, pero también en Valladolid. Quien más quien menos sacó pecho. “Es uno de los nuestros”. “Con ese gol nos hace justicia”. “Sigue siendo del Pucela”. Verdades absolutas que convirtieron a Borja en otro soldado de Djukic, pese a responder a las órdenes de otro almirante.
Al tanto respondió Colotto como Pucela quiso con Borja: con agradecida pasión. Con un abrazo de gol que portaba el sello Tierra de Sabor… a primera. Para el Deportivo casi seguro, y momentáneamente también para el Real Valladolid.
 A sus brazos lo acompañaron un beso. “Bésame mucho”, pareció decir el central antes de sacar lustro a calva ajena. Una cámara corrió a inmortalizar el instante, como Pino a presenciar el de Nafti o todos a ser labios de Djukic, sabedora de cuánto vale esa imagen.
A sus brazos lo acompañaron un beso. “Bésame mucho”, pareció decir el central antes de sacar lustro a calva ajena. Una cámara corrió a inmortalizar el instante, como Pino a presenciar el de Nafti o todos a ser labios de Djukic, sabedora de cuánto vale esa imagen.
Primavera, pasión, ascenso; palabras que gritan gol. Labios que besan. Nafti, Djukic, Colotto. Cariño con constatado sabor a primera.
 
			