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Todo el mundo quiere al almirante

por Jesús Domínguez
17 de junio de 2012
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Miroslav Djukic se ha ganado el derecho a formar parte de los corazones blanquivioletas gracias a su transparente mensaje y su apuesta por el buen fútbol, aunados ambos conceptos en su proclama de #SomosValladolid.

 

Djukic4‘Everyone loves Djuka’ bien podría ser el título de una canción escrita en los setenta por un grupo inglés. Quizá, por qué no, de alguna absurda aunque hilarante serie de la CBS o de la ABC americanas. Pero no. Su traducción, ‘Todo el mundo quiere a Djukic’, nada tiene que ver con la ciencia ficción o con la música; sino con una realidad, la del ascenso del Real Valladolid.

Llegó por sorpresa cuando todo el mundo esperaba un boquerón, y sorprendiendo, con un mensaje que de base levantó suspiracias, ha terminado haciéndose acreedor de pleno derecho del cariño de toda una ciudad.

Nadie creía que las premisas de intensidad y buen juego que desde el primer día convirtió en mantra fuesen más que el sueño de una noche de verano o, por qué no decirlo, la estupidez pronunciada por un loco inexperto en la categoría. El tiempo, más sabio que el humano, ha terminado cargándole de razón cuando vio que con los mimbres de que disponía el Real Valladolid podía jugar a lo que los puristas llaman fútbol.

Su carácter y carisma le granjearon alguna crítica a principio de curso, junto a esa pretensión atípica para una categoría desconocida. No se inmutó. Siguió vendiendo lo que algunos creían burro, ese bólido con pinta de primera, cuyos coherentes objetivos largoplacistas cambiaron en cuanto empeoró la situación económica del club.

Lejos de ser un estómago agradecido o de ir abrazando por las esquinas farolas, se puso del lado de sus jugadores cuando la falta de líquido pintaba en bastos, contando incluso alguna que otra verdad del barquero, que diría el maestro García; más aún cuando el pequeño amante de las cárceles guineanas creyó haber empatado con alguien.

Su dureza y aspereza en el ‘affaire Saná’, elevado por el jugador a cuestión de Estado en el golpe fallido en diciembre, hizo que su credibilidad se abriese paso a empujones entre los aficionados desconfiados hasta llegar a las altas cotas del aprecio que en la actualidad le guarda -y le muestra- la ciudad.

Djukic7Se convirtió en portavoz del malestar del club con respecto a horarios y otras cuestiones polémicas relacionadas con la (no) competición. La retranca gallega que muestra cuando ironiza hace que su sonrisa maliciosa y de medio lado se adueñe de todo aquel que ‘es Valladolid’.

A pesar de no llevar ni tan siquiera un año en la ciudad, el arraigo que muestra con ella es absoluto, tanto en lo deportivo como en lo social. Disfruta de Pucela, de sus calles y de su deporte; pues no es extraño verle caminar por el centro de la ciudad junto a su mujer o en la grada del campo o pabellón donde quepa un aficionado más.

Transparente y honesto, ha convertido su bienestar y conocimiento en un concepto, #SomosValladolid, tan vacío de concreción como lleno de unos ricos matices que han llevado a su repetitivas palabras a abanderar un discurso e incluso la campaña de apoyo al equipo en este final de temporada.

Siempre con la mirada sobre lo que ocurre en el campo, con el mentón apoyado sobre su mano y la cabeza gacha -por una cuestión de concentración, nunca porque sus actos carezcan de orgullo-, ha hecho oídos sordos a los cantos de sirena que procedían de Madrid y del Levante, unos rumores que, ciertos o no, no impidieron que él mantuviese sus miras en volver a la primera división de la mano del Real Valladolid.

Su inconfundible impronta y carácter le han hecho ganarse el apelativo de almirante, en gran parte gracias a la destreza mostrada en la dirección y motivación de una plantilla que -con independencia de cuestiones técnicas- ha destacado por su mentalidad ganadora aun cuando en Zorrilla llovía en exceso; unos oficiales cuyo fútbol ha sido de gran valor, especialmente en el tramo final de temporada.

Los aficionados, convertidos en subordinados, han terminado uniéndose a su exitosa proclama propagandística, a su mensaje futbolístico y a casi cualquier acción que acometa. Convertidos en #SoldadosdeDjukic, hoy todos lanzan vítores por la guerra ganada; hoy todo el mundo quiere al almirante.

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