No fue fácil. Nadie dijo que lo fuera a ser. Pero el Real Valladolid está más cerca de la salvación. Y eso es lo que cuenta.
Veintiún puntos, catorce jornadas. Para llorar de emoción para cualquier seguidor del Real Valladolid. Analizando la realidad, el pasado 31 de agosto, o más bien entrado ya el uno de septiembre y con el mercado de transferencias recién clausurado, las expectativas de La Liga para los de Djukic eran bastante desalentadoras. Diecinueve, solo diecinueve jugadores profesionales tenía por aquel entonces la plantilla del Real Valladolid.
Pero ¡oh, sorpresa!, el conjunto blanquivioleta ha dado motivos prácticamente en todo momento para creer en él desde que comenzó la temporada. Después del partido ante el Granada, las vistas al futuro cercano ya eran positivas. Recién derrotado el equipo de Anquela, el Pucela afrontaba lo que muchos llamaron el ‘Tourmalet’, un diciembre mortal, con dieciocho puntos, a siete del descenso.
Pero es que el Valladolid ha sabido sacar de lo bueno lo mejor. Aprovechando un Sevilla inseguro e irregular, Ebert y Óscar –espectacular el salmantino, quizá en la mejor temporada de su carrera-, castigaron la empanada inicial andaluza.
Dicho y hecho. Cuando muchos apostaban por una paliza favorable a los de Míchel, el equipo castellano y leonés dio una muestra de coraje y buen hacer. Eso sí, hubo que sufrir. Nadie dijo que fuera a ser fácil. Ya lo decía Leo Harlem. Con el culito apretado hasta el final. Así fue también en el Reyno de Navarra. Pero, ¿y qué? ¿Acaso no se cambiarían el Espanyol, Granada o el propio Osasuna por el Valladolid?
Por no hablar de los buenos momentos que, hasta el momento, nos está dejando la temporada. El comienzo estelar en Zaragoza, el ya histórico saco de goles al Rayo en Zorrilla o el golazo de vaselina de Ebert en Pamplona.
No todo es de color de rosa, obviamente. También está la derrota frente al Betis en el último minuto, la amarga eliminatoria de Copa también contra el equipo de Mel o la primera vez que los de Djukic hincaron la rodilla en la temporada en San Mamés. Pero seamos prácticos. Bien está lo que bien acaba. Y esto, por el momento, tiene pinta de que puede terminar muy bien.
Mención aparte merece Ebert. Lo del alemán se trata del chollo del verano y, a estas alturas, una de las revelaciones de La Liga. Una actitud extraordinaria, luchadora y sacrificada, unida a un portentoso físico, una velocidad endiablada y un golpeo de balón fuera de lo común son ahora mismo un poderoso activo para la permanencia. Y, por suerte para el Real Valladolid, está a su servicio. Que dure.