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Un personaje muy ‘especial’

por Jesús Domínguez
7 de diciembre de 2012
Mourinho

El Promesas busca la continuidad en Los Pajaritos

El ingenio de una profesora que ha servido para subir las notas de sus alumnos: “¡Me van a dejar sin cromos!”

“El punto de partida es tener autocrítica”

Motivador como pocos y polémico como ninguno, José Mourinho es un líder particular, un entrenador que nunca deja de competir.

 

Mourinho1Es, probablemente, el mejor entrenador de club en activo. O esa es la conclusión que uno saca de su condición de finalista al todavía no muy devaluado Balón de Oro que en enero debería premiar al mejor técnico del año, toda vez que, como él mismo hizo notar, Vicente del Bosque dirige un puñado de veces al año y Josep Guardiola se cansó de ser su antagonista.

Incluso aquellos que lo acusan de defensivo, de entrenador de equipo pequeño, saben en realidad que José Mourinho es especial. Quien realiza tal acusación lo hace a sabiendas de que si fuera de madera le crecería el apéndice nasal, embargado por un odio de un calibre que encuentra siempre parangón en la acera de la pasión, del casi amor.

Otros, o muchas veces los mismos, intentan de hacer de menos al portugués amparándose en su cara más amarga, la de comunicador hiriente y adalid de una verdad, la suya, que siempre es absoluta. Cuando asoma por una sala de prensa con el semblante serio y el ceño fruncido, las manos de quienes abordan la información del Real Madrid se frotan y convierten en hilo musical que ameniza los instantes previos a la recreación de la obra satírica.

La mala fama se la tiene bien ganada, en cierto modo, pues el luso pasa por ser un tipo casado solo con su mujer y el fútbol, competitivo hasta en la respiración y de agitación fácil al más mínimo error de consideración grave, ya sea de uno de los jugadores que dirige o del colectivo arbitral; máxime cuando el fallo beneficia a la otra cabecita visible del mundo bicéfalo.

En el reverso de esta imagen está la otra cara de la luna, la que habla de un José Mourinho afectuoso, bromista, incluso, óptica intrascendente no tanto porque no sea real o verosímil como porque la proyectada es usual, y, quizá, sobre todo, vende más, aun cuando el humanismo mourinhista lo convierte en un hombre que bien podría ser noticia por donar una importante cantidad de dinero al club en el que juega su hijo.

 

                                 

 

Mourinho2Cuatro años compartiendo vestuario no fueron suficientes para evitar el fragor de la batalla dialéctica. Las palabras de Pep Guardiola, dichas en tono despectivo, pueden sonar a ataque -o contraataque, no se me vayan a mosquear los barcelonistas-, pero lo cierto es que al técnico de Santpedor no le faltaba un ápice de razón en la caracterización de Mourinho: nadie domina los medios como él.

Cada vez que se pone delante de un micrófono, el luso se asemeja a Leónidas. No porque tenga detrás a la guardia espartana, pues cada vez son menos los que lo defienden dentro y fuera de los medios de comunicación, sino porque personaliza cualquier batalla, por lícita o peregrina que parezca. Y lo hace a sabiendas.

Cuando Mourinho habla, la prensa se para y escucha. Y cuando pregunta, muchas veces olvida que el hombre vehemente que tienen enfrente se dedica a entrenar a un equipo de fútbol. Él lo sabe, y se aprovecha.

Utiliza magistralmente a los medios con un fin claro: ser el paraguas que reste presión a sus jugadores. Prueba de ello es el vídeo anterior, pero no solo. Rara es la ocasión en la que el porcentaje de preguntas relativas bien al juego de los hombres que dirige o bien al rival supera el veinticinco por ciento.

Ejerce la portavocía de la plantilla no solo por jerarquía de mando, sino también por sus formas y el aura que le rodea. Con sus respuestas, a preguntas pertinentes y otras que no lo son tanto, se convierte en epicentro de la presión y las críticas. Así, si el Real Madrid vence y convence, la noticia estará en el buen partido de Cristiano, Di María o Benzema, pero si tropieza o juega mal, él será el blanco.

En semanas tensas, previas a citas importantes, se ha parecido a Don Quijote en sus luchas contra los molinos para desviar la atención y conseguir que no importe tanto el estado de ánimo de su equipo como sus manifestaciones, hecho que le granjea ser el blanco de muchas iras, lo que convierte el objetivo en alcanzado. Nadie que no sea él puede sentir sobre sus hombros más presión que la competitiva.

 

                                  

 

Mourinho3Pero en ese afán de ser el paraguas hay excepciones, claro. En contra de lo que pueda parecer por el tono de mofa adoctado, en este segundo vídeo el afán de José Mourinho no es ridiculizar a Pedro León. Su molestia con respecto a la pregunta hecha por un periodista sobre el exblanquivioleta poco después de que el muleño salvase los muebles merengues en Champions responde a una realidad en Valladolid conocida, que Pedro León es tan vago como bueno.

Ciertamente, si uno vuelve a hacer click en el anterior vídeo, verá como esas palabras no salen de la boca del técnico. Lo cual no quiere decir que la pataleta pueda no responder a un afán de espolear al jugador que ha demostrado en alguna ocasión más ante los medios, pero también sobre el césped.

Esta misma temporada Sergio Ramos, Mesut Özil o Kaká han sido señalados por su bajo rendimiento. Al portugués no le duele en prendas personalizar las críticas, pero tampoco generalizar y afirmar sin rubor que “no tiene equipo”, como hizo después de caer en el Sánchez Pizjuán ante el Sevilla por un gol a cero, algo de lo que, dicho sea de paso, se autoinculpó.

En ocasiones, como la referenciada, la crítica se vierte con un exceso de revoluciones que puede provocar animadversión en un grupo, pero que en su caso, aun haciéndolo -si es que lo hace-, no exime de la obtención de un éxito global relativo en el Real Madrid y que en anteriores experiencias fue (casi) absoluto.

Solo él fue capaz de hacer campeón a un vestuario interista con jugadores de un carácter tan peculiar como el de Marco Materazzi, Thiago Motta, Wesley Sneijder, Mario Balotelli o Samuel Eto’o o de manejar egos como los de John Terry, Michael Ballack, Frank Lampard o Didier Drogba en el Chelsea, por no hablar de ‘su’ Porto, en el que jugaba gente como Maniche, Costinha o Deco.

 

                                   

 

Mourinho4

La sobreexcitación y vehemencia con la que en ocasiones se expresa convierte a sus equipos en falanges romanas. “Ni un paso atrás” es el mensaje claro, nítido, que sus jugadores reciben y deben interiorizar, premisa con la que, aunque a algunos les pese, así le va bien. Su palmarés, extensísimo, así lo dictamina.

No obstante, el carácter rudo de José Mourinho le ha convertido, en ocasiones, en protagonista por ruedas de prensa como la anterior, no tanto porque en el fondo no tenga razón, pues puede tenerla, como porque las formas puedan quitársela.

En la rueda de prensa posterior a un encuentro de Champions League en la que se expresa como han podido ver, no obstante, hace un instante se muestra calmado. Durante los últimos minutos del enésimo duelo del siglo, en el que terminó expulsado, se le pudo ver con el semblante serio y el gesto torcido, como si estuviese ya masticando las palabras que luego vertiría.

Con ese carácter indomable no refleja otra cosa que un afán competitivo irreductible, una rudeza por la cual ha sido llegado a ser acusado de intentar fracturar España y que le llevó incluso a mostrar públicamente su malestar por no poder compatibilizar de manera puntual e interina sus escasos quehaceres en el banquillo del Real Madrid con la dirección técnica de la selección portuguesa en septiembre de 2010.

Frente a estas polémicas, ha suscitado otras no por acción, sino por omisión; llegando a enfrentarse a la prensa por plantar a su segundo de a bordo, Aitor Karanka, o a sentarse junto a él ante los medios, en una señal que consideró de confianza y que fue vista como un desafío por plumillas, bustos y voces antes  -y, algunas, también después- nada críticas.

Ojo, quizá llevasen razón. Así es Mou. Tan buen guerrero como Quijote a veces. Motiva y comunica como pocos, o quizá ninguno, pero el hecho de que a veces vea monstruos donde tan solo hay molinos le resta credibilidad incluso, en los tiempos que corren, para quien le vendió su alma por buscar el antídoto perfecto al campeonísimo Barça de Pep Guardiola.

 

      

 

Mourinho5

Como líder, pese a lo comentado anteriormente, es indiscutible. Lejos de mostrarse como primus inter pares, allí donde va ostenta el rango de comandante en jefe no porque se salte porque sí la jerarquía, sino por su eficacia probada. El rol que desempeña permite a los presidentes con los que trabaja pasar a un segundo plano mediático que solo resulta incómodo cuando el paladín se gira hacia ellos o hacia el ‘pueblo’ al que representa. Y ni aun así ha recibido jamás públicamente un reproche. Más bien al contrario, la única persona que intentó pararle los pies terminó descabezada.

Siempre pasional, polémico a veces, puede resultar tan mordaz en la derrota que considera injusta como políticamente incorrecto cuando la cree merecida por demérito de sus hombres. Pero, como se vio después de su derrota ante el Real Betis Balompié y por extraño que pueda parecer, ninguna de estas dos características le impiden ser deportivo y halagar al rival que le gana en buena lid.

Cuando él mismo se puso el apelativo de ‘The Special One’, probablemente no se equivocó; es único. Un referente en los banquillos al que avala no solo su trayectoria, sino también su manera de trabajar. No obstante, es uno de los principales precursores de la periodización táctica en el fútbol, una filosofía que liga la manera de trabajar en los entrenamientos al modelo de juego pretendido en competición.

Junto a ello, es quizá el entrenador que más tiene en cuenta aspectos que hasta hace no tanto parecían ajenos a la práctica de cualquier deporte, como el secreto de la comunicación interna dentro del terreno de juego o la forma en que el equipo debe presionar al árbitro, algo para lo cual se llegó a plantear que el portador del brazalete fuese un centrocampista, jugadores que suelen pasa habitualmente más tiempo cerca del colegiado durante el encuentro.

Es controvertido hasta en la celebración y controvertido incluso en la victoria. La noche de los aspersores ha pasado ya a la historia como una de las mayores infamias cometidas en el Camp Nou, semanas antes de que convirtiese al Inter en campeón de Europa para luego seguir ganando en el Real Madrid, algo que un día hizo y celebró a lomos de José Callejón. Tan especial como particular, a nadie como a él le sienta mejor la expresión de “genio y figura”, seguro que hasta la sepultura.

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