Álvaro Rubio, Víctor Pérez, Óscar González, Omar Ramos y Patrick Ebert son hasta la fecha habituales en el mediocampo y la zona de tres cuartos. Alguno de ellos podría decirse que incluso indiscutible. Pero hay recambios.
Álvaro Rubio, Víctor Pérez, Óscar González, Omar Ramos y Patrick Ebert son hasta la fecha habituales en el mediocampo y la zona de tres cuartos. Alguno de ellos podría decirse que incluso indiscutible. Pero hay recambios. Hasta cinco. Uno por jugador, si no se tiene en cuenta a Alberto Bueno, quien está desarrollando habitualmente su juego en la línea de mediapuntas.
Uno de ellos mueve los pies como si bailase tanto. Lógico, dado su origen porteño y su posición de enganche, que no es óbice para que juegue más atrás, donde la pelota más se siente.
Cuando Juan Neira llegó, Miroslav Djukic dijo de él que llegaba para jugar en el centro del campo. Y no mintió, pues ha participado ahí ya en alguna ocasión; en algún encuentro con más éxito que en otro. En Pamplona, por ejemplo, naufragó, apenas unos días después de dejar unas sensaciones bastante gratas en el totum revolutum que el equipo había terminado siendo ante la Real Sociedad.
Recuerda, por su carácter afable y tímido, a otros argentinos llegados años atrás como ‘Pichi’ Escudero o Marcos Sebastián Aguirre. Frío, está inmerso en pleno proceso de aclimatación, aunque el club tiene tanta fe puesta en él que no descarta su salida. ¿Contradicción? No exactamente. Se cree tanto en su fútbol que podría terminar la temporada fuera para -quizá- luego volver ya hecho a un juego, el español, cuyo ritmo aún no maneja, juegue donde juegue.
Como el argentino, uno de los dos canteranos a los que el almirante ha hecho debutar hasta la fecha puede jugar en varios sitios. Lolo, indiscutible en la mediapunta del Promesas desde la temporada pasada, se ha acostado en ocasiones sobre una de las dos bandas, preferentemente la derecha, toda vez que Alberto Bueno parece ser el recambio de Omar en la izquierda.
El extremeño, sin contar con una gran zancada, es potente y tiene una buena aceleración en estático, lo que -unido a un exquisito control y una técnica excelsa- le ha permitido llamar a la puerta del vestuario del primer plantel, del que formará parte a todos los efectos a medio plazo, siempre y cuando quiera y le dejen.
Caso distinto es el de Rubén Peña, la más agradable sorpresa de lo que va de campaña en lo referente a las categorías inferiores gracias al descaro con el que ha derribado esa puerta a la que Lolo y otros venían asomándose.
No entraba ni en sus planes ni en los de nadie que a estas alturas del curso fuera a ser una pieza más del primer equipo cuando firmó por el Promesas procedente del Ávila. Pero ahí está, haciéndose un hueco a base de un tesón sin precedentes recientes ni parangón en sus compañeros en el filial.
Probablemente no sea el jugador ‘diez’, pero tiene marchamo de profesional por una sencilla razón: no tiene pájaros en la cabeza. Trabaja, trabaja y trabaja. Con tal fe y decisión que parece que el día menos pensado podría tirarse de cabeza desnudo al Pisuerga si así se lo sugiriese, siquiera en broma, cualquiera de los dos técnicos con los que trabaja.
Otra voz autorizada que bien podría dar tal orden es Javi Baraja. No lo hará, claro, pero porque resultaría absurdo, no porque no tenga potestad para hacerlo, ya que aunque apenas suma minutos, es indispensable la labor de ensamblaje que lleva a cabo en el vestuario, donde ejerce de gran capitán y prácticamente de adjunto a la dirección técnica.
Es, junto a Rueda y Óscar, el ejemplo en el que la base debe fijarse. Curiosamente, como ellos dos, tuvo que buscarse las habichuelas fuera para convertirse en pieza clave en casa. A veces, desde el césped. Fuera, siempre. Desde que volvió con un par de pelillos en el mentón, signo de madurez inequívoca, manda; pero además no desentona cuando juega, siempre con la ilusión de un juvenil.
Algún minuto más que él, menos de los que le gustaría y quizá merezca, lleva Lluís Sastre. Pasa por ser el tercer pulmón de Álvaro Rubio, el hombre que oxigena el equipo cuando el silencio se rompe fruto del quejío que provoca el cansancio.
Correcto en el trato de balón, Djukic se ha decantado más por colocarlo en la base antes que en el puesto de Víctor Pérez, donde a su llegada se creía que también podría rendir. Es más; quizá pueda hacerlo. Pero aunque Rubio es Rubio, Víctor Pérez también es Víctor Pérez. Y mientras no llegue -si es que lo hace- un jugador de un perfil más creativo que Sastre…
Una inoportuna lesión le privó de hacerse con el mando de operaciones en el preciso instante en el que mejor parecía estar, justo cuando estrenaba titularidad. Después de la lesión no se le ha terminado de ver fresco, pero no por ello ha dejado de ser el ‘sexto hombre’.
Con todo, en el centro del campo el Real Valladolid cuenta con una duda, mediocentros varios y dos canteranos como segunda unidad. Cinco jugadores para cinco puestos, que son seis si no se tiene en cuenta a Alberto Bueno como delantero y siete con la llegada del sueco Daniel Larsson.
Dejando al margen a Lolo y Rubén Peña -cosa que ojalá Djukic no haga-, tanto el doble pivote como las tres mediapuntas están doblados. No obstante, el club trabaja en la incorporación de un jugador de banda derecha que amplíe el abanico de por sí variado de posibilidades y, ya de paso, evite que el equipo se sienta tan huérfano de Ebert.
