El Real Betis ha firmado en el reciente mercado invernal a Dorlan Pabón, una de las estrellas más rutilantes de Sudamérica la pasada campaña, que dará un plus de competividad a un ataque en el que solo Rubén Castro parece sumar.
Una ceja se enarca, como diciendo “joder con el Betis” (con perdón). El sorprendido, de carácter más bien parabólico, conoce a Dorlan Pabón de sus galopadas a ritmo de Wagner en las sesiones golfas de la última Libertadores, de la buena compañía que supone para Radamel Falcao en la selección y, quizá, de alguna noche loca viendo al Atlético Nacional dominar en Colombia.
En la memoria, selectiva y especialmente olvidadiza en el caso del futbolero, no aparecen registros del jugador en los últimos seis meses. Bien porque la insultante facilidad con que acuchillaba defensas en Sudamérica ha pasado a ser parte del sueño de los justos o, simple y llanamente, porque Italia tiende a ser un país poco atractivo más allá de la pasta y la pizza para los amantes del sofá y adolescentes en materia de calcio.
En la bota, allí donde el romanticismo es algo más que una cuestión de fe, por el gusto de los equipos por la práctica del amor rudo, Dorlan Pabón se perdió en el eco de sus gritos.
Es verdad, el tópico sobre el fútbol italiano lleva un tiempo dejando de ser real y las caricias de los defensas empiezan a ser de más o menos de verdad, y no los típicos golpes fuertes de tipos duros con pelo en pecho. Ahora, de repente, aun cuando la destitución de Zeman invita a pensar lo contrario, en Italia también gusta lo preciosista. Pero aún queda en la mente del colectivo una idea de fútbol sin espacios en la que el colombiano no encaja demasiado.
La paradoja, aún palpable, envolvió al cafetero, que se decidió por el Parma para dar el salto a Europa. Y naufragó. Porque ‘Memín’ no está hecho para el amor cuadriculado. El juego en estático es a él lo que los kilómetros llanos a sus compatriotas escarabajos: un trago carente de sentido. Algo por lo que debe pasar, pero en lo que no se encuentra a gusto, vaya. A él le va la marcha. Acelerar como el ciclista colombiano cuando la carretera pica hacia arriba.
Rigoberto Urán. Sergio Henao. Nairo Quintana. Darwin Atapuma. O, ya mayores, Víctor Hugo Peña, José Serpa o Mauricio Ardila. Por no hablar de Félix Cárdenas o de Iván Parra. Como estos últimos, los cuatro primeros se desenvuelven como pez en el agua cuando la ruta se empina. Herederos de los históricos Oliverio Rincón, Fabio Parra o Lucho Herrera, los corredores de Team Sky y Movistar son los mejores escarabajos del momento. Pequeños. Potentes. Como Dorlan Pabón.
Pese a Wiggins, Froome o Valverde, Urán, Henao y Quintana contaron con varios escenarios en los que brillar, en algunos casos, incluso coincidiendo con los fuera borda de sus equipos. Memín, como ellos, ha tenido en su trayectoria momentos en los que ha jugado con una referencia y otros en los que ha debido ser segundo espada, no tanto porque el ‘nueve’ de turno fuera un superclase como porque él no es un delantero de área. Pero, ¿recuerda alguien un cronner colombiano de cierto nivel reciente, más allá de Santi Botero?
Aunque su hábitat natural no confluye con el que del cancerbero rival, no puede decirse que Pabón no es un delantero. Su capacidad goleadora está fuera de toda duda -hizo 47 goles en 90 partidos con Atlético Nacional-, pero ofrece un mayor rendimiento arrancando de tres cuartos, ya sea por dentro o acostado a una banda, preferentemente la diestra. Es, en esos escenarios, donde hace verdaderamente daño a la línea de flotación enemiga, gracias a una sorprendente arrancada en seco.
Diferencial, aunque desconocido
Para Colombia, su juego es un caramelo; una suerte de agresividad que sumar a Radamel Falcao, Jackson Martínez y James Rodríguez y Freddy Guarín. No obstante, la competencia por ser titular en la selección cafetera es feroz, ya que a los anteriores -excepción hecha de Guarín, que juega más retrasado- hay que sumar a Teófilo Gutiérrez y el hecho de que Pabón, en una 4-4-2, encaja mejor jugando en punta, donde el puesto en el once está más caro.
Una posibilidad, para Pekerman, podría ser optar por James y Dorlan en los costados y Gutiérrez o Jackson Martínez acompañando a Radamel, si bien el argentino suele apostar por dar entrada en una de las dos bandas a un jugador más de repliegue que Memín. Así, el jugador bético se vería obligado a cubrir más terreno del que está acostumbrado, y dado que su capacidad de sacrificio no es la de un extremo puro, Colombia sufriría en faceta defensiva.
Algo semejante ocurre en el Real Betis Balompié, un equipo de buen manejo de balón, aunque prescindible. Los de Pepe Mel la tocan lo justo y necesario para buscar infringir el mayor daño posible al rival con unas transiciones veloces que encontrarían en Dorlan Pabón un canal perfecto para seguir produciéndose, aun a riesgo de que el flanco derecho siga sin encontrar un equilibrio entre defensa y ataque.
A cambio, además de convertirse en una nueva línea de pase y solvente salida al contragolpe, Mel encontraría en el colombiano una nueva vía para profundizar. No ocurriría lo mismo colocándolo en la siniestra, aunque también ahí haría daño. Su tendencia a irse hacia adentro, innata al tratarse de un diestro, y su potencia en el disparo añadirían al Betis una alternativa al ya de por sí rico matiz del que Rubén Castro insemina al colectivo cuando parte desde la izquierda.
La unión entre el canario y el de Medellín es el mayor beneficio que hallarán en Heliópolis con el fichaje de Dorlan Pabón, ya que este descargará al primero, en toda la extensión de su término. Jueguen en paralelo o con uno en una banda y el otro en punta, la llegada del colombiano viene a doblar la figura de Rubén Castro, principalmente en la zona derecha del ataque. Podrán mezclarse, cruzarse o permutar; siempre con peligro y el punto de mira puesto en el gol.
Será así después de que el conjunto verdiblanco llevase con un secretismo exquisito las negociaciones con el Parma, poseedor de sus derechos. Sonó para el Espanyol, para Independiente de Avellaneda y para varios clubes argentinos más, pero ha terminado en Sevilla cuando nadie se lo esperaba. También, en parte, porque buena parte del seguidor medio no conocía su fútbol o ni tan siquiera su nombre.
Pero, claro, esto último no lo convierte en menos seguro. Cuando dan el salto al viejo continente, tampoco a los escarabajos se les conoce demasiado. Y aun así demuestran solvencia. No hay más que ponerle delante una tachuela o un gran puerto. Su potencia hará el resto. Como la de Pabón. Bastará con que empiece a ver puerta para que no solo el parabólico enarquee la ceja pensando en que firmar al colombiano underground, además de una sorpresa, fue un acierto.
