El Real Valladolid llega al Bernabéu entre las dos citas más importantes de la temporada para el Real Madrid y en el momento en que su técnico se encuentra más discutido.
La Yihad me hace gracia. Tanta que un buen amigo dice que formo parte de ella desde que recientemente critiqué públicamente a un compañero de profesión, algo que los integristas del mourinhismo interpretaron en clave de ceño fruncido y seguidismo con acento lusófono. Y en verdad no iban muy desencaminados, no tanto porque forme parte del rebaño como porque el periodista en cuestión, fuera de sí, hacía una y otra vez lo que no debía, incluso cuando opina, y es perder la perspectiva.
Dice otro buen amigo que la palabra Yihad le produce reparo. Casi Miedo. Que no le gusta porque le recuerda a gente con el rostro cubierto que es capaz de la mayor atrocidad. Y -esto lo digo yo- en el mourinhismo, probablemente, la mayor sinrazón que se puede cometer es bailar de manera descoordinada, disfrazado y con el dichoso “con loh terrorihtah” como señal de inicio al trance.
En redes sociales, cierto es, a alguno se le va la mano. Mucho. Y, en su gran mayoría, lo hace resguardado en el anonimato. Pero, por regla general, el mourinhista no grita con los ojos inyectados en sangre que ‘Allah’u akbar’. O al menos a mí no me lo parece. Por eso me hacen gracia y empatizo con ellos, incluso. Vehemencia aparte, me gusta ver cómo parte de una afición muestra apoyo incondicional a una figura tan maltratada como es la del entrenador.
Y digo más: allí donde muchos han visto faltas de respeto y prepotencia al Dortmund, yo siento envidia. Porque, qué narices, yo también querría tener la fe que el madridismo (y principalmente ellos, los yihadistas) mostró en la remontada ante los alemanes. En algunos esa confianza llegó a ser convicción antes del partido. Y, todo unido, provocó una comunión entre grada y equipo en la que no querría yo ser la otra parte.
Sí, ya sé que a veces se pasan de revoluciones. Lo he dicho antes, se expresan a veces con vehemencia. Pero, coño, ¡si en Valladolid seguimos temerosos de bajar y tenemos 40 puntos! Y, allí donde ellos invocan al espíritu del pobre Juanito, que en gloria esté, nosotros solo nos acordamos de Sir Fernando Vázquez, que también. Con el mismo final, dicho sea de paso. Pero, a lo que iba: me cae bien la gente que piensa solo en ganar.
Aunque ellos piensan en más. Todo con esa misma matriz, la victoria. Y, es de recibo reconocerlo, es con Mourinho con quien volvieron a ganar y a demostrar un poderío inexistente con los amigos del buen rollo. Bajo ciertos actos indignos como algunos enfrentamientos ante el Fútbol Club Barcelona, cuya máxima expresión fue el ‘dedazo’ a Tito. Pero todo enfocado, como diría ‘El Zapatones’ a ganar, ganar y ganar.
El caso es que los de enfrente no son mejores. Más bien al contrario. Y no porque no encarnen también al madridismo, que pueden hacerlo, sino porque se creen madridismo, cosa que nunca se podrá achacar a Mourinho y sus secuaces: ellos jamás se han adueñado del sentimiento, algo que es tan español que no solo pasa en la capital, también en las provincias.

En Valladolid, sin ir más lejos, intentar cambiar un estatus recibido en herencia también está mal visto “por los de siempre”. Por eso, como en la capital, cavamos trincheras y hacemos del inmovilismo una cuestión de honor, como si fuera el romanticismo a darnos de comer; como si del populismo y las sonrisas dependiesen los triunfos, y no la validez y la capacidad para acometer una empresa.
No hay que remontarse mucho tiempo atrás para comprobar que es la camaradería la que se lleva la mejor prensa, tanto en Chamartín como en Zorrilla. Jugadores, técnicos, empleados… A todos se les reprende con mayor fuerza si se muestran distantes o fríos y se les defiende y anima con mayor vehemencia si en algún momento nos han hecho reír. Por preservar las fuentes, supongo. Pero, ¿y lo primero?
El Real Valladolid será este sábado la i griega que hay entre Pinto y Valdemoro, el pellejo que sobra entre los dos partidos más importantes de la temporada para el Real Madrid. Y los de Mourinho, para con los de Djukic, tienen dos opciones: o hacer de tripas corazón e intentar devorar al rival con la voracidad que no lo pudo hacer entre semana, aunque el regustillo sea amargo, o mirar a otro lado, pensando ya en la final copera del día diecisiete, que tendrá lugar en el mismo escenario ante el Atlético de Madrid.
Esto último podría en contra de la premisa de “ganar, ganar y ganar”, pero tendría su lógica. A estas alturas, la Liga puede dar pereza. A nadie le amarga un dulce título, aunque para el madridismo sea solo una consolación ante la incomparecencia de Juanito en Champions. Pero cabe la posibilidad también de que, tirando de nuevo de rotaciones, el Real Madrid intente hacer un roto al otro Real, algo que es intrínseco a su personalidad.
El partido entre dos aguas coincide con el peor momento del Real Madrid esta temporada y posiblemente de la época de Mourinho. La ”central lechera’ ha azuzado tantos fuegos y avivado tantas polémicas que su hartazgo es compartido por parte del madridismo, y ahí, en río revuelto, es donde el Valladolid podría pescar; en la sutileza (o no tanto) con la que Mourinho dejó entrever que se va y en el afán de lograr el último título al que opta el Madrid.
No parece demasiado descabellado pensar en un conjunto blanco underground, semejante al que venció al Fútbol Club Barcelona y más recientemente al Atlético de Madrid. Por la final de Copa del Rey y porque el cansancio apremia. No en vano, el miércoles volverán a jugar, esta vez contra el Málaga, en el partido adelantado de la próxima jornada liguera.
Para quien escribe, una cosa parece clara. Lo demás no importa. Para los amigos del buen rollo el debate estará solo en si Mou sí o Mou no, y en si Casillas no juega ni cuando los partidos sobran o si lo hace en los despojos de la temporada. No en por qué Xabi Alonso o Cristiano han llegado tan fatigados a final de temporada u otras cuestiones más vinculadas al deporte que al papel cuché. Ese es el nivel. Pero, el enemigo, la Yihad.
